Thomas Mortem

Capítulo Tres

Desde que había dado su - por así decirlo - sangre, Muerte se estaba considerando un posible acosador, pero no de esos que se le quedan viendo descaradamente a las jóvenes cuando pasaban cerca de él, o los que parecían saber toda tu vida de forma escalofriante, claro que no, tampoco de aquellos que te lanzaban una grosería disfrazada de piropo. Él en todo caso era un acosador por seguir a la joven Wood y averiguar más sobre los posibles peligros en su vida, si bien sabía que era pintora, quería y tenía la necesidad de saber más de ella, en el buen sentido claro estaba.


Así que mientras caminaban por la ciudad, Muerte prestaba atención a todo lo que capturara la mirada o el interés de aquella joven. Era fascinante ver como observaba los colores a su alrededor, muchos pedían su opinión como si la conocieran y creía que así era, la forma en que caminaba y saludaba a todos a su paso, demostrando que era sumamente sociable, su ahora cabello castaño como el chocolate llegaba un poco arriba de sus hombros danzando suavemente gracias al aire que corría, sus ojos marrones se llenaban de alegría cuando veía algo que le gustaba a diferencia de aquel día que no mostraban nada más que miedo y lágrimas, su piel ligeramente morena parecía estar iluminada gracias a los cálidos rayos del sol, las pecas que duras penas y se veían parecían que ni siquiera existían, solamente las notaría alguien que realmente le prestara atención, el vestido blanco que llevaba hacía resaltar su tono de piel y la hacía ver de cierta forma, angelical.

¿Cómo podía existir alguien así de hermosa? Parecía tallada por los ángeles, incluso Lucifer le tendría envidia a la joven Wood, aunque pensándolo bien, su hermano era tan vanidoso como todos ellos, incluso más.

Mientras la seguía, observaba cada cierto tiempo su lista, a veces tenía que desviarse para poder recoger algún alma que ya tenía que dejar el mundo, su rapidez le permitía viajar de aquí para allá, recorriendo el mundo de manera rápida, e incluso estaba agradecido que su búho, ya que este no la perdiera de vista, pues aquel majestuoso animal era sus ojos en todo momento. Ahora mientras caminaban por lo que parecía ser el centro de la ciudad, la joven Wood no estaba muy lejos de él, los pasos eran contados y ella parecía estar muy feliz de estar caminando bajo la luz del sol, alegre de estar fuera de las cuatro paredes del hospital.

-Buenos días Martha - saludaba un anciano a la joven pintora - Tu pedido llego ayer antes de que cerráramos el local

-¡En serio! - exclamo ella mientras sus ojos marrones se iluminaban dándole un aire más tierno, pues sus mejillas se adornaban con un lindo sonrojo - ¡Eso es fantástico señor Chester!

-Ya lo creo querida, fue una pelea y un arduo trabajo buscar esos hermosos pinceles - expreso el anciano - ¿Los quieres de una vez o cuando regreses de tu trabajo?

-Si no es molestia, de una vez - comentó ella emocionada

Para Muerte ver la emoción reflejada en su rostro fue algo único, el cómo sus mejillas adquirían un hermoso tono rosa, sus ojos brillaban de la emoción, la sonrisa en sus labios era perfecta, toda ella lo era. Cuando entro a la pequeña tienda, Muerte pudo observar todo lo que estaba relacionado con el arte, pinceles, diferentes tipos de acuarelas, los marcos y mucho más, si bien quería un poco más, tuvo que suspenderlo ya que su lista comenzó a brillar.

 

Luis Vásquez - 32 años
Asalto a mano armada

 

Muerte soltó un gruñido semejante al de un animal, odiaba los asaltos a mano armada, ¡Eran los peores! Pues siempre quedaba las victimas aún con vida y comenzaban a gritar como locos al verlo, pero él no tenía la culpa, así que saliendo de la tienda fue a buscar aquella pobre alma que aclamaba su presencia para ayudarlo a pasar el umbral.

 

***

 

Martha no hubiera creído que los pinceles artesanales eran hermosos, ¡Claro que no! Pero ahora que Chester los probaba en un viejo trapo blanco, supo que eran los indicados para su hermosa obra de arte, la pintura que terminaría en exposición si todo salía bien.

Observo por encima de su hombro, había dejado de sentir nervios al notar que ya no le seguían o al menor eso pensaba, que ya no la observaban y eso se le había hecho raro, pues a pesar de poder sentirse acosada, el raro instinto de protección ya no estaba encima de ella, como si la persona se hubiera cansado de seguirla, pero no podía ser una persona, ¿Verdad?

¿Por qué se sentía rara al ya no sentirla? Ella se sentía cómoda con esa mirada, pues si bien a veces las mismas miradas le hacían sentir a veces acosadas, por algunas personas, ella quería volver a sentir esa mirada.

-Espero volver a verte - dijo el señor Chester - Es lindo tener tu visita querida Martha

-Claro que sí, espero que sea pronto - comentó encantada Martha

La sonrisa que el señor Chester le dio en su arrugado rostro, fue clara señal de que le encantaba verla sonreír de esa forma, la despidió en la puerta de aquel pequeño y pintoresco local.

-Que tengas bonito día, niña Martha - despidió el anciano, alegre por haber visto a la joven de cabello castaño.

Martha solo sonrió aún más, Joe Chester era como el abuelo que, a pesar de tener una nieta mayor, le seguía llamando niña o pequeña.




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