Thrice

Capítulo 8: Pues sí que seré insegura

Llegué a casa por inercia. Ya estaba avanzada la tarde y necesitaba abrazar a Ivette. Mi madre se había pasado el día con la niña, pero no podía dejar que se fuera sin contarle lo de la oferta de trabajo.

—Con ese sueldo puedes pagar una institutriz, si quieres. —Se echó las manos a la frente, como si le diera fiebre. —¡Qué barbaridad de dinero! —Eso es lo que temo —comenté con calma—: cláusulas abusivas, o peor, condiciones extra. —¡Pues no firmes! —se giró hacia mí. —Pero es que... —Miré a Ivette mientras lo decía— tendré mejores opciones para su futuro, y mejor horario para estar con mi hija.

—¿Por qué no le pides el contacto del abogado a mi hija? —sugirió Manuel, el novio de mi madre y padre de Lola. —¿Para mañana? —Me parecía precipitado. Manuel se encogió de hombros y señaló mi móvil sobre la mesa.

—De todas formas, cariño —se adelantó mi madre a comentar—, se lo tendrás que comentar a ella, a Izzy y a Cassy también. —Cierto. —Y llamé a las tres para que vinieran a casa.

Cassidy acudió con Tony, me pareció lógico. El chico era mucho más maduro que mi hermana la mayoría de las veces.

Ivette y David se fueron a la habitación a jugar con las construcciones que le había traído Tony desde Dinamarca.

—Tenéis cinco y siete años, espero que os sirva. —Les soltó Cassidy antes de que entraran en la habitación.

Tony puso los ojos en blanco y ambos se sentaron en el sofá, junto con todas las demás.

—Os tengo que hablar de mi nuevo jefe. —Comencé. Mi madre afirmó. —¿Qué pasa? —¡Cassidy era una persona tan obvia!

Les expliqué por encima el incidente ocurrido en el viaje a Tenerife y que después, a la vuelta, ya teníamos una nueva empresa.

—Bueno, a ver —Isabel puso cara de circunstancia—, eso no es malo. —¿Peligra tu trabajo? —preguntó Tony. —Pues la cuestión no es exactamente esa —contesté. —¡Dispara! —exigió Cassidy.

—¿El puesto de auxiliar de vuelo se puede asignar como particular? —respondí con una pregunta. —¡Qué retorcido! —comentó Lola.

Yo afirmé en señal de que tenía la misma opinión, enseñando los dientes.

—¿Pero qué trabajo es ese? —preguntó Isabel. —Al parecer, yo haría lo mismo que en un avión de vuelo regular, pero en su jet privado. —Cada vez que lo decía me parecía más inverosímil.

Lola empezó a transformar su cara con perversión infantil, y yo ya sabía lo que iba a decir:

—Dime que tu jefe es joven y guapo, por favor.

Abrí mucho los ojos, se ruborizaron mis mejillas y acabé desviando la mirada hacia ninguna parte; recordando su esculpido cuerpo que se adivinaba bajo su traje y esa piel de chocolate que tanto me gusta desde siempre.

—¡Avery! —Mamá, Cassidy e Isabel me gritaron al unísono.

Tony y Manuel se encogieron un poco, parecían pedir que la tierra los tragase.

—¿Llamo a Fran? —sugirió Isabel.

Lola se revolvió un pelín pero se enderezó. —Sí. —contesté.

Isabel se dispuso a llamar a Fran y puso el altavoz para que todos escucharan.

—Isabel, estoy trabajando, sé breve. —pidió Fran al otro lado del teléfono. —Es consulta, Francisco. —Dijo Lola. —¿De qué? —Fran comentó con suspicacia. —Es de ámbito laboral, Fran, ¿me puedes ayudar? —me apresuré a decir. —Avery, sí, vale. —Se le empezó a notar algo nervioso.

—Así, grosso modo, una empresa más grande ha comprado la mía y el nuevo jefe nos ha reubicado a todos los empleados. —Resumí. —Pero eso es muy bueno, Avery. ¿Cuál es la duda? —Fran se extrañó.

Miré a todas y cada una de mis visitas y proseguí:

—Pues que creo que se ha inventado un puesto solo para mí. —Eso era lo más parecido que podía decir respecto a mis dudas. —Creo que eso no es todo —entonó Lola con burla. —Lola, deja a Avery que se explique —exigió Fran.

—Bueno, a ver, en líneas generales, eso es lo principal —acabé soltando mi duda principal—. Pero no sé si puedo estar metiéndome en algún lío. —El hecho de que hayan creado un puesto solo para ti no es nuevo —se incorporó a la conversación un compañero de Fran desde el otro lado del teléfono. —¿Y cómo sé yo que no me meten alguna cláusula rara? —El contrato, cuanto más sencillo sea, menos vacíos legales podrás encontrar —al otro lado del teléfono, Fran debió de llamarle la atención a ese compañero que hablaba—. Tú asegúrate de que el título sea sencillo, aunque siempre puedes llamarnos y leerlo.

—¡Ah! —Bien, esperanza de que no me engañen. —¿Pero puedo hacerlo? —Qué ilusión me hizo. —Mañana a las diez de la mañana tengo la reunión de nuevo.

—Isa, pásale a Avery el contacto de Ramiro, y que le llame directamente en la reunión —volvió a hablar Fran. —¡Ok, gracias, Fran! —Isabel colgó.

Lola se revolvió de nuevo. Yo nunca entendí sus celos, pero era Isabel quien tenía que aguantarle.

Lola, su padre, Isabel y David fueron los primeros en irse a su casa. Cassidy y Tony se quedaron a cenar y aprovecharon para llevar a mamá a su casa después.

—Mamá —Ivette me abrazó el vientre—, ¿estás nerviosa?

Me la comía. Qué encantadora era cuando se preocupaba.

—Ivi, cielo —me agaché para ponerme a su altura—, sabes que a mamá le gusta que te preocupes por ella —miré de reojo su carita redondita—, pero en las cosas del trabajo, no eres tú quien me ha de consolar.

—Pues yo hablo con tu jefe —su carita orgullosa mostraba severidad— ¡para que te dé muchos premios por ser la mejor trabajadora!

La respondí con un achuchón.

—¿Y si te dice que hay otras personas que trabajan mejor que mamá? —Pues le llevas galletas arcoíris para que se arrepienta de decir eso de ti. —Se zafó de mí y corrió a la cocina.

—¿Ivette?

Acudió al salón con una bolsita ZIP con cuatro galletas adornadas con grageas de chocolate.

—¡Llévalo mañana! —Me las dio—. Son especiales, seguro que le gustan si es buena persona.

Galletas caseras hechas con harina de maíz y arroz, para celíacos. Solo esperaba que no lo tomara como un soborno.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.