Tic tac…
El sonido de las agujas resonaba en la cabeza de Lily.
Tic tac…
—Esto es ridículo —pensó. Dio un paso al frente con intenciones de marcharse.
Tic tac…
Se detuvo. Había esperado ya más de una hora, ¿tanto daño le haría un minuto más?
Tic tac…
No. Ya había pensado eso al menos diez veces. Las miradas de la pareja sentada frente a ella ya le empezaban a incomodar. —¿Por qué no toman una foto y ya, mirones? —
Tic tac…
Volteó a ver hacia los lados en un último intento por divisar a su cita, pero sin resultados. No podía creer que le estuviera haciendo eso, era lo último que esperaba de él. —¿Le habrá pasado algo?—
Tic tac…
Se puso de pie. —No, acéptalo Lily, te dejó plantada—. Las miradas de la gente era su única motivación para detener las lágrimas. Sintió en su pecho una mezcla de decepción, enojo y tristeza.
Finalmente, el sonido de las agujas cambió por el de campanadas. El reloj de la plaza le indicaba que había pasado ya dos horas esperando en aquella banca.
“Te veré junto a la fuente”, fue lo que le dijo.
—Sí, claro—susurró—Idiota—
Tomó su bolso e ignorando a los entrometidos se retiró de la plaza. Agradecía no haber escogido un vestido tan llamativo para la noche del baile, pero aún así era obvio que su atuendo estaba pensado para una cita que nunca llegó a ocurrir.
—Luzco patética—empezó a sentir la máscara de pestañas correr por sus mejillas. Todo era tan frustrante—¿Así se siente que te rompan el corazón?—A sus quince años era la primera vez que sentía algo así—¿Por qué, Ethan?—
Tres meses atrás
—¡Tiempo!—la entrenadora detuvo el cronómetro y los estudiantes redujeron los pasos gradualmente—Felicidades, el mejor registro—felicitó al chico que se hallaba ahora sentado en el suelo de la pista de carreras—Y tú mejoraste un segundo Lily, bien hecho—
—¡Gracias! He estado corriendo en las mañanas y…—
—Bien, es todo por hoy, con cuidado a sus casas—le interrumpió. Lily hizo un gesto de resignación ante su poco interés.
El equipo de atletismo se reunía dos veces por semana después de clases. Estaba conformado por cinco hombres y cinco mujeres por reglamento. Lily, quien se había unido recientemente, lo vio como una oportunidad de hacer nuevas amigas, pero no era fácil entrar a un grupo donde ya todas eran viejas conocidas, por lo que el ambiente con ellas no era el mejor. En cuanto a los chicos, apenas y les dirigía la palabra.
Alejada de los demás, guardó sus cosas en su mochila y se levantó para dirigirse a la salida donde le esperaba su bicicleta. La chica caminaba mientras enumeraba los pendientes de esa semana.
—Ensayo de química… Ejercicios de física… Maqueta de ciencias…—decía mientras contaba con sus manos—Eso es todo… espero—
Aún sumida en sus pensamientos, quitó el candado de la llanta y se dispuso a subir a su transporte. Fueron solo un par de metros los que logró avanzar antes de que un sonido metálico le interrumpiera y cayera al suelo.
—¡Auch!—se quejó mientras intentaba incorporarse del fuerte golpe. Le tomó un par de segundos acomodarse para lograr ver la bicicleta; los restos de la cadena que permitía su avance yacían en suelo. Rodó los ojos y suspiró intentando guardar la calma—Genial…—
No tuvo más opción que regresarla a su lugar y caminar hacia la parada más cercana, no sin antes verificar que nadie hubiese visto su vergonzosa caída. Tanto su brazo como su rodilla se hallaban lastimados, pero decidió restarle importancia. No era mucho de tomar el transporte público, pero sabía que una vez, junto con su mejor amiga, había subido uno ahí mismo que llegó hasta la parada cerca de su casa.
Para su fortuna, no había muchas personas esperando el bus, tan sólo un par de señoras y alguien con el uniforme de su escuela. Notó que era uno de sus compañeros de atletismo, pero no recordaba su nombre. Era de mediana estatura, ojos oscuros y cabello castaño un tanto desordenado.
—¿Debo saludarlo?—se cuestionó—Nah…—
Los presentes se movilizaron al instante en que arribó el bus, incluida Lily. Con la mirada comenzó a buscar algún asiento disponible y, afortunadamente, lo encontró al fondo.
Se sentó junto a la ventana y en cuanto revisó la herida de su rodilla notó que no estaba nada bien. Un hilo de sangre ya descendía hasta su pie. En medio de su concentración, notó por el rabillo del ojo que alguien se había sentado a su lado. Volteó levemente y se encontró con el chico que portaba su mismo uniforme. ¿Ahora sí debía saludarlo?
Permaneció callada por un momento, pero no pudo evitar sentir incomodidad de tratar como un completo desconocido a alguien de su equipo.
—Hola—dijo amablemente. Él no le devolvió el saludo, tan sólo le dedicó una sonrisa tímida—¿Eres del club de atletismo, verdad?
El chico observó su uniforme por unos segundos, cual dando la respuesta.
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Editado: 18.10.2024