Recuerdo que estaba sola. Mi amiga Lola me había dado plantón cuando ya estaba en el local. No se le puede echar la culpa: actúa como madre soltera cuidando a su sobrino todas y cada una de las noches en las que no trabaja como enfermera en un hospital.
Intenté llamar a otra amiga, Isabel, pero ya tenía planes. Así que me dije a mí misma que me tomaría un Martini con soda para no haber ido en balde y me volvería a casa.
Y entonces le vi. Un dios pulido en ébano, con el cabello menos encrespado de lo que debería por el tono de su piel, sutilmente peinado hacia atrás. Aquellos rasgos me resultaban sencillamente magnéticos. Físicamente, era mi tipo por completo. Yo ya tenía entretenimiento para esa noche. Tras el último sorbo a mi copa, me dispuse a pagar el trago.
—¿Podría invitar a la dama? —oí detrás de mí.
Un gesto tan cliché no podía venir más que de un viejo verde. Volteé la vista, lista para enfrentarme al rancio galán.
—¿Quién me cree tan pobre que no me pueda pagar una simple copa?
Y al frenar el giro, ya me estaba arrepintiendo de la dichosa pregunta. Ese dios de ébano estaba ante mí.
—Siento haberle ofendido, pero me sentí observado por una bella mujer, y usted era la única en el local que está sola para poder hacerlo.
Miré alrededor. Su afirmación no era del todo cierta: había varios grupos de amigas que le habrían observado de buen grado. La única posibilidad era que se hubiera dado cuenta de que antes le observé con la minuciosidad que la distancia me permitió.
Me había pillado. Me dispuse a sacar la bandera blanca.
—No suelo ser tan descortés —procuré poner mi mejor cara de niña buena—. Pero si te he molestado, soy yo la que te pide disculpas.
—¿Por qué habría de sentirme ofendido porque usted se defienda? —su gesto mostraba contrariedad.
Entonces fui yo la contrariada, y mi cara lo dijo todo.
—No se preocupe, empezaremos de nuevo —afirmó, inclinando levemente la cabeza hacia adelante—. Me llamo Christopher.
—Avery —le extendí mi mano—. Encantada.
—Un placer conocerla —me besó el dorso de la mano con elegancia.
Sorprendentemente, en mi interior pensé: para placer, el mío. Instintivamente, mi vista se deslizó hacia su segundo botón desabrochado. Me di cuenta a tiempo y aparté la vista, pero me sonrojé demasiado.
—Algo me dice que debía conocerte, pero no de esta manera —Christopher puso su mano sobre la mía.
Le volví a mirar, y fue con otros ojos. Esa tristeza que desprendía me sobrecogió tanto que quise abrazarlo hasta que dejara de llorar. Pero mi instinto primario quería quitarle la ropa.
Un destello cruzó mi mente con una cara rescatada de mis recuerdos, y mi príncipe desapareció según había aparecido. Esa melancolía en la mirada de Christopher solo me sirvió para demostrar que me podría enamorar de otro hombre. Otra vez que mi mente no quería avanzar.
Me negué en rotundo a que mi primer amor me impidiera proseguir mi vida. Con mi mano bajo la suya, entrelacé mis dedos con los suyos. Noté a Christopher relajarse. Entonces supe que la contradicción también le estaba tensando.
Nos fuimos acercando y nos fundimos en un beso. Fue precioso, delicado y emocionante a la vez, si eso es posible.
Al tomar aliento, mi parte más racional —o quizás romántica— me hizo sacar el teléfono para pedirle su contacto. Él me respondió con una bellísima sonrisa que me enamoró. Le puse como "Christopher" en mi agenda. Tras beber aquella copa, nos fuimos a un hotel.
Terminamos lo que habíamos empezado y nos despedimos. Recibí un mensaje en el móvil de su parte: me daba las gracias por una noche mágica. Y posteriormente me pidió ser su amiga.
Le quise matar. Pero el recuerdo de su mirada triste y su sonrisa lastimera no me dejaron mandarle al quinto pino. Respondí con un escueto "vale".
Si íbamos a ser solo amigos, que así fuera. Ya había conseguido dejar atrás al príncipe de mis recuerdos, y eso solo sirvió para demostrarme que perseguía una utopía buscándole.
No le llegué a conocer lo suficiente como para atreverme a preguntar eso que tanto añoraba su mirada. Y tampoco me atreví a preguntarle por qué se acercó directamente a mí en aquel pub.