Tras una semana en el puente aéreo, ya me tocaba descansar. Lo primero que pensé fue en llamar a Lola y ponernos al día.
Nada más verme, me hizo el primer comentario muy parecido al de mi hermana. Fui directa a la información porque no quería remolonear.
Me había estado mensajeando un poco con Christopher, y solo parecía corroborar las mismas sensaciones que me dio aquella noche que me enamoró. Le comenté a Lola lo que ya había hablado con Cassidy, y me dio el mismo consejo.
—¿Sabes en qué trabaja? —me sugirió. —Se puede saber mucho de un hombre por cómo afronta el trabajo y si le gusta o no. —Comentó algo de seguir el legado familiar... —me encogí de hombros. —Tendrá una PYME.
Lola se empezó a emocionar de una manera un tanto extraña:
—¡O es el heredero de un jefe de la mafia! —¡Por dios, no! —Me eché las manos a la cabeza. —Quítate esas ideas de la mente, que no soy ningún personaje de telenovela. —¡No me quites la ilusión, Avery, que es superromántico! —entrelazó sus manos y, a un lado de su cara, pestañeó exageradamente mirando a ningún lugar en concreto. —¡Peligroso, sí que lo es! —Me dejó atónita.
Mi teléfono sonó, tan oportuno como siempre. Por un momento pensé que sería Christopher, pero era Isabel.
Me comentó que se había acercado a comprar ropa de baño a juego para sus padres y que tenía el resto de la tarde libre para ponernos al día. Miré a Lola para pedirle permiso. Se encogió de hombros. Le comenté a Isabel que estaba con Lola y le dio igual. Me resultó tan raro que no sabía qué esperar.
Isabel llegó en menos de cinco minutos y las presenté. Se llevaron bien enseguida, aunque mi instinto me decía que estaba observando una ilusión óptica.
Tuve que excusarme un momento para ir al baño. Al volver, las vi tan cómplices que entendí que se gustaban sin decírselo. Curioso el destino, porque serían una pareja perfecta. Pero no lo forzaría. Se debían de dar cuenta ellas mismas.
Son algo lentas. Tuve que sugerir quedar juntas otra vez para que se dieran el contacto. Me hubiera dado una palmada en la frente, si hubiera sido un emoticono, lo juro.
Tuve que contar mi noche con Christopher por enésima vez para Isabel. Pero, pese a lo que creí, me respondió más madura de lo que me esperaba.
—Esas cosas hay que tener mente fría para hacerlas y poder llevarlo bien. —Sonrió y tomó un sorbo. —Aunque si te dolió que te comentara lo de ser amigos... —me miró por encima de unas gafas inexistentes. —¿Puede que sea porque te has enamorado de nuevo?
—Espera. —Se me atravesó el bocado de sándwich que intentaba morder. —¿Qué pretendes decir?
Lola gesticuló una divertida sorpresa y afirmó:
—¿Y tu príncipe de trece años? —Y Lola se volvió también contra mí. —Llevas doce años idealizando a una persona que no vas a volver a ver.
Isabel afirmó y siguió:
—No sabes cómo estará ahora. —Se encogió de hombros. —Quizás tenga hijos, no lo sabes. —¿Qué tendrá que ver? —Me defendí. —A no ser que sea viudo... —empezó a entonar Lola. —Seguramente esté casado. Y con otra que no eres tú, obvio. —Me da igual. —Respondí con un poco de mala gana.
Ellas se miraron cómplices de nuevo, pero a mi costa.
Mis amigas me conocen demasiado como para engañarlas. Pero lo cierto es que aquello no me sentó tan mal como yo esperaba.
—¿Eres consciente de que era una utopía, verdad? —alcanzó a comentar Isabel. —Y, en cambio, ahí tienes a Christopher —extendió su mano hacia mi móvil—, alguien al alcance de tu mano.
—Quiero ser un poco cotilla, si me dejas, claro. —Rió divertida Lola. —¿Y cómo es? —miró a Isabel. —Físicamente, me refiero.
—Tiene la piel de chocolate y los ojos marrones. —Parca en palabras, sonreí con malicia. —Me saca media cabeza, y es atractivo.
—¡Mira la otra, ese tipo de arrebatos no se tienen con un gordo bajito! —comentó Lola. —¡Qué grosero y soez ha sido eso, Lola! —Me quejé. —Y de muy mal gusto.
Isabel afirmó con la cabeza, dándome la razón. Y me miró con ganas de más.
—Así es también el príncipe, ¿verdad? —Isabel se puso seria. —Quitando el hecho de que entra en tu perfil de hombre perfecto, ¿qué te llamó la atención para que tu mente no te echara atrás?
La pregunta me dejó K.O. Tuve que pensar la respuesta. ¿Qué me impulsó a echarme a los brazos de Christopher?
—¿Su mirada triste, la melancolía al hablar, que él es atractivo hasta la extenuación? —¿Y ahora por qué me recreaba? —¿O quizás porque es físicamente como me había imaginado siempre que sería el chaval de mis sueños? —Terminé por admitir en un hilo de voz.
Lola e Isabel se miraron preocupadas por mí. Pero en Isabel se vislumbró un atisbo de esperanza y me preguntó:
—Dejemos eso que acabas de decir a un lado. —Estaba más seria de lo normal. —Dinos algo, por poco que sea, que los diferencie, a los dos.
Resoplé. Sé que no debería haber admitido aquello. Pensé en el príncipe de mi pubertad, y lo que me transmitía: curiosidad. Christopher lo que me transmite es melancolía y añoranza.
—Aquel era curioso y divertido. Christopher tiene una languidez en la mirada que quieres abrazarle para consolar su corazón.
Creo que no se esperaban mi respuesta. Isabel zanjó:
—Creo que volver a verlo te hará más mal que bien. Así que yo mantendría a Christopher en la friendzone, que es donde él quiere estar.
Me dejé guiar por ellas, que siempre tuvieron más experiencia que yo en lo que al corazón se refiere.