No sé cuánto tiempo llevo caminando entre las solitarias calles de Lucerna, lo único que puedo reconocer es que he recorrido mucho más de lo que suelo hacer en todo el mes y por ello estoy exhausta.
El atardecer no puede apreciarse del todo porque pareciera que está a punto de caer un diluvio, inclusive las nubes se muestran oscuras y aterradoras.
No me he molestado en ver las condiciones del clima solo por esta semana y parece que me he perdido de mucho.
Soy consciente de que número uno, no llevo un paraguas conmigo, dos que posiblemente tendré que detenerme en un punto antes de llegar hasta la casa de Sebastian.
Si es que alcanzo a tener aliento para continuar.
Y numero tres, que aquello ha sido la peor pelea entre hermanas que hemos tenido, creo que todas habíamos construido y alimentado todo ese rencor con el paso del tiempo.
Ha resultado catastrófico, pero liberador en partes iguales.
Unas pequeñas gotas de lluvia comienzan a pintar el pavimento así que me veo en la necesidad de refugiarme debajo de una tienda de cosméticos simulando poner atención a sus productos.
Cuando parece desaparecer la lluvia logro hacer mis últimos esfuerzos hasta llegar a la casa de Sebastian, que por cierto es una casa muy bonita.
Su madre la pasa plantando y protegiendo a sus rosas en colores vibrantes así que le da un tono bastante alegre.
Después de tocar el timbre dos veces puedo escuchar un grito desde dentro diciéndome que están por llegar a la puerta así que espero pacientemente recargada contra el muro. Con el paso de los segundos mi audición se agudiza al grado que puedo escuchar los suaves pasos contra la madera de la casa.
Solo espero que pueda hablar con Sebastian ahora y no esté demasiado ocupado porque siento que voy a morir por deshidratación.
La puerta marrón enorme es abierta dándome de lleno la imagen de un hombre calvo con un gesto de desagrado.
Es el padre de Sebastian, Rob.
—Hola—saluda rascándose la barbilla nervioso—. Cualquier cosa que esté vendiendo de una sola vez te digo que no, largo—me dice intentando cerrar la puerta, pero lo detengo con rapidez colocando mi pierna de titanio.
—Soy Eliette—le explico al hombre que se gira para verme con fingida sorpresa—. Eliette Keller la amiga de Sebastian.
—Ah, ya—asiente viendo a sus costados—. Pues Sebastian está ocupado y no creo que pueda atenderte ahora mismo—me dice realizando una mueca con una mezcla de altanería dándome ganas de escupirle el desagrado que me causa en cada ocasión que lo veo.
—Es de carácter importante—le reitero la petición está vez elevando un poco mi tono de voz.
—¿Importante? —ríe sin mucha gracia—. Importante es que se prepare correctamente para su siguiente batalla de boxeo en lugar de… —duda un poco en lo siguiente que dirá moviendo sus manos de manera extraña—. Mantener visitas que lo distraigan—termina viéndome como si hubiera ganado algo más que mi odio incremente hacía él.
—Vale—asiento aversiva mientras me llevo el aparato electrónico a la oreja para poder responder la llamada entrante de un número desconocido.
—¿Qué estás haciendo? —grita Rob rabioso haciéndome sobresaltarme del tono agresivo que usa—. ¿Estás llamando a Sebastian? —me reta con la mirada mientras lo observo perpleja.
Él no quiere que moleste en hablarle o llamarlo aunque ni siquiera lo estoy haciendo realmente al parecer es un número equivocado por lo que escucho al otro lado de la línea, aún así que retiro mi pierna de la puerta para alejarme de inmediato de ahí.
Todo el mundo sabe que Rob puede convertirse en un monstruo si se lo propone.
—¿Me puedes decir por qué tratas tan mal a Eliette? —dice Sebastian apareciendo a su lado con un short y la camisa de tirantes blanca empapada en sudor, por lo que puedo asegurar que estuvo entrenando para su torneo. Sin embargo, en este preciso instante luce amenazador con el hombre que es su padre y este último no ha dejado de retarme con la mirada—. ¿Por qué cada vez que viene te pones en contra de ella? —le vocifera con fuerza tomándolo del cuello y estampándolo contra la puerta de su casa tomándome desprevenida.
¿Cuándo todo llego a estos extremos?
—Está molestando esta chiquilla—le escupe con los ojos rojos—. Otra vez—le insiste a pesar de que su hijo a manteniendo su brazo sobre el cuello de Rob haciendo que de inmediato me ponga mucho más alerta para acercarme hasta donde están ellos enfrentándose.
—No está molestando—me defiende con los dientes apretados Bash—. Me está salvando del infierno que me creas tú cada vez que quieres que boxee—le declara con fastidio—. ¡Tú eres el maldito de mierda! —dice tomándolo con fuerza para dejarlo en medio del patio frontal y el escándalo que se ha hecho parece haber atraído a los vecinos—. ¿Ahora qué? —cuestiona Sebastian con una sonrisa cínica mostrando todos sus dientes—. ¿Te avergüenza que los vecinos vean lo que realmente eres Rob? ¡Un malnacido! —le grita para después emprender camino hasta mi dirección donde parece que me he quedado petrificada—. Vamos Eliette—me invita en salir de ese lugar así que a paso lento lo sigo.
—Está bien Sebastian—lo detengo colocando mi mano sobre su pecho donde puedo notar su respiración agitada—. Vuelve a casa —le digo pacíficamente pero él se niega.
—Nos quedaremos aquí, en el área de alberca—me indica llevándome por uno de los pasillos hasta la parte posterior de su hogar donde están colocados un par de camastros así como una mesa alta donde supone ser el bar de la familia Jensen.
Después de sentarnos en la barra que es de mármol en tono negro suelto un largo suspiro frente a mi mejor amigo.
—¿Podrías regalarme una botella de agua? Por favor—le pido con cautela sintiendo como mi interior parece pedir a gritos una gota de agua para poder sobrevivir.
Es dramático lo sé, pero según Maps camine alrededor de quince cuadras para llegar acá.