P A R T E P R I M E R A
1
Hoy hace un año que te fuiste y todo sigue sin novedad. Excepto que el capataz nos exige más trabajo, nos rompe más el lomo, nos paga lo mismo y encima nos cobra por un supuesto doctorcito que no da medicinas y que nos mira con desprecio. Hace poco me cayó una piedra en el pie y el hombre casi vomita. Miró desde lejos y dio indicaciones para que alguien me lavara y vendara; después, me dio un palo como bastón que a ratos se astilla y me lastima la mano. Apenas puedo andar, pero creo que desde lo de la piedra me pegan menos... Algo bueno salió al fin…
Mi mirada es triste, mi ánimo apagado y tengo un inmenso dolor que no se debe al látigo.
Sólo un año y siento que ya no puedo; el látigo es blando si lo comparo con tu silencio. Sé que a lo mejor no es lo más prudente, pero ya sólo el deseo me queda. Él me mueve, me levanta en las mañanas y me aleja de las barrancas. Las puras ganas de verte me recuerdan el orden de tus cosas y que en cualquier momento puedes llegar. Enderezo mis espaldas y levanto la ceja como te gusta; ese gesto que dijiste alguna vez que te hizo no poder dormir varias noches. Espero estar así cuando me encuentres.
Hoy comienzo con una locura, que me salvará de la verdadera perdición. Porque tanto extrañar mata, envenena; porque las palabras no dichas llenan el cuerpo y lo fatigan; porque a veces sólo un engaño puede salvar de una horrible realidad. Aunque parezca ya no tener juicio, debo hacer algo para mantener un poco de éste. Sólo para que reconozcas a quien se ha quedado esperándote, aunque sea sólo una sombra de lo que un día fue.
Aún guardo cosas tuyas que hasta hace algún tiempo olían a ti. Pequeños objetos que puedo esconder para que no me culpen de robo. Mi único consuelo: hablarles a ellos como si fueras tú. Les digo palabras e imagino que escuchas, que no estás tan lejos; las pronuncio con la idea de que aún me amas y esperas por mí, como yo por ti: huyendo de las normas que impiden amar; escondiéndonos como siempre para entregar nuestros sentimientos; deseando que estos mensajes te lleguen, vuelen a ti y se conviertan en sueños. En sueños de mí.
2
He pensado en cómo será la muerte. Siempre creí que era como mi madre me decía: sin dejar de ser nosotros, con nuestra esencia surcando libremente la selva; sin árbol, barranca o barrera que nos pudiera detener. El día que te fuiste, la vida voló contigo. Mi vida. Siempre he vivido entre barreras y le llamaba vida, pero después conocí la real, tú. Cuando te fuiste, la vida sin vida comenzó una nueva forma de existencia a medias. El nombre de esto sería como cuando algo que antes tenías ya no está contigo: extrañar, creo que me dijiste que se decía.
Cómo no extrañarte si hay algo de ti en cualquier parte de este sitio, que me detiene mientras traigo la carga. Pienso en esa línea blanca que se ve a lo lejos desde que nací, donde creía se acababa el mundo, pero tú me dijiste que no era así. De todas las cosas que te representan aquí, esa línea te dibuja mejor. Es un antes y un después. Esa línea es la idea de que hay un mundo más grande, de que no es éste el único lugar donde puedo estar, de que estás afuera, de que no sabría dónde buscarte, de que aunque existen otros lugares, no puedo atravesarla o moriría de igual manera. Cada vez que mi mente intenta imaginarla y saltarla, tu cuerpo se interpone y tu recuerdo me vuelve a atar a este lugar.
Cualquier sitio donde no estés tú no es lugar para mí. No sé dónde te encuentras, pero tu recuerdo está guardado en cada piedra que veo, incluso en el carbón que se llevan. Aquí estás de alguna manera, tomando distintas formas: a veces eres el aire que toca, a veces el agua que corre libre hasta no sé qué lugar, después te conviertes en hoja, en trueno, en mariposa, en cansancio o en sueño. En todo lo que cambia y se va para no volver. Quizá así eres tú.
Aquí las cosas empeoran, pues no puedo morir y cada día soy menos libre, ahora sirvo al amo y tu recuerdo. Los dos me hablan y se contradicen. Una voz dice que trabaje, la otra que me libere, una dice “permanece”, la otra “sé libre”; y aunque las dos voces quieren diferentes cosas, tienen algo en común, ambas me atan a este lugar, pues para volar libre con tus alas, primero debo esperar.
A veces guardas más silencio que de costumbre. Hay recuerdos con vida, donde me amas, me besas, me enseñas; pero la mayor parte del tiempo, tu recuerdo es mudo y tus ojos me miran como esa última vez, diciendo adiós y haciendo una promesa. Este trozo de tela eres tú, como tu recuerdo cuando calla. Estás ahí, sólo contemplándome sin decir palabra, esperando que sea yo quien cubra todos los espacios, y es injusto, pues bien sabes que mi fuerte nunca ha sido hablar.