Thrice

Capítulo 5: Avery en Madrid

Auxiliar de vuelo... ¡Qué romántico debe ser estar todo el día viajando y visitando lugares nuevos! A esos que lo digan ya me gustaría verles rotando cada dos semanas de terminal, de puesto y hasta de compañía aérea.

Conozco muy bien el aeropuerto de Madrid. El de Barcelona también me es familiar. Hubo un tiempo en que solo íbamos al Orly de París. En Londres he estado menos veces, la verdad. He ido un par de veces a Tokio y una a Kioto, que le cambié el turno a una compañera. Pero no salgo de los aeropuertos. No hago turismo ni pruebo alguna de las delicadezas autóctonas de cada país que visito.

Mi trabajo me encanta, pero porque me gusta ayudar, me gustan los idiomas y la sensación contradictoria de volar y tener suelo bajo mis pies.

Me mandé mensajes con Christopher desde aquella noche. Él fue muy atento a todo lo que le comenté.

Pero empecé a tener un problema. Francamente, me parecía casi imposible y por eso lo excusé por el temor que me habían infundado mis amigas quince días antes.

Me asustaba por más tonterías que antes. Me asqueaba por más cosas que antes. Me reía por chistes peores que antes. Me emocionaba por nimiedades mucho más que antes.

Mi jefa inmediata lo notó y me pasó a embarque temporalmente durante un año. Quise saber la razón de tanto tiempo y su respuesta fue mandarme al médico del seguro laboral.

Temí lo que me confirmaron: estaba embarazada.

No supe decidir a quién decírselo primero. ¿A mi familia, a mis amigas o al padre?

¿En serio debía decirle a Christopher? Solamente fue una noche, pero no había estado con otro hombre en meses. Además, él dijo que seríamos amigos. ¿Cómo le iba a atar de esa manera?

Llamé a Lola. Estaba con su sobrino y con Isabel. Fui a donde habían quedado y me dispuse a contarlo.

—No me lo podía creer. —Apreté con fuerza el vaso de café Moka que me había comprado. —Fue solo una noche. —Avery, lo dices como si no pudiera pasar. —Isabel giró la vista poniendo los ojos en blanco. —Tú dirás lo que quieras —alegó Lola—, pero tu vida cada vez se parece más a una novela. —Rió.

Ante aquella afirmación, lo único que pensé es que mi vida estaba lejos de ser aquello a lo que Lola aspiraba.

—¿Se lo dirás a Christopher, verdad? —Isabel me dio una inyección de realidad. —¿Cómo le iba a atar de esa manera, si me dijo que seríamos solo amigos? —Me mordí el labio, nerviosa. —No puedo hacerle eso, Izzy.

Lola también se mordió el labio, miró al suelo, miró a su sobrino de casi dos años y acabó mirándome a mí:

—¿Te vas a quedar al bebé? —Lola, seria, parecía una utopía. —¿Lo tienes claro?

Miré a su sobrino e instintivamente me puse las manos en mi vientre, aún plano. Era algo que no me había llegado a plantear: abortar.

—Lo voy a tener. Y en cuanto a decírselo a Christopher, pienso que el tiempo hablará por mí. Si ha de saberlo, se lo diré.

Lola puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. Obviamente estaba en contra de mi decisión.

Isabel mostraba preocupación y alternaba su mirada entre mí y el pequeño sobrino de Lola. Parecía que ella tampoco estaba de acuerdo.

El aún bebé sintió la desavenencia en el ambiente y, tras un breve puchero, lloró.

—¡David, ya! —Lola le cogió en brazos. —Mírame, tía Lola está aquí. —Le acunó.

—Lola, ¿dónde está tu hermana? —Esta vez la seria era yo. —Lleva tres semanas sin aparecer por casa, sin ver al niño, y tanto tu padre como tú trabajáis. —Lo sé. Debo informarme acerca de los trámites. David no se puede quedar desamparado. —Yo te voy a ayudar con todo lo que esté en mi mano —dijo Isabel, muy convencida.

Qué tiernas se ponen sin pretenderlo. Me encantan como pareja. Avery, que no es el momento.

Estiré el brazo y acaricié la cabecita de David:

—Son tan frágiles a esta edad... —Gracias —Lola me cogió la mano que tenía sobre David y me transmitió confianza cuando me la estrechó. —Nos vamos a ayudar mutuamente.

Isabel frunció el ceño un microsegundo y, ya contagiada del compañerismo, rodeó la mesa y nos abrazó a Lola y a mí por los hombros:

—Nos ayudaremos entre nosotras.

La sensación que me dio fue más para convencerse a sí misma que a las demás. Aunque por mí no sería.




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