Theria Volumen 0.0: El niño de cabello violeta

Punto de inflexion

Los lugares como aquel pequeño bar en el centro de una alejada ciudad en Cirien, no solían contar con muchos clientes y usualmente solo se podían ver a una o dos personas rondándolos tan temprano en la mañana. Pero ese día era especial.

El hijo primogénito de un noble superior había nacido la tarde anterior y ahora se celebraba una gran fiesta en honor a tan gran acontecimiento. En ese ambiente, todas las posadas y bares de aquella pequeña ciudad se encontraban repletos de parroquianos que bebían y charlaban alegremente, convirtiendo así ese pequeño espacio en un lugar perfecto para una pequeña charla que fuera casi imposible de escuchar.

Un hombre con capucha esperaba en una esquina, con dos tarros de cerveza frente a él y mirando de reojo a todos los reunidos, buscando a alguien que no debiera estar ahí. Un solo indicio de que algo andaba mal y él se iría, no sin antes dejar un pequeño mensaje en clave para la persona que esperaba.

Aunque todas las precauciones fueron en vano, pues alguien se había colocado tras él en un momento de descuido.

-Siempre tan paranoico -dijo una voz.

-No me di cuenta -murmuró el primer hombre, dándole un sorbo a uno de los tarros-. Has mejorado.

-Muy poco -respondió el recién llegado, mientras se sentaba en la silla frente al primer hombre- ¿Y bien? ¿Lo conseguiste, Christopher?

-Sí, pero me costó mucho que Aurien se desprendiera de él -respondió el primer hombre, dejando una pequeña caja frente al segundo, quien tomo el otro tarro de cerveza y comenzó a beber-. Deberías haber ido tú, Delien.

-Sabes que si me acerco a ese tipo, seguro lo mato. Ni siquiera sé cómo consiguió esto.

-Lo malo es que aún lo necesito, de otra forma te ayudaría.

Ante el macabro chiste, ambos hombres rieron, aunque casi al instante el ambiente se torno serio de nuevo.

-Fuera de bromas -dejo Christopher-, el tipo la robo cuando mato a aquel grupo de desadaptados. Pero, dime, viejo amigo, ¿para qué quieres la llave? Tenía entendido que tú nunca te involucrabas en cosas de este mundo por nada.

-No lo hago -respondió Delien-. Solo ayudo a alguien.

-Espero que esa persona no te haga encariñarte de este lugar. No me gustaría enfrentarme a ti, eres mi amigo. Pero si llegas a ponerte del otro lado, no tendré más remedio que combatir contigo -advirtió Christopher.

-Lo sé y te repito que soy neutral -respondió Derlñien-. Enviare la llave a quien me la pidió y luego iré al continente mágico a revisar algunas pistas. Nada más.

-Solo dime, esa persona, ¿es una mujer?

-¿Por qué preguntas? -se extrañó Delien.

-El amor suele cambiar a las personas -contesto Christopher, encogiendo los hombros.

-Ese no es mí caso y lo sabes. Odio a quien me mato y me trajo a este mundo. No lo destruiré, pero tampoco hare nada para salvarlo. Nunca.

-Nunca digas nunca, viejo amigo. Pero te dejo, hay algo que debo hacer y... Enserio espero que no cambies de opinión -continuo Christopher, levantándose-. Ten cuidado con la llave, esos estúpidos de los iluminados escondieron en la caja cosas que jamás debieron existir. Ni en este mundo, ni en ningún otro.

-¿Y tú no la quieres? Pensé que buscabas matar a todos.

-Sí, pero no quiero hacer a nadie sufrir si no es necesario. De la forma en que tengo planeado hacerlo, no dejare a nadie. Nadie llorara por los muertos, nadie se entristecerá. No habrá hijos sin sus padres, ni padres sin sus hijos. No habrá dolor.

"Nos vemos, Delien. Y de verdad espero que jamás seamos enemigos. Ten cuidado con esa mujer, en verdad podría cambiarte. No, ya lo está haciendo.

Y tras decir eso, Christopher salió del bar, dejando a su amigo pensativo, con el tarro de cerveza vacío en su mano.

*

-Ya estamos cerca - susurró Ci, al ver a lo lejos las luces de la ciudad capital de Keboria.

En ese momento el grupo acampaba a las faldas de una colina. Habían montado una tienda en donde descansaba Marie, mientras que resto dormiría en mantas hechas de piel. Esto debido a que se habían quedado sin carruaje y la mayor parte de sus cosas cayeron en el enorme hoyo creado por los gusanos. Aun así, todavía poseían a los caballos y el dinero de la paga, por lo que pudieron seguir adelante durante dos semanas.

Sin embargo, si el viaje hubiese durado más, habrían estado en problemas. Por eso la mayoría de ellos estaban felices de ver al fin el lugar de destino, su última parada antes de regresar a casa. Todos menos dos. Marie y Kein.

Marie se había encerrado en sí misma y apenas hablaba. El hecho de que fuera atacada y casi devorada era una de las razones. Pero lo principal era que Kein había visto la llave. Se suponía que nadie debía saber de su existencia y menos del uso que se le daba. Pero cuando el joven se la entrego, ella vio algo en sus ojos que le indicaba que él sabía más de lo que aparentaba. Y temía que le pidiera explicaciones. Más que nada porque ella se las daría sin dudar.

Esa llave era su boleto de libertad. Su padre había prometido liberarla de toda obligación noble que tuviera y la recompensaría con el dinero suficiente par a vivir una vida sin preocupaciones donde quisiera junto a su prometido, un joven jardinero que conoció en la mansión paterna. Esa siempre fue su motivación, al menos al inicio de ese viaje.

Pero ahora las cosas habían cambiado. Si bien no podía decirse que se hubiera enamorado de Kein, aquel joven la intrigaba. Desde que lo conocía, supo que algo era diferente en él. No buscaba riqueza como Leyi, Ci o Zalia, tampoco poder como Nierya. Él simplemente quería regresar con su familia, vivir una vida normal.

Mirie intuía que todo lo que hacía, incluso ahora, era para proteger a los que quería. Ella no había visto a muchas personas así antes, por no decir ninguna. Allá en su antiguo hogar todo era sobre poder y riqueza, sobre controlar a los demás. Era por eso aquel joven de cabello violeta le atraía.



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En el texto hay: theria

Editado: 17.07.2020

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