Thomas Mortem

Capítulo Siete

Había días en que Muerte metía su cuchara de más, donde sin darse cuenta cambiaba los nombres que aparecían en su lista y cuando se daba cuenta; era tarde, por tal motivo trataba de evitar irrumpir en la vida de los demás, pero ahora no había nada que pudiera hacer. Fue a la mañana siguiente de haber estado en aquel bar, cuando Muerte tuvo que hacer acto de presencia a las seis de la mañana en un viejo callejón, cerca de los muelles de la ciudad. La noche anterior había llevado de forma sana y segura a las tres jóvenes, pero jamás imagino que ellas serían unas posibles víctimas, ya que en esos momentos pudo ver a dos señoritas totalmente diferentes a las que había ayudado, pero parecía que habían estado de fiesta, por sus vestidos llamativos.

Nancy Delgado - 24 años 
Asfixia

Melanie Durant - 22 años 
Sobredosis

¿Cuándo demonios había vuelto a desafiar a su lista cuando había jurado no volver hacerlo? Se reprendió mentalmente, enojado por lo que había sucedido y era un hecho que hacía poco habían muerto, ya que sus cuerpos parecían seguir tibios, y sus almas revoloteaban a su alrededor, sin querer tan siquiera volver a su lugar.

- Pobres almas, la vida ha sido injusta con ustedes - comentó Muerte, aunque sabía que nadie lo estaba escuchando - Aunque creo que la culpa puede ser mía

Otro suspiro había salido de Muerte, no podía creer lo que había pasado y sobre todo que para su desgracia, el genero menos apreciado aparecía y a pesar de que también era cincuenta por ciento hombre, los odiaba por la poca inteligencia que mostraban y la "autoridad" que deseaban demostrar.

Otro pequeño grupo de oficiales llegaron para acompañar a los primeros que habían llegado a la escena en poco tiempo, hablaban entre ellos y parecían que estaban discutiendo, aunque claro que el tema era más que nada por las dos señoritas. Muerte decidió quedarse, quería asegurarse de que no le hicieran nada a los cuerpos de las jóvenes, pues a pesar de ya no poseer vidas, sabía que a algunos humanos les gustaba practicar la necrofilia y eso era algo que deseaba evitar para las jóvenes.

- ¿Causa de muerte? - cuestiono uno de los oficiales, quien por el fisico que portaba, Muerte podría jurar que si lo empujaban colina abajo, rodaría - Anqué creo saber que paso

- Ambos posiblemente de sobredosis - respondió otro mismo que parecía asqueado de estar cerca de los cuerpos - Posiblemente andaban por situaciones ilegales

¿Posiblemente? ¡Ni siquiera estaba seguro! ¿Cuestiones ilegales? ¡Vaya mentira! No estaban haciendo bien su trabajo, simplemente se ocupaban de rascarse sus enormes traseros, frunció el ceño al escuchar todas las tonterías que salían de sus bocas.

- Solo mira como están vestidas, es claro que eran prostitutas - aseguro un oficial con burla

- ¡Eso es una mentira! - exclamo Muerte, aunque nadie lo escucho - Ellas no eran nada de eso ¡Ellas no eran prostitutas! ¡Valían más que tu asquerosa vida!

Él sabía la realidad de cada una, pues sus recuerdos le habían permitido observar lo que pasaba en su totalidad. Nancy era una hija de casa, salía rara vez con sus amigos y amigas, prefería ayudar a su madre en la cocina y ayudarle y arreglar un poco de ropa, era inteligente y buena persona, lo sabía por las cálidas memorias. Melanie era una joven que le encantaba los deportes; podría practicas todos los que existían en el mundo y conseguiría estar en primer, fanática del soccer como su padre, prefería viajar de mochilera y estar en lugares de montañas, mismos que le darían competencia y le ayudarían a desarrollar mejor sus habilidades.

Apretó los puños, odiaba que sacaran sus conclusiones, que hablaran de las mujeres como si fueran simples objetos sin valor, ¡Ni ellas, ni ninguna mujer eran objetos! Odiaba sentirse así de impotente, ya que no podía opinar de las jóvenes - al menos que quisiera causarles un infarto - necesitaba hacer algo y urgentemente.

Mientras escuchaba a los policías hablar, sintió que podía vomitar en su forma de Thomas, ¡Esos hombres eran unos imbéciles de primera! Incluso parecía que se les olvidaba que una mujer les había dado a luz. Muerte se quedó con ellas hasta que fueron entregadas a su familia, si bien planeaba una muerte dolorosa con la intensión de que se traumaran y de paso poder ahorcarlos, no dijo nada.

- ¿Por qué la vida es tan mierda? - susurró para sí mismo Muerte quien se encontraba retirando el alma de un perrito abandonado que lucía golpeado, posiblemente con piedras o algún objeto diferente - Vamos amiguito tenemos más compañeritos que recoger

Otra cosa que odiaba de su maldito trabajo era que tenía que recoger a mascotas o animales callejeros que terminaban de la peor manera por el ser humano, ya fuera por haber sido abandonados, ser descuidados, accidentes. Los casos que más odiaba y aborrecía hasta su espina dorsal, era el de las mascotas que morían a manos de las personas, la forma tan despiadada que los humanos les arrebataban la vida y que posteriormente se excusaban que había sido porque el perro era agresivo.

Odiaba todo eso, odiaba ver a los cachorros, a los gatitos o a cualquier animal mal herido, llorando por el dolor que sentía o aún peor, cuando estaban al borde y las personas seguían disfrutando verlos sufrir, ya fuera con risas o grabándolos para subirlos a las afamadas redes sociales.




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