Thomas Mortem

Carta De Azrael

Querido lector (a): 

Tú a mi posiblemente no me conoces, no sabes quien soy o lo que soy, pero yo sí se quienes son todos ustedes. 

Mi nombre es Azrael y soy conocido como el ángel o arcángel de la muerte, en otras culturas me llaman Muerte, Catrina, Catrín, Mictlantecuhtli, la Parca, Tánatos, Abbaddon (el destructor), la Tembleque, la calavera, la Chingada; este último me ofende un poco, pero que te puedo decir, me han llamado de formas peores y solo me tengo que aguantar lo que piensen. Y déjame decirte de que no me importa el nombre que me den, se cual es mi identidad y la seguiré manteniendo, sin importar el pasar del tiempo.

Podría sonar raro, podrías creer que estoy loco por hacer esta carta para ti, pero quiero que sepas que nunca estas solo, que aquí estoy yo, yendo y viniendo, sonriendo y llorando, sosteniendo tu mano o simplemente siguiendo tus pasos de forma silenciosa y segura, porque en la biblia yo, la muerte soy el equivalente a la lejanía y a la ausencia de dios, y cuando él no este a tu lado, yo estaré dispuesto a escucharte; aunque no quieras saber nada más de mi.

He vivido las peores experiencias a lo largo de mi existencia y créeme cuando te dijo que a veces me cuestiono si la humanidad esta en sus cinco sentidos o si en definitiva debería mandarlos directamente con el rey de las tinieblas. Hay catástrofes que causan la muerte de un sinfín de personas, grande cantidades de cuerpos que sufren los daños que llegan hacer de fuerza natural, per aquellas muertes que son desgarradoras, me hacen perder la fe en la humanidad y hacerme cuestionar el porqué aun no intervenimos, pero cada acción tiene una reacción, muchos ya están más allá que para acá, muchos ya tienen un pase garantizado hacía el paraíso o hacía los túneles y cuevas del infierno y solo estoy esperando el momento para guiarlos, pero sabes, hay un sentimiento que en estos momentos me abraza y es la envidia.   

Sabes, te envidio, nadie te grita, nadie te maldice por llevar a los moribundos al mundo de los muertos, nadie te llama perra o dice que le haces los mandados, te envidio porque puedes volver paginas atrás y volver a sentir aquella inocencia que había entre dos amigas que se querían mucho. Tal vez yo tenía la mayor parte de la culpa, talvez no debía de haberme acercado a ninguna de ellas, pero ¿Cómo iba a saber que los celos iba a cegar a una de ellas y a matar a la otra? No lo sabía y eso fue lo peor, creo que ese es el castigo a nosotros los ángeles y arcángeles por enamorarnos y desarrollar sentimientos por los humanos. Debo de decirte que sin darme cuenta la ame, ame a Helen Kowalski ye se fue mi peor error. 

La muerte de mi querida Helen jamás fue planeada, nunca espere que aquellos sucesos pasaran, y jamás me voy a perdonar, la llore, la llore como nadie tiene idea, sentía el dolor invadir mi cuerpo, y lo cierto es que cuando menos lo pensé quise maldecirme a mi mismo. No se como te haya caído Helen, pero quiero que sepas que ella fue mi todo, mi amiga y confidente, aquella humana a la que hubiera deseado mantener a mi lado sin importar que. 

Querido lector o lectora, yo aquí y ahora, a través de la pluma y teclado de la escritora, puedo decir que te envidio, porque podrás sentir la paz que yo no puedo tener; al tener un trabajo tan pesado como este, pero quiero pedirte una cosa, y talvez suene difícil para ti, pero lo pido con toda sinceridad.

Si en algún momento te hice daño, si me lleve a alguien a quien amaras con locura, te pido una disculpa, no quiero que me odies, no quiero que me tengas rencor, solo quiero que comprendas que es mi trabajo, es la labor que dios me encomendó al crearme, es mi deber. Si te lastime te pido perdón, si te hice llorar hasta quedarte dormida o si te deje sin lagrimas, si te hice gritar o romper alguna cosa para que pudieras quitarte aquel sentimiento, te pido una disculpa, una sincera. 

No quiero que me odien, nadie me conoce y siento que todos me señalan. Nadie sabe que me siento solo, que deseo compañía, que cuando hablaran de mi, lo hicieran con sentimientos sinceros, con palabras cálidas, no frías como si de dos témpanos de hielos se trataran, quisiera que alguien me dijera “Muerte, te he traído una rosa para alegrar tu día”, que cuando llorara me pidiera que le de una sensación de compañerismo, pero se que jamás será así, nadie me dirá que necesita mi ayuda, nadie sonriera cuando digan “Azrael” o alguno de los otros nombres por los que soy señalado, porque para todos ustedes y para muchos, soy un monstruo que no sabe lo que es tener familia, por más que la desea. 

Querido lector (a), no se si yo te caigo bien o si crees en mi, tampoco se si en realidad en algún momentos habrás notado mi existencia por medio de la biblia o por historias contadas de boca en boca, pero si hay algo que deseo pedirte y es que durante las noches (o incluso durante las mañanas) cuando escuches el canto de un búho, no cierres los ojos y maldigas, sino que sonrías y pienses que puedo escuchar tu dolor, que te ayudare a desahogarte. Quiero que cuando tengas miedo de algo, me llames, me nombres que yo estaré dispuesto a escucharte, porque yo también siento, no soy solo un saco de huesos, yo también puedo llorar a tu lado, puedo reír y puedo ser aquel que te escuche, aunque no pueda responderte, aunque no te pueda abrazar, solo quiero que sepas que aquí estoy y que jamás te dejare.

Atte. Azrael, el arcángel de la muerte. 
 




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