Theria Volumen 0.0: El niño de cabello violeta

Antes de la tormenta.

—¡Apresúrate! —grito la chica al llegar a la cima del árbol.

—¡Usar magia es hacer trampa! —le contestó el joven, quien aún no había llegado ni siquiera a la mitad del camino.

El nombre del chico era Kein Tynner, de trece años. Él era el hijo mayor de la pareja de caballeros que llego al pueblo diez años atrás. Era un muchacho delgado con un rostro olvidable, pero que tenía dos rasgos que lo diferenciaban del resto del mundo, el primero eran sus ojos de color rojo escarlata y el segundo era su inusual cabello de un violeta intenso.

La niña era Zieb Viel, hija única del encargado del pueblo. Ella era dos años mayor que Kein y por tanto lo trataba como un hermano pequeño, a pesar de no ser de la misma familia. Ellos habían estado juntos desde que Kein tenía memoria.

—¡No hice trampa! —contesto ella, riendo—. Simplemente use mis habilidades naturales.

—Habilidades naturales, si como no... —Kein murmuró para si esas palabras. Estaba un poco enfadado porque, a diferencia de ella y el resto del mundo, el no poseía ningún atributo mágico.

Si podía usar magia, pero era una magia simple sin ningún elemento en ella. Parecía ser solo niebla que salía de su cuerpo. Ni siquiera podía controlarla bien, pues nadie sabía lo que realmente era.

—¡T-te alcance! —le grito Kein a la chica al llegar a la cima. Hacían esa carrera casi todos los días, siempre apostando algo. Y claro que ella ganaba siempre.

Pero había una razón para subir hasta la cima de ese árbol. Ya que era el más alto de todos los que rodeaban el pueblo, desde ahí tenían una vista maravillosa de los alrededores. Además de que está sería la última vez que estarían los dos ahí, juntos, pues Zieb partiría al día siguiente a la capital para estudiar en una escuela especializada. Hasta ese momento no le había dicho a Kein cual, lo mantenía en secreto, sobretodo porque el chico anhelaría ir con ella.

Pero salir al mundo en ese momento era imposible para él. Sus padres se lo habían dicho ya innumerables veces: el pueblo era el único lugar donde podía ocultarse, ya que todos lo conocían y nadie le deseaba ningún mal, pues mientras no supieran más de su pasado, sería muy peligroso para salir.

Él era adoptado, lo sabía desde siempre.

Su madre, Sarah, le dijo que lo habían encontrado muy herido cuando iban rumbo a ese poblado, no sabían quién lo había hecho ni lo que querían con él, pero estaban seguros que los que cometieron semejante barbaridad aún lo estaban buscando, por eso no podía irse, por eso debía estar oculto.

Su padre, Dayn, a menudo viajaba a la capital para recolectar información de un conocido, pero hasta ese momento no habían encontrado nada, ninguna pista.

—Te extrañare —comento Kein en cuanto se sentó junto a ella en la rama más ancha.

—Y yo a ti, pero regresare en unos meses.

—Tal vez —Kein suspiro—. Como me gustaría irme yo también. Creo que allá afuera debe ser maravilloso.

—Hay una guerra en el país del sur, en el norte ha habido una sequía de más de dos años, por tanto hay hambrunas y alzamientos de los campesinos contra el gobierno. En el continente mágico luchan diariamente contra los monstruos que los asolan —Zieb miro a Kein con tristeza en sus ojos—. El mundo no es tan bonito como piensas, eres una prueba de ello.

Zieb toco una pequeña cicatriz sobre la ceja izquierda de Kein y luego una más pequeña sobre su labio. Esas eran las únicas que le quedaron gracias a la oportuna intervención de la madre de Zieb, la sanadora del pueblo. Ella tenía cinco años cuando Delie llego al pueblo suplicando por ayuda. Aun recordaba el cuerpo cubierto de sangre del pequeño niño; en ese momento descubrió que el mundo era un lugar cruel y retorcido. Cuando se confirmó que el pequeño se recuperaría, ella se juró que lo cuidaría para que nada así le volviera a pasar de nuevo. Su determinación creció cuando se enteró que él no poseía ningún atributo mágico.

Por eso se iba. Había suplicado a su padre que la dejara entrar en la academia de caballeros, a pesar de sus protestas, él termino aceptando. Al ir allá podría hacerse fuerte y así protegería al que consideraba su hermano pequeño.

—¡Kein! ¡Quiero subir! —el grito de una pequeña los distrajo. Al ver hacia abajo distinguieron a una niña de unos seis años con una cabellera negra atada en una trenza, quien les gritaba alzando los brazos. Ella era Clara, hermana de Kein. Unos años después de que la familia Tynner llegara al pueblo, los padres de Kein tuvieron dos gemelas, una era Clara, la otra era Neia. Las dos eran tan diferentes como la luna y el sol.



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En el texto hay: theria

Editado: 17.07.2020

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