¿Quién es ella? ¿A quién espera?
Creo poder reconocerla
Pero no reconozco la tristeza en su mirada
No reconozco esa voz tan apagada
Y sus lágrimas azules inundan la casa
Pero no me apiado de su dolor
Solo quiero que se vaya y aleje este remordimiento
No, no sé quién es ella
No conozco las reglas con las que juega
Ella es solo un cordero, un triste recuerdo.
Un extraño presentimiento recorre mi cuerpo cuando introduzco la llave en la cerradura, abro la puerta despacio y entro. Busco el interruptor y enciendo la luz. Un grito sale de mis labios y caigo al suelo cuando veo su cuerpo mutilado en la sala. No hay sangre, no hay rastro de nada. El cuerpo de Charles está cortado en pedazos en mitad de la sala.
Grito tan fuerte como puedo.
No me puedo mover. Creo que esto es una cruel y sádica pesadilla.
Hay una nota colgada en la pared.
Si para llegar a mí tienes que partir
Si para llegar al cielo tienes que morir
Ve hacia el este o al oeste si quieres
Yo no estoy por esos lados
Ve hacia el norte o al sur y tal vez me veas
¿Cómo llegas hasta mí?
No hay héroes en el cielo
No hay santos en el infierno
Estoy donde me dejaste la última vez
Ven búscame antes que el reloj marque las seis.
-El relojero de Emma Paz Montgomery.
Me pongo de pie y tomo una funda plástica y meto los brazos y las piernas. Las manos me tiemblan y las lágrimas ruedan sin control por mi rostro. Cierro la funda y tomo otra para guardar su cabeza. Su torso está cortado en pequeños pedazos, tomo uno por uno y los colocó en la funda. Arrastro las fundas y las dejo en la puerta. Espero a que sean las dos de la madrugada y saco las fundas y las arrastro hasta mi auto. Conduzco lo más lejos que puedo y me detengo en medio de la nada. Bajo las bolsas y busco una botella de gasolina. Riego la gasolina y prendo fuego. Veo como el cuerpo de mi amor se quema frente a mis ojos, me quedo quieta llorando en silencio mientras veo al amor de mi vida volverse cenizas.
Camino despacio hasta la radio y pongo una suave melodía. Triste y melancólica, al igual que yo. Me paro frente al gran espejo que hay junto a mi armario y me observo ¿Quién soy? No me reconozco, estoy muy lejos de ser quien quería ser.
-¿Quién eres?-le pregunto a mi reflejo.
La mujer que hay dentro del espejo se ríe de mí y me señala con burla.
-¿Quién eres?-le vuelvo a preguntar. Quiero que me responda, pero ella solo se ríe de mí.
La piel de la mujer se empieza a deteriorar, aparecen arrugas en su rostro y su mirada se vuelvo tan fría y perdida que por un momento dudo si aquella mujer está viva. Aquella mirada carece de cualquier emoción.
-Solo hay debilidad en ti-le digo al espejo. La mujer deja de reír y me observa-fuiste débil antes, pudiste hacer algo y te quedaste callada, cerraste los ojos, te tapaste la boca ¿Sabes quién eres? Una cobarde.
Empiezo a llorar. Siento coraje, mucho coraje contra mí.
-Mira a donde te llevo tu cobardía-le grito al reflejo. La mujer dentro del espejo se tapa los oídos y cierra los ojos con fuerza-mira en lo que te convertiste.
Cierro mis manos en puño y con fuerza golpeo el espejo. Veo como se triza y acaricio con cuidado donde he dado el golpe. Vuelvo a golpear el espejo, lo golpeo una y otra vez hasta que sangran mis nudillos, hasta que siento algo de alivio en mi interior.
Grito mientras caigo de rodillas al piso. Varios pedazos de vidrio se incrustan en mi piel, pero no duele. No siento nada.
Lloro sola en mi habitación.
-No me queda nada-grito-lo he perdido todo.
Soy un desastre y nadie quiere estar cerca de un desastre, nadie quiere los desastres. Pero él me quería, él me amo con todas y mis raras manías, con todos los demonios que hay en mi cabeza. Él me amo y ahora lo he perdido, ya no volverá.
-Ven, por favor-pido entre lágrimas-Charles, me siento perdida. Vuelve, por favor.
Pero él ya no me puede escuchar. Golpeo con fuerza el piso y los cristales arañan con fuerza mi piel. La sangre sale de mis manos y se mezcla con los cristales. Miro el reflejo de la sangre mezclada con los miles de fragmentos que hay en el piso, es hermoso.
-Te amo-murmuro mientras cierro los ojos-debí decírtelo antes, debí decirte lo feliz que me hacías. Lo siento amor.
Me pongo de pie y camino hasta el baño. Abro la ducha y me mojo con la ropa puesta. Cierro los ojos y me quedo parada quieta bajo el chorro de agua. Siento como las gotas recorren mi piel y la limpian. Las heridas arden, duelen, pero es algo a lo que estoy acostumbrada. Me quito la ropa despacio sin abrir los ojos y la dejo a un lado.
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Editado: 01.07.2018