Tiempo de espera

¿Libertad?

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¿Libertad?

     No creerás dónde estoy. Es un poco gracioso y lo creas o no, tus recomendaciones me llevaron aquí. Pero es algo bueno, hasta el momento. Este accidente inesperado me salvó la vida. Quiero pensar en este evento como una señal de que la selva nos quiere reunir y ha perdonado mi debilidad en la cerca. Esa duda que mi madre dijo que costaba la libertad y la vida.

     La ventaja que creía tener se redujo mucho. Sin saber qué hacer, dejé que tus palabras me guiaran, no creía para nada en mi juicio y tomé el tuyo prestado. Mientras corría vino a mi mente una de las tantas pláticas que tuvimos cuando me intentabas convencer de huir contigo.

     —Si huimos —dijiste— no lo haremos como presa cualquiera. La presa común corre en línea recta, eso facilita que disparen y mueras, además toman caminos evidentes, marcados, por los que es fácil seguirles, aunque parezca que con eso también obtiene más ventaja. Ellos están entrenados y esperan que, en tu desesperación, hagas lo mismo que otras personas que lo han intentado. Casi te puedo asegurar que los alcanzan en los mismos lugares. ¡Romperemos el patrón! Primero debemos escapar cuando no lo esperen, aprovechando algún evento humano o natural. Luego, iremos por lugares donde se pase con cierta dificultad para ganar ventaja, no lo esperarán así.  No correremos en línea recta, ya que es lógico que nos seguirán la pista, pues llevan perros consigo que olerán nuestro rastro. Yo creo que, al no saber adónde vamos, pensarán que tramamos algo, una trampa. Pisarán con cuidado, estarán más alertas, procurarán sus vidas y perderán la ventaja que crean tener. Los capataces y guardias pensarán que huiremos porque tememos, pero si hacemos algo más que correr, dudarán de nuestro miedo. Venceremos sin el cuerpo, sin luchar. Nos buscarán en escondites, revisarán los árboles y sospecharán de los ruidos de los animales. Dejaremos nuestro verdadero destino para el final.

     Eso hice, pero no fui tan inteligente y cada vez los sentía más cerca. Creí que a lo único que había corrido era haca mi misma perdición. Vagaba ya sin pensar, sólo buscaba avanzar entre árboles y cuando pensé que sólo era cuestión de tiempo, pasé por un lugar donde dominaba un pasto alto. Luego pensé que era mala idea, porque me costaba caminar. Me pareció verlos a lo lejos y al siguiente paso, caí en un hoyo, que no era posible ver por el tamaño del pasto y, es tan hondo que me cubre más arriba de la cabeza.

     En mi plan no estaba caer en este hoyo donde apenas puedo respirar, pero funcionó. Rondaron por horas, pero los perros no pudieron encontrar el lugar. Seguro quienes me seguían pensaron que era una trampa o que los perros se habían vuelto locos o quién sabe qué perseguían. Me convertí en un fantasma para ellos y se fueron no sé adónde. Me di cuenta de que mi cuerpo había quedado atorado en la tierra y si no encuentro cómo salir de aquí, me convertiré en un fantasma de verdad.

     Aquí apenas hay luz y sabes que temo a la oscuridad. La noche comienza a caer sin pedir permiso y el miedo se cuela en mi corazón, el cansancio duele en mis piernas e intento no desesperarme pensando que esta tierra que me aprieta son tus brazos. Tus consejos me mantuvieron a salvo, así que me proteges.

     Pienso mucho en que no puedo estar aquí, pero creo que poco a poco la resignación aparece. Una mala noticia: no pude traer los chocolates y esas cosas. No he comido desde que escape, hace más de un día. Escucho muchos ruidos y no sé si son reales o no. Te dije que ya no creo que esté muy bien de la cabeza. Lo acepto. Pero por aquéllos que sí lo sean, pido a la selva que sea mi cómplice una vez más y que me ayude a cumplir mi sueño… aunque siento que algo roza mi pie. Espero que no haya rechazado mi oferta. Guardaré silencio.

 

     Creo que sigue en pie, me parece que es una serpiente ratonera. Estoy a salvo, al menos por el momento. Ahora me siento un poco en paz, comencé a percibir el aroma de una flores, supongo. El olor es fuerte y delicioso. Quizá por eso los perros no encontraron mi olor. También espero que lo oculten de animales más fieros que ellos.

     Tengo hambre, mucha, mucha... Por primera vez en más de un año, siento que no espero por ti ni que mi vida depende de tu regreso.  No te confundas, añoro tu presencia y tus besos, como siempre, pero diferente. Mi cuerpo me habla y me dice que hay cosas más urgentes a las qué extrañar, como la comida y el agua.

     Hoy me doy cuenta de algo que hace que una sonrisa se forme en mi rostro: mi prisión ya no es la esclavitud y no lo será más. Ya no es un destino posible, porque si me atrapan moriré, no es como que adore la idea de la muerte, pero se convierte en diferentes cosas en mi pecho con una parte de alivio, otra de temor y un poco de esperanza. Espero el nuevo día, porque hoy no hay luna y no quiero estar en silencio y a oscuras, aunque debo intentar dormir, porque el cansancio es demasiado. ¿Te cuento una última cosa?: siento menos soledad aquí que rodeado de gente y es raro, que en el lugar más extraño e incómodo, siento con más fuerza tu presencia.




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