Theria Volumen 0.0: El niño de cabello violeta

Zieb

Un pequeño coliseo al aire libre, rodeado de butacas de piedra para los espectadores, cerca de un castillo que parecía pertenecer a la realeza y al cual se accedía a través de un pasillo flanqueado por una serie de pilares tallados que representaban la historia del lugar.

En ese lugar luchaban dos personas. Una chica y un caballero de armadura plateada, su instructor.

La chica cayó al suelo después de recibir un golpe en el estómago. Dos minutos, eso era todo lo que había durado contra el caballero.

Pero de todos sus compañeros era quien mayor progreso tenia.

Las ovaciones venían de una parte de los espectadores, aquella que contenía a los más novatos, pues ella era parte de ellos, el resto tenia los brazos cruzados y el ceño fruncido, algunos algo agitados, pues ni ellos, que ya llevaban años en ese lugar, duraban más de cinco minutos contra el instructor.

El nombre de la chica era Zieb y ya llevaba cinco meses en ese lugar.

La academia de caballeros de Mirie.

—¡Estuviste increíble! —Exclamo una chica cuando Zieb se acercó a la parte donde se encontraban sus compañeros—. ¡De verdad que sí!

El nombre de esa chica era Hally, una niña menuda con el cabello negro muy corto y una piel bronceada. Aunque era dos años menor que Zieb, ya se le denominaba como un prodigio con la espada, pero aun así ella nunca había durado más de un minuto en el coliseo.

—Gracias —respondió Zieb—. Pero aún no es suficiente.

—Deberías tomártelo con calma y analizar mejor la situación —le reprochó un chico, algo mayor, de cabello ámbar, el único que no la ovaciono—. Cometer errores te podría llevar a la ruina. Sí, lo admito, peleas bien, pero tu planificación durante el combate es terrible, además de que te dejas llevar por tus impulsos. Si lograrás mejorar eso, durarías más de dos minutos.

El chico no dijo nada más, dio media vuelta y regreso al castillo.

—Ese Leiye será... —murmuro otro joven de cabello ámbar, él era algo obeso, pero tenía una agilidad asombrosa y era bueno usando el arco, su nombre era Tailbert y tenía casi la misma edad que Zieb.

Además era el hermano menor de Leiye.

—Déjalo, Tyl —dijo Zieb, cortante—. Tiene razón.

Ella era muy consciente de sus fallos, incluso había trabajado en repararlos, pero sus intentos habían sido inútiles. Siempre que se encontraba en medio de una pelea se le nublaba la razón y sólo pensaba en ganar. Ese era su gran fallo, más aún en los entrenamientos de grupo. Y eso era lo que más le molestaba a Leiye, ya que él, Hally y Zieb eran parte del mismo equipo durante los enfrentamientos de grupos.

Una campana sonó en lo alto del castillo, lo que indicaba que las lecciones habían acabado por ese día.

Zieb, Hally y Tailbert se dirigieron hacia el comedor, en donde les servirían sus raciones diarias. La comida era mala, pero exceptuando los días de fiesta, eso era lo único que se les permitía consumir, debido que era parte del entrenamiento.
Podían ir a la ciudad, sí, pero casi ninguno lo hacía ya que estaba a casi tres horas de camino a pie y ningún estudiante tenía monturas.

—Debes querer mucho a tu hermano como para soportar esta cosa, Zieb —dijo Hally.

La chica revolvía con una especie de cuchara y una expresión de hastío, la masa pastosa que se suponía era su alimento del día.

—Sí, bastante...

Una noche mientras descansaban del duro entrenamiento, Hally le pregunto a Zieb la razón por la que estaba en la academia y ella le respondió con la verdad, pues para ese momento ya eran amigas. Le dijo que estaba ahí para adquirir la fuerza suficiente para proteger al que consideraba su hermano menor, Kein.

—¡Oh, cierto! —Tailbert interrumpió la plática de las chicas cuando recordó algo—. Hace un rato llegaron varias cartas, una de ellas estaba dirigida a ti, Zieb.

El muchacho saco la carta en cuestión de su chaleco. De entre los novatos él era quien siempre recibía el correo, más que nada porque todos confiaban en él y sabían que no solo no abriría ningún paquete, sino que también llegaría a sus destinatarios ya que él se tomaba el trabajo muy enserio.

Zieb recibió la carta con una expresión de sorpresa en su rostro, hasta ese momento nunca le habían mandado nada y la única persona que sabía dónde estaba era su padre, nadie más.

Al leer la carta supo de inmediato que no era de su padre. Al principio no reconoció la letra, era muy infantil y algunas palabras eran confusas, pero conforme fue descifrando lo que decía el papel su pecho comenzaba a contraerse por la preocupación.

El mensaje era sencillo, pero terrible. Para ese momento Kein llevaba casi siete meses desaparecidos y la persona que escribió la carta, posiblemente una de sus hermanas, le pedía que le informara si lo encontraba, que era la única en quien podía confiar.

Tailbert y Hally se percataron de como la expresión de Zieb cambiaba, pero la chica se levantó rápidamente y se fue antes de que pudieran preguntarle lo que ocurría, aunque dejo sobre la mesa la carta que la había puesto de esa forma.

—¿Qué es esto?

Leiye se acercó sin que los otros dos se percataran y antes de que pudieran replicar, tomó la carta y la leyó con rapidez.

—Debo irme —dijo y se alejó con paso veloz.

Tailbert y Hally se miraron, con la pregunta de lo que ocurría grabado en sus rostros.

Ellos intentaron leer la carta también, pero no entendieron ni siquiera una palabra.

*

Zieb tomo lo que pudo de sus cosas y las guardo con rapidez en su mochila, debía actuar con rapidez, cualquier minuto perdido era esencial.

Salió de su habitación en una de las torres y bajo por las escaleras mientras los que la veían pasar la miraban extrañanados. Era media tarde, pero las puertas cerraban hasta que oscurecía, así que aún podía salir de la academia. Ya después vería a donde iría, llevaba con ella más que suficiente dinero.



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En el texto hay: theria

Editado: 17.07.2020

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