Tiempo de espera

Siento una terrible vergüenza...

P A R T E   S E G U N D A

 

19

Siento una terrible vergüenza, pero el arrepentimiento no la acompaña, decidió viajar sola. Dije un día, de los tantos que llevo de espera, que haría cualquier cosa para que tu recuerdo y tu cuerpo se vuelvan uno nuevamente. Hasta el momento dejé el trabajo en tus manos, como si el amor se formara de un solo esfuerzo. Pero no. En realidad son dos corazones que mandan sangre, que unen cuerpos, que se piensan entre sí. Eso es el amor.

     Debo contarte algo y no sé cuál será tu reacción. No espero que te encante, pero ojalá que al menos entiendas. Tengo que confesar que me alejé de ti buscándote. Si mi lugar natural son tus brazos, los demás deben ser un equívoco. Pero hay lugares erróneos que debes encontrar antes de hallar el correcto. Si hablamos de lugares correctos, el resto del mundo es erróneo, incluso el camino que no es el lugar deseado, pero sin él no se llega a donde se quiere. Creerás que me justifico, yo sólo quiero que entiendas.

     Hablo demasiado, como nunca lo hice antes, pero no obtengo respuestas. No sé adónde ir, pero debo moverme. La enfermedad pasada dejó más defectos en mí de los que ya de por sí tenía y eso me preocupa. Creo que me queda poca vida y no quiero seguir gastándola en viajes interminables de la mina a los camiones y de mi mente a lugares imaginarios dónde creo que te encontraré. ¿Recuerdas al guardia de la primera puerta? Sí, Mundu, el que fornicaría con piedras; pues bien, prefiere a las personas y es el eslabón más débil de la cadena que me ata aquí. Creo que la oportunidad de contacto es casi tan provocativa para él como lo es el contacto mismo. Él conoce más del mundo de allá afuera (que ni siquiera imagino cómo será). Desde el día de mi decisión, me partí la cabeza pensando cómo sabría la dirección adónde ir cuando yo… bueno… esca… Esa palabra me cuesta decirla y me causa escalofríos. Prefiero no pensarla, pues siento que todos me podrían escuchar. Dos días después, mientras condenaba la manera en que el capataz de la primera puerta me miraba, la detestable solución apareció. Llevaba días intentando acercarme a él, para que me contara lo que de ti sabía. No sé si creas que te traiciono, pero no sé qué más hacer.

     Hoy por la mañana por fin lo logré. El sol nos castigó más que de costumbre, pero creo que me ayudó, tal como mi madre lo decía. Tres personas cayeron vencidas ante su condena y el amo, fastidiado, ordenó una pausa rápida para tomar agua. Había mirado al capataz tres veces y parecía alegre por eso; en el descanso se sentó en una piedra junto a mí, mirándome con descaro. Le saludé. Se asustó al escuchar mi voz, creo que ya nadie la recordaba.

     —¡Qué día tan caluroso! —dije mientras dejaba que el agua mojara mi ropa y mi cuerpo. No respondió. —Es duro hasta para ustedes, ¿verdad?

     —Ajá —dijo y apartó la vista. No sé si sabía lo que quería. Así que callé y tuve miedo. —¿Por qué me hablas? Pensé que te había molestado cuando te tuve que castigar.

     —Sólo hacías tu trabajo. También a ti te toca cazar a los que se escapan. ¿No?

     —Sí, y eso es más duro. Sabes que igual que tú nací aquí y conozco a todas las personas, las pocas que nacen y las muchas que llegan. —Noté que necesitaba hablar y recordé que si miraba a los ojos de las personas y no hablaba, me contaban sus secretos. Nunca he sabido cómo lo hago, pero hice lo que sabía y él continuó —. Me gustaría no hacerlo, pero me gustaría más que no me obligaran. Conozco a muy pocas personas que lo hayan logrado en realidad. Ahora mismo tenemos identificado un lugar donde se esconden… —calló, dándose cuenta de que no debía hablar de lo que pasaba afuera. Toqué su mano y pregunté con la mirada. Se venció ante el gesto, pero alguien dio el aviso de que debíamos volver al trabajo. —Luego hablamos. ¡En serio necesito hablar con alguien! Nos vemos mañana en mi choza —dijo y se fue. No fue una pregunta.

     Siento que he perdido la vista, que no sé qué pasa, que necesito alguien que vea mejor y él es quien puede hacerlo. No sé qué deba hacer para tener más noticias, pero te anuncio que lo haré y no sólo por mí. Cada paso que diste en dirección a la “libertad”, mi mundo perdió más luz y, con el tiempo que ha pasado, me quedé a oscuras. Éste ha sido el primer rayo de luz en más de un año.

     No me gustó eso de que saben dónde se esconden. Ojalá que no estés ahí. Espero que la lucha y los sacrificios que siguen, y sé que son muchos, me acerquen a ti; porque si te vuelvo a ver algún día, aunque sea de lejos, mi vida habrá servido de algo.




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