Thomas Mortem

Capítulo Uno

Nadie le quita la gente a nadie. Las personas eligen con quien estar. 

- Maritere Lee
 


 

Cuando Dios creo a sus ángeles y arcángeles, puso mayor empeño y habilidades en solo uno de ellos. Azrael, el arcángel de la muerte, aquel que cobraba vidas y las ayudaba a pasar; ya fuera hacía el paraíso o directo a las cuevas del infierno, vagando por voluntad propia en la tierra, recolectando todo tipo de almas. Azrael también era conocido por no tener un bando definido, el conocido "saco de huesos" se llevaba muy bien con su hermano mayor, el propio Samael o como muchos le conocían desde tiempo inmemorables, Satán o Lucifer, bromeando de aquí para allá, jugueteando bromas que hacían rabiar a sus hermanos mayores y menores, demostrando que, si bien tenía una tarea que incluso estaba cargada de varias circunstancias pocos favorables, jamás dejaría su trabajo a un lado.
 

Él era guía espiritual de un alma en el siempre inquietante tránsito de un plano a otro, infunde la comprensión de qué es la muerte y se asegura de que los demonios no tomen para su reino un alma que no vaya cargada de suficiente maldad, ya que para esas hay otros ámbitos de «segunda oportunidad» aunque no todos lo veían de dicha forma.
 

La muerte era conocido por ser alguien cruel quien te robaba a la persona que amabas, era alguien a quien muchos odiaban y maldecían, tratándolo como basura, insultando su labor en la tierra, pero nadie lo veía de diferente manera, a él le dolía tener que robar la vida de las personas, más si eran niños inocentes o personas que tenían una vida por delante, pero no podía ir en contra de su lista, ni mucho menos cuando tenían la marca de su hermano Miguel, el cual era el aviso que no podían tener una segunda oportunidad. 


En ese nuevo siglo, con un nuevo año de vida, en ese día en especial acaba de acercarse a un hospital para poder agarrar el alma y la vida de una hermosa niña, de no más de ocho años, de cabellos rubios y hermosos ojos azules, cuando estaba enfrente de ella, la observó, jugaba con su muñeco de felpa en forma de conejo. La muerte agarró la lista que poseía en sus manos, la cual tenía nombre, fecha y motivo de muerte de las personas, con pesar la observo. 
 

Elizabeth Queen - 8 años. 
Leucemia avanzada. 
 

Muerte suspiró, odiaba tener que ir por los niños, pero aun así se acercó más a la pequeña misma que mantenía su atención en el saco de tela, botones y relleno, también conocido como peluche, claro hasta que su atención fue captada logrando así que volteara a verlo, asustándose. 
 

-¿Que eres? - pregunto ella con miedo en su voz, se aferraba a la sábana de aquella cama y sentía que su cuerpo temblaba - No me lastimes, por favor, no me lastimes 
 

Muerte se movió nervioso, esto no comenzaba como había querido, y no es que esperara una fiesta de bienvenida, aunque quisiera que fuera diferente, sabía que jamás podría obtener una reacción opuesta a la que todos tenían. 
 

-No lo haré - aclaro él, su voz a diferencia de cuando se llevaba a las personas adultas y que posiblemente hubieran hecho algo malo, era suave y llena de tranquilidad, sin maldad alguna - Todo estará bien, pero necesito que vengas conmigo, a un lugar bonito 
 

La pequeña niña se aferró a su conejo, la sábana había quedado olvidada, era como si el peluche fuera su salvavidas de seguridad, no parecía confiar en aquella enorme figura y la propia muerte entendía el porqué, pues no era tonto sabía que la pequeña estaba asustada por su forma, y no era para menos, media casi dos metros y medio, estaba en puros huesos y ropa negra, tampoco ayudaba que llevara una enorme guadaña. 
 

-Por favor - pidió Muerte 
 

Para la pequeña niña fue una sorpresa ver como aquella enorme y monstruosa criatura se volvía un joven parecido a su hermano mayor, teniendo el cabello negro brilloso, de un negro que te hacía cuestionar si había un color que fuera más oscuro que el negro conocido, la ropa extraña se había vuelto cómoda y más actualizada a la época en donde se encontraban, mientras que sus cuencas negras adquirían unos hermosos ojos grises, ya no parecía ser puros huesos, su piel pálida resaltaba gracias a la ropa oscura. 
 

-Por favor - rogó Muerte nuevamente, mientras se sentaba cerca de ella - Escucha, debes de descansar, aquí no lo harás, la medicina te está dañando, sientes dolor y eso no está bien, te llevaré a un lugar bonito donde ya no sentirás dolor, cansancio y no sufrirás, te lo prometo 
 

La pequeña niña se quedó callada, observaba al joven quien se había movido de la silla donde estaba sentado, sino que se trasladó a un pequeño lugar en la cama, observándola tranquilamente, teniendo una idea en la mente. 

-¿Te gustan los conejos? - cuestiono muerte mientras señalaba el muñeco que ella mantenía en sus manos 


-Si, son bonitos y esponjosos - susurro la pequeña mientras se aferraba aún más a su peluche 
 

-Sabes, a donde vamos hay muchos - sonrió muerte al notar que ya no sentía aquel miedo que ella mantenía - Es más, aquí tengo a uno, es pequeño y esponjoso 
 

La pequeña Elizabeth miró con fascinación como una pequeña luz color azul salía de una esfera que la criatura tenía en sus manos, un pequeño conejo de cola redonda y largas orejas, mismo que apareció brincando alrededor de ellos. 
 




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