Diciembre llego y con ese mes; llego los frentes fríos abrazaba a todos, el agua era un peligro pues presentaba un riesgo para el padecimiento de pulmonía o la típica gripe, muchas personas iban muy bien abrigada, otras parecían no verse afectados por los frentes fríos que había.
Helen Kowalski era uno de los que estaban abrigados, pero no con veinte suéteres; sino con lo necesario para entrar en calor y no morirse de frío, ella iba caminando por las calles directo al almacén, ese día iba a ver un nuevo modelo, aunque nadie llegaba hacer la perfección que Thomas Mortem o Muerte era. Su cabello gris iba atado en una coleta alta con perfectos rizos al final, llevaba unos jeans negros que se ajustaban a sus piernas, unos botines oscuros con adornos dorados, llevaba una blusa gris y una chaqueta de cuero la cual se aferraba a su cuerpo, como un guante a la medida exacta y la bufanda alrededor de su cuello era de color rojo.
Muchos le saludaban, sonreían y se aferraban a sus abrigos, sus manos se resguardaban en guantes de lana para que no sufrieran más delante, pero ella ahora se encontraba llegando al almacén, donde se llevó la sorpresa de ver que muchos estaban afuera, temblaban de frío y eso preocupó y molesto a Helen.
- ¿Qué sucede aquí? – cuestionó ella, mientras acomodaba a Naga en sus brazos – ¿Por qué aún no entran?
Sus estudiantes se voltearon a verla, posiblemente felices de ver que al fin una de sus dos maestra había llegado.
- Maestra, está todo cerrado – comentó uno de sus alumnos, era un niño de doce años – La profesora Wood aún no llega
- ¿Cómo que aún no llega? – cuestionó Helen interesada, porque Martha siempre llegaba antes que ella – ¡Son pasadas de las diez! Ella sabía que yo iría al hospital – bufó molesta – Vengan, deben de entrar antes de enfermarse
El almacén se sentía solo, era así desde que Muerte se había ido, por eso ahora, mientras entraba observó con fascinación y tristeza las pinturas que había de su amigo, las últimas pinturas que se habían realizado tiempo atrás.
- Bueno, pónganse cómodos y ahora voy con ustedes, voy a prender la calefacción, eso nos hará sentir a todos más cómodos – comentó ella quitándose los guantes
Los menores se comenzaron acomodar, ella prendía la calefacción y colocaba a su amiga emplumada en su perchero, ahora mientras sacaba las pinturas, Lorena y Martha quien parecía haberse dignado a aparecer por fin, se acercaron, parecían discutir sobre algún tema que ella posiblemente ignoraba.
- Buenos días querida – saludo Lorena, la mujer ya lucia algo mayor, como si el tiempo le afectara – Que bueno que ya llegaste
- Ya lo creo – comentó ella, pasando por alto la irritante mirada de Martha – Díganme ¿Ha pasado algo?
- Bueno aún no encontramos un modelo – respondió Martha, su voz sonaba desinteresada – Dime, ¿Acaso no puedes llamar a Thomas?
- No, Tom me había dicho que llegaba en este mes, pero no he sabido nada – suspiró, prefería no revelar muchas cosas de su amigo – La última vez que lo vi, fue el día que se fue
Mentira, le dijo su subconsciente. Ella había vuelto a verlo el 31 de octubre, no entendía porque hasta que recordó que era la fecha conocida como Halloween, aunque Muerte le había expresado que en otros lugares como en la república mexicana, era respetado y contaban con el festejo del “Día de muertos” donde varias personas ocupaban ropa con similitudes a él y no parecían incómodos.
- ¿Entonces qué haremos? – cuestionó Martha, mientras movía sus dedos con nervios
- Creo que yo puedo ayudar, aún tengo algo de ropa aquí – señaló Helen, recordando la ropa que había en el almacén
Helen pudo ver que ellas estaban esperando a que se pusiera la ropa que decía, así que cuando se terminó de cambiar en el baño, se observó, el espejo no le mostraba todo su atuendo, pero ella lucía un hermoso vestido color vino que se ajustaba a su cuerpo, de tirantes delgados y escote pronunciado, tenía una pequeña abertura del lado derecho. Cuando salió del baño, sintió que su corazón comenzaba a latir ferozmente como cuando Muerte estaba cerca de ella.
- Sin lugar a duda eres hermosa – comentó encantada Lorena, observándola – Oh Helen, ¡Toda una rompe corazones!
Las mejillas de Helen se pusieron rojas, pero ese color se intensificó cuando una voz llegó a sus oídos, una que conocía muy bien y que a veces la escuchaba entre sueños.
- Sin lugar a duda una diosa, entre mortales – comentaron
Ahí frente a ellas estaba Muerte alias Thomas Mortem quien llevaba una camisa azul marino, con chaleco, pantalones y zapatos negros.
- ¡Tom! – exclamó ella, mientras le abrazaba por el cuello y mostraba una brillante sonrisa
Las frías manos de Muerte hicieron que sintiera un escalofrío en su espalda, pero aun así no quiso separarse, temiendo perderlo o que simplemente fuera una ilusión que jugaba con sus sentimientos y pensamientos, por el hecho de extrañar a su amigo de ojos grises.
***
Martha los observaba desde donde estaba, ellos estaban ajeno a todo y todos, como si les diera igual estar en un lugar publico o en un lugar privado; siendo solo ellos dos, pero aun así, no podía creer que él estaba ahí, frente a ella, la persona que desde hace tiempo y sin aceptarlo, le robaba el aliento y los sueños, la persona a la que ella le había robado un inocente beso, porque eso fue, desde su perspectiva; solo fue un suave e inocente beso que no era tan importante o que no poseía la importancia que ellos le estaban dando.
¿Por qué volver ahora? ¿Por qué solo centrarse en Helen, nada más? No entendía, no lo hacía, pues ahora había parecido como si nada hubiera pasado, como si su desaparición no fuera tema de preocupación y sobre todo, por qué se abrazaba a Helen como si su vida dependiera de ello. Como si estuvieran hechos el uno para el otro.
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Editado: 08.02.2022