Theria Volumen 0.0: El niño de cabello violeta

Dalianies

—¿Qué está ocurriendo aquí? —pregunto Ci, divertida.

—No sé, pero mejor apresurémonos, estorbamos —le respondió su hermano.

Después de una noche de espera el grupo de Kein al fin logro entrar en la ciudad de Dalianies, la primera de la república de Aheria. Nada más traspasar las puertas se encontraron con un escenario que hizo sonreír a algunos de ellos y a otros recordar en que época se encontraban.

Dejaron el carruaje en un almacén y a los animales con un cuidador cerca de las puertas, ya que no podían ir mas adentro con ellos, debido a la multitud. Después de que Leyi rentara dos habitaciones en una posada cercana al almacén, el grupo se reunió cerca de un local de Armas, desde donde veían el espectáculo circense que se desarrollaba en las calles.

Puestos ambulantes vendían diversas mercancías, mientras un desfile de personas enmascaradas bailaban y actuaban para entretener a los transeúntes, definitivamente parecía ser una especie de fiesta.

Todos se dieron cuenta al mismo tiempo cuando vieron el muñeco de paja que algunos campesinos llevaban cargando: Era el festival del solsticio de verano, el cual se celebraba en casi todos los países humanos.

—Había olvidado que ya eran esas fechas —murmuró Kein con tristeza.

Todos los años lo celebraban en su pueblo con una cena comunitaria donde los ancianos contaban viejas leyendas y los niños bailaban en torno a una enorme fogata. Aun recordaba el del año anterior, con sus padres relatando sus aventuras ayudándose de sombras que hacían con la fogata, divirtiendo a los niños, Zieb ayudando a Clara a bailar, pues ella quería sorprenderlo con su nueva danza, mientras que él y Neia los miraban desde la periferia, comiendo un pastel de Laguia, la fruta preferida de su hermanita intelectual. 

Suspiro. En ese momento extrañaba más que nunca a su familia y a su amiga.

—¿Qué te pasa? —le pregunto Marie, disfrazada de Nierya. Kein seguía impresionado de que pudiera saber de sus cambios de humor aun con la máscara puesta.

—Recuerdo como celebrábamos el solsticio en mi pueblo —contesto el chico.

—¡Oh, si¡ ¡Yo también! —intervino Ci, riendo—. Aguamiel y comida hasta que ya no pudiéramos más, mama y papá brindando por otro año más de prosperidad, tío Deil borracho bailando junto al lago, intentado que la señorita Sira le hiciera caso...

—Lo recuerdo —dijo Leyi y sonrió. Casi nunca lo hacía, así que era un evento para recordar.

—A mí no me gustaba. —Zalia lanzo un resoplido—. Mi familia siempre me hacía bailar en la danza ceremonial. Lo odiaba.

Ni Marie ni Nierya dijeron nada mientras el resto seguía hablando de sus anécdotas. Nierya nunca había salido de la isla y su padre no tenía la costumbre de festejar nada, mientras que Marie siempre había visto los festivales desde el palacio, ya que su familia era la encargada de que todo saliera bien, por lo tanto ninguno podía perder el tiempo divirtiéndose en ellos.

—Ya nos perdimos el del otro pueblo, ¿Qué les parece si festejamos un poco en este? –dijo Ci, mirándolos de uno en uno. De todas formas aquí Kein no destacara para nada...

Ci señalo con su cabeza a las personas disfrazadas que bailaban en medio de la calle principal. Aunque la mascara del chico era única, definitivamente no parecía desentonar.

Leyi estaba a punto de negarse, pero pareció pensarlo mejor y dijo.

—Esta bien, pero no hay que separarse...

Era como si no hubiera dicho nada. Ci tomo la mano de Zalia y la arrastro hacia un lado, mientras que Kein fue arrastrado hacia el otro por Marie y Nierya, casi corriendo, ambos grupos huyendo de Leyi.

—Por la diosa —gruño Leyi—. Ahora todos huyen de mi. Parecen niños...

Sin tener que pensarlo, decidió perseguir al grupo de Kein, Zalia y Ci podían cuidarse solas. Eso si, los regañaría a todos en cuanto los reuniera.

*

 

—¿Ahora dónde vamos? —pregunto Nierya.

Los tres chicos comían una especie de banderilla hecha de carne y observaban las diferentes funciones que se presentaban en el mercado. Habían logrado perder momentáneamente a Leyi entre la multitud, aunque sabían que no tardaría en encontrarlos.

—Si me preguntan —dijo el vendedor de aquellas banderillas, el cual llevaba una máscara cubierta de plumas—. Deberían ir a la plaza sur, a medio día habrá un espectáculo que representa la leyenda de los dioses y en la noche habrá un baile.

—¿Un baile? Suena interesante... —Marie miro a sus acompañantes y sonrió—. ¿Qué dicen?

—No se bailar —se apresuró a decir Kein.

—Ni yo —convino Nierya.

—Oh, no se preocupen —Marie les sonrió—- Les enseñare. Buen hombre —se volvió hacia el vendedor—- ¿Dónde se encuentra la plaza sur?

—Está siguiendo la calle principal. La verán fácilmente porque en el centro hay un monolito.

—Gracias. Vamos, chicos, no acepto sus excusas. —La chica, sin dejarlos quejarse, tomo a los otros dos de las manos y juntos se dirigieron al lugar indicado por el vendedor.

No tardaron mucho en llegar y lo hicieron justo en el momento en que la obra, organizada en un pequeño anfiteatro al aire libre y rodeado de butacas de piedra, empezaba. Fue una suerte para ellos que alcanzaran un lugar casi hasta la parte delantera.

A pesar de que debía ser divertida, por las exclamaciones que emitían las personas, Kein no le prestaba mucha atención, pues observaba sus alrededores con cautela, solamente por simple precaución.

Fue solamente por un instante, pero más allá de la última fila de butacas pudo ver a un hombre de pie que lo miraba, lo raro era la vestimenta que llevaba, una especie de túnica blanca que cubría hasta sus rodillas.

—No, mi padre jamás me contaba historias... —escucho decir a Nierya.

Al parecer la obra había acabado, pues todo el mundo se levantaba de las butacas, hablando animadamente.

—¿A ti que te pareció, Kein? ¿Crees que realmente sucedió asi? —pregunto Marie.



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En el texto hay: theria

Editado: 17.07.2020

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