Sangre.
La sangre de los captores de Kein cubría la habitación, mientras la criatura responsable de aquella masacre se acurrucaba en el piso y ronroneaba, mirándolo como un cachorro a su madre.
—¿Que... Que...?
Kein no pudo pronunciar más palabras, estaba demasiado confundido, los sucesos de las ultimas horas se arremolinaban en su mente, frescos como si acabarán de pasar, pero en cierta forma, extraños, como si le hubiesen pasado a otra persona.
Alguien lo había interceptado mientras paseaba con Marie por la ciudad, justo en el momento que pasaban junto a un callejón para ir al baile que se celebraba al anochecer. Al principio pensó que iban por ella e intento defenderla, tomarla para teletransportarse lejos de ahí, pero fue apresado y noqueado antes de lograrlo.
Mantuvo un segundo su consciencia, lo suficiente como para ver a Marie tirada en el piso, pero a salvo, mientras que él se alejaba arrastrado por los secuestradores.
Agradeció que nada le hubiera pasado a la chica antes de entrar en la oscuridad.
Lo que sintió después fue un dolor intenso en su abdomen. Lo habían despertado torturándolo con un hierro caliente, intentando sacarle información a gritos, pero su cabeza estaba tan revuelta que no entendió lo que decian. Incluso tenia bloqueados sus poderes debido al sufrimiento.
Y entonces paso, uno de ellos se acerco con un cuchillo y le hizo un corte en la cara, salpicando unas cuantas gotas de sangre contra el piso.
Ya anteriormente había creado cosas de la nada y en esta ocasión se sintió igual, pero la diferencia fue que lo hizo inconscientemente.
En la habitación, surgiendo de su sangre, apareció un monstruo con una boca inmensa llena de afilados dientes. Era de un color negro intenso, no tenia patas, pero se arrastraba gracias a una baba que le salia de la piel y poseía unos ojos suficientemente parecidos a los de los humanos como para ser aterradores.
Como si supiera de manera instintiva quienes eran los enemigos de su creador, se abalanzó contra los secuestradores de Kein y comenzó a devorarlos ante la mirada aterrorizada del chico.
Los gritos provenientes de aquellos hombres eran ensordecedores, pero nadie los vendría a ayudar, ya que escogieron aquel lugar, un cuarto oculto e insonorizado, para mantener a su víctima sin que nadie interviniera.
En cuanto acabo con los secuestradores la criatura se volvió hacia Kein y miro al chico como si esperará que le señalara su siguiente objetivo, sin moverse, babeando liquido negro sobre los cuerpos destrozados de lo que anteriormente eran hombres.
El chico, aún con miedo, intento quitarse las cadenas que lo mantenían atado contra la pared, pero era en vano, entonces recordó su poder y, pese a sentirse agotado, se concentro para teletrasportarse, sin embargo, por alguna extraña razón, eso pareció ofender a la criatura, ya que comenzó a gruñir y tomo una pose de caza. Kein miro a la bestia sin comprender que pasaba, cuando de improvisto esta se lanzo contra él con las fauces abiertas
En ese momento la puerta de la habitación salto en pedazos y un relámpago impacto contra la criatura, desintegrándola.
—Creo que llegamos tarde —dijo una voz femenina.
Debido a que la luz de una linterna lo cegó momentáneamente , Kein no distinguió al principio de quienes se trataba, pero el estaba seguro que eran dos personas, un hombre y una mujer. Cuando al fin logro que su vista se acostumbrara a la luz, tuvo que reprimir un grito.
Al hombre lo conocía, no hacia mucho había hablado con él, era el que se hacia llamar "señor de la tormenta", sin embargo, la mujer que lo acompañaba era de una raza que nunca había visto antes.
Su cuerpo era un poco más alto que el de una persona normal; sus brazos, el doble de largos y cubiertos por una ligera capa de vello rojizo. No tenia zapatos, por lo que dejaba a la vista sus pies terminados en largas uñas negras. Pero lo más impactante era su rostro, aunque sus facciones eran vagamente humanas, su nariz era casi inexistente, siendo solamente dos orificios en su rostro y poseía largas orejas, más aun que las de lo elfos.
Y además estaban sus ojos, de un amarillo intenso.
—Debiste ser mas rápido, Delien —dijo la mujer mientras se aproximaba a uno de los cadáveres y lo examinaba —. Por suerte nada mas ocurrió. ¡Pero mira esto! Sabia que no podía hacer las mismas cosas que su madre, pero esta criatura esta muy contaminada. Es asquerosa.
Delien, el señor de la tormenta, no le respondió de inmediato, sino que primero se acerco hasta Kein y lo liberó de las cadenas.
—No me culpes, solamente accedí ayudarte como un favor, no tenia porque apresurarme. Además el lugar estaba muy bien disimulado.
—¿Que... Que haces aquí? —alcanzó a murmurar Kein, aun aturdido por lo que acababa de pasar—. ¿Me estabas siguiendo?
—No, pero desearía haberlo hecho —contesto Delien—. No sabes lo cerca que has estado de echar todo a perder. Ve con tus compañeros y no te quites esa mascara por nada del mundo, ¿entiendes? Vámonos Veli.
—¡Espera! —grito Kein y sujeto a Delien de su manga—. ¡Explicame que esta pasando! Ella dijo... Mi madre... ¿Quie-quien es mi madre? ¿Que soy yo? ¿Que soy...?
—Es mejor que no lo sepas, creeme. Te sera muy difícil vivir después de saberlo.
—¡Por favor! ¡Por favor! Po-po-por...
La voz de Kein se quebró y cayo de rodillas, observando los restos de la criatura que había surgido de su sangre.
—Mejor contestale, ya ha usado gran parte de sus poderes, así que es mejor que se entere de las consecuencias antes de que lo haga de nuevo —intervino la mujer antes de que Delien se negara de nuevo —. Además ahora está solo, no creo que haya problema si nadie más se entera. Pero antes deja me encargó de sus heridas, se ven dolorosas.
La mujer, Veli, se acerco a Kein y curo sus heridas con magia, lo que aclaro un poco la mente del chco.
Editado: 17.07.2020