Theria Volumen 0.0: El niño de cabello violeta

Luna de sangre (3)

—Muéstramela, hija —le pidió su padre a Marie una vez estuvieron en la habitación. No eran los únicos ahí, el otro hombre y su guardia también se encontraban dentro.

La joven sacó de su capa la caja que contenía la llave y se la mostró a su padre.

Después de eso, todo se volvió caótico.

Una luz inundó la habitación y cuando está desapareció los guardias estaban muertos y el padre de Marie había sido acuchillado por uno de los atacantes, un hombre joven de cabello castaño.

El hombre se acercó al otro duque y busco entre sus ropas hasta sacar una caja muy parecida a la que tenía Marie.

Al verlo un grito surgió de la garganta de la joven.

—¿Marie?

Era Kein. Cuando el hombre escucho el llamado, le arrebato violentamente la caja a Marie y de una feroz parada destrozo la puerta, mandando a volar pedazos de madera.

—Te hemos encontrado, hijo de la diosa —susurró aquel hombre, tomado al chico del cuello de su camisa y elevándolo en el aire.

En el momento en el que sus ojos se encontraron, Kein vio algo. El alma de aquel individuo se hallaba agonizando por un dolor similar al suyo. Un niño, apenas consiente de sí mismo, gritaba desde algún lugar en aquellos ojos negros.

¿Que fue eso?

Pero Kein no tuvo tiempo para pensar en ello, pues los hechos que sucedieron a continuación ocuparon toda su atención.

Zalia, quien era la que estaba más cerca de ellos, fue la primera en reaccionar. Con una agilidad más propia de una raza bestia que de una humana, la joven mujer se dirigió hacia Kein y golpeo al hombre que lo sostenía. Como acto de reflejo, él arrojó al joven hacia el suelo, donde otro atacante, uno de piel pálida que no parecía estar vivo, le inmovilizo los brazos y las piernas.

Desde el techo se escuchó un estruendo y trozos de madera y hierro cayeron alrededor de los atacantes, cuando una figura negra y alada cayó sobre aquel que sujetaba a Kein, arrancándolo y arrojándolo lejos. Sus brazos, separados del cuerpo por la excesiva fuerza de Veli, continuaron sujetando al joven de cabello violeta. Asqueado, Kein los arrojo lejos de él.

—¡Papá! —grito alguien.

El resto del grupo que aún se hallaba en la mesa, incluyendo a los padres del joven, intento ir hacia donde se estaba dando la pelea, pero del bolsillo de uno de los atacantes, salieron flotando seis piedras en las que alguien había grabado extraños símbolos brillantes, las cuales los rodearon, separándolos y cubriendo a Kein y a los otros en un domo semitransparente de color ámbar que cubría la mitad del comedor y la habitación donde se encontraba Marie.

Nierya, del otro lado del domo, gritaba algo, pero Kein no podía escucharla, solo veía como intentaba romper la barrera con sus poderes. Los otros, menos Leyi que ya sabía que era inútil y sólo se limitó a observar la escena, preparándose para atacar en caso necesario, la siguieron. Los padres de Kein y la joven cadete, Zieb, eran los más desesperados, pero ni siquiera ellos lograban rasguñar ese resguardo. Neia y Clara gritaban y lloraban, muy probablemente llamando a su hermano. Al verlas, Kein supo que tenía que hacer algo para alejar a esos sujetos de su familia, pero no sabía qué.

El hombre que antes lo había atacado, se levantó como si no le hubiera pasado nada. Tomo sus brazos y se los recoloco.

No es humano.

Eran seis los que los atacaban, aquel que parecía ser el único humano y otros cinco, quienes ni siquiera emitían algún sonido. Tampoco sangraban, por más que Veli, la cual los mantenía a raya gracias a su agilidad y fuerza eran muy superiores a las de los humanos, los lastimaba.

Marie, a quien se podía observar a través de la apertura dejada por la puerta arrancada, lloraba sobre el cadáver de su padre. A su lado, el otro hombre, decapitado, y algunos más, seguramente los encargados de protegerlos, también yacían muertos.

—¡Kein, atento! —grito Veli.

Aquel que antes había perdido los brazos, tomó a Kein del cuello e intento estrangularlo. La falta de aire hizo que el chico no pudiera pensar bien, por lo que no se le ocurrió usar sus poderes para teletransportarse. Solo se quedó ahí, esperando morir.

—¡Déjalo!

Al ver que Kein no podía defenderse, Marie, mostrando gran valor, se levantó y se arrojó contra el hombre. Pero ella no era fuerte, ni muy pesada, así que no consiguió moverlo. Sin embargo, sí consiguió que Kein reaccionara.

El joven de cabello violeta se transportó hacia la base de las escaleras para escapar de su atacante. No funciono como esperaba, pues aquel hombre y Marie también fueron transportados.

Aunque algo extraño paso, ya que aquel sujeto cayó al suelo, sin vida.

No sabía exactamente qué es lo que había ocurrido, pero Kein, al no sentir que gasto energías propias, supuso que robó la energía mágica de aquel sujeto para usar su magia y al quedarse sin ella, murió. O al menos, murió de nuevo.

Ya sabía que es lo que podía hacer para vencerlos, el problema es como llegaría a todos a la vez.

La magia arcaica afecta la realidad.

Eso es lo que le habían dicho. Él ya había experimentado eso al crear objetos o aquella vez que cayó en la guarida de los gusanos. Podía usarla ahora para salvar a sus amigos, aunque ya le habían advertido en repetidas ocasiones que no lo hiciera.

El joven se concentró en el barandal de la escalera, hecho madera, para regresarlo a su antigua forma: un árbol. Si funcionaba, lograría tocar a todos y se podrían ir de ahí. Puede que después tuvieran que luchar de nuevo, pero seguro serían menos y Delien estaría con ellos, por lo que ganar sería fácil.

—Afectar la realidad, afectar la realidad.

El cántico de Kein le servía para mantenerse calmado y usar bien su poder. Sucedió como lo había imaginado. Un árbol, que crecía en el lugar donde antes se encontraba el baranda, extendió sus ramas para tocar a todos los atacantes, así como a Veli y Zalia.



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En el texto hay: theria

Editado: 17.07.2020

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