Thomas Mortem

Capítulo Quince

La última vez que había visto a la Muerte alias Thomas Mortem fue hace cincuenta años, desde entonces no lo había vuelto a ver, a veces creía que era un sueño, que lo había imaginado, pero había pruebas de que no se había vuelto loca ni nada por el estilo, pues la prueba era que, en el aniversario de la muerte de Helen, un ramo de rosas, girasoles y lirios llegaba a la tumba, siempre con la misma frase.

Las sonrisas son de aquellas personas que las provocan. Mi sonrisa es tuya. 
~Thomas Mortem

Era irónico que pusiera aquel nombre en las tarjetas, pero era comprensible, parecía que nadie más que ella y Helen sabían la verdad de aquella persona que las había cuidado tanto. A diario pensaba que él volvería aparecer, que le abrazaría y besaría de forma tímida y luego sonreirá mientras le dice "te sigo amando", pero no sería así, ni siquiera sabía si él quería verla.

Martha solo pudo suspirar y observar con anhelo la foto que aún guardaba antes de que su vida se convirtiera en una pesadilla, si bien no hubo pruebas físicas de que ella había sido quien había empujado a la pareja, no quitaba el hecho de que muchos se había alejado de ella, se había casado sí, pero no con alguien que valiera la pena, se había casado con John, si, el idiota de John Delton. Todo comenzó tres meses después de la muerte de su amiga y la desaparición de Thomas, ella había caído en un estado de depresión, no hablaba, no quería salir de su departamento e incluso, había sacado a sus padres de él, parecía que se sumergía en la oscuridad cuando ese idiota apareció, aunque sabía que era su culpa, prefería culparlo a él por aprovecharse de la situación, por haberse aprovechado que ella se ahogaba en un enorme vaso de agua.

Su matrimonio fue más que nada ver quien de los dos tenía el control, con estúpidos celos, peleas y una que otra agresión física, un matrimonio con John fue como estar con el peor de tus enemigos, habían puesto varias condiciones, pero la que él prefería, era que podía tener a las amantes que él quisiera – quitando el hecho de que seguía con Layla y con el bebé de ella – y ella podía salir, solo cuando él estaba fuera de la ciudad, mientras tanto tenía que cuidar a los niños, porque si, tuvieron hijos. Su hija mayor le había puesto Helen, en honor a su amiga, y a su hijo menor le había puesto Dante, y aunque a John poco le importaban sus hijos, jamás se enteró que el segundo nombre del hijo que tanto presumía y que decía sentirse orgulloso, se llamaba también Thomas.

Durante esos años, se vio obligada a ver como todo cambiaba, las personas que ella conocía iban dejando este mundo y ahí era cuando ella cuestionaba en donde estaba Muerte, pues había visto en varias ocasiones a Adhair volar por encima de la ciudad y cada que lo veía se preguntaba si él estaba cerca. Los sentimientos que tenía hacía Muerte o Thomas provocaron cierto rechazo en su hija, quien a pesar de conocer la situación que tenían sus padres, se negaba a creer que su madre podía querer y amar a alguien diferente, en cuanto a su hijo, él solo se cuestionaba que tan importante era aquella persona en su vida como para haberle puesto su nombre a él.

Otra cosa que se lamentaba Martha, era que había cortado contacto con sus padres, al principio cualquiera hubiera pensado que fue cosa de John Delton, pero no era así. La realidad era diferente, cuando sus padres se enteraron que ella fue en parte responsable por la muerte de Helen, quedaron devastados, y cuando se enteraron que Thomas se había ido y que ella al final si se iba a casar con John, fue aún peor. Su padre había sufrido un pre infarto lo que le costó a su viejo estar en cama y cuidados intensivos un largo tiempo, y a su madre, la pobre había llorado, gritado y rogado que no cometiera dicha estupidez, aunque terminó internada gracias a la baja de presión que sufrió, aunque si bien se había separado de ellos, no implicaba que Helen y Dante no conocieran a sus abuelos quienes les querían, más que nada porque eran Wood's como ella y porque ellos no tenían la culpa de sus errores cometidos en el pasado.

Durante todo aquello vio a todos crecer, superarse y sobresalir, pero ella paso de ser una gran maestra pintora y pintora a ser solo una ama de casa, que esperaba a que su esposo e hijos llegaran de la escuela para poder servir la comida. 
En aquellos instantes estaba tranquila, observando desde la ventana de su casa a los niños correr, cuando uno le llamó la atención y era su nieto más joven, Drake.

- Hola abuela – le saludo mientras le besaba de forma tierna su mejillas –  ¿Cómo se encuentra?

- ¿Yo? – cuestionó ella mostrando una sonrisa – De maravilla niño, pero a ti te veo más grande, ¿Qué te dan de comer?

- Abuela – reprochó de forma divertida mientras se sentaba a lado de ella – Vengo a invitarla a mi exposición de arte, es este sábado a las seis de la tarde

- ¿Ya tan rápido? – pregunto Martha, observando el sobre rojo sangre que su nieto le extendía – Estaré ahí, pero debes de ir conmigo como acompañante o acaso te avergüenza esta anciana – se burlo

- ¡Jamás! - exclamó su nieto, mientras abría sus ojos con sorpresa y horror – ¡Nunca diga eso abuela!

Martha sonrió, Drake su pequeño niño, había nacido con una habilidad nata para el arte, por eso cuando su hijo se mudó de Texas para volver a su ciudad natal, lo mandaba a que aprendiera aún más. Mientras su nieto hablaba de la emoción y los nervios que lo rodeaban, ella suspiro, había dejado atrás el almacén solo días después de haberlo perdido todo, sus alumnos la evitaban o simplemente no querían saber nada de ella, por eso no había vuelto a pisar el lugar, aunque claro que estaba al tanto de las cosas, como por ejemplo que Lorena le cedió a su hija de en medio el almacén, misma que se hizo socia con la pequeña Kelly para sacarlo adelante, una vez que la pequeña niña rubia había cumplido la mayoría de edad y había logrado reclamar la herencia que su padre le había dejado.




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