Tiempo de espera

Sueños

32

¿Dónde estoy? Esto debe ser un error. ¿Y el hoyo? ¿Y el agua?

     ¡Amor, esto debe ser la libertad! Un sol cálido acaricia mi piel y el aire fresco casi me hace flotar, el suelo es verde hasta donde alcanzo a ver.

     ¿Hola? (Hay alguien aquí.) ¿Madre, eres tú?

     —¡Ay, los sueños! Los sueños son ese lugar donde todas las cosas pueden pasar, donde no se respetan los territorios, ni quién eres. Yo una vez fui una mariposa, con enormes alas, que volaba más allá de la línea blanca que se ve a lo lejos, que tocaba el cielo, que es como agua que al rozarla cae en forma de lluvia; conocí el arcoíris, que es un árbol que crece hasta el cielo para recoger la últimas gotas y cambia de lugar lanzándose de un lugar a otro, como los chorros de agua que avientas con la boca cuando nadas y molestas a alguien más, por eso nunca lo vemos en el mismo lado.

     ”Un día le conté a tu abuela, la madre de tu padre, sobre mis sueños y me dijo que era estúpida. “Los sueños no fueron hechos para ser soñados”, decía, “son un demonio de la selva que se te mete en la noche para tentar y hacer enloquecer a las personas enseñándoles cosas imposibles, como que se puede ser feliz, se puede decidir, andar libre y tantas cosas más, pero al despertar. ¿Qué hay? Sólo el carbón te rodea”.

     —Ella era muy gruñona. ¿No?

     —No, no lo era, mi vida. Sólo que vio con ojos distintos a los tuyos y a los míos, las mismas cosas. Una cosa nos pasa y cambia la forma de ver al mundo, como si de una enfermedad de ojos se tratara. Mira. Tu abuela era bella, la entregaron como esposa a tu abuelo, que era el capataz. No sé cómo era ella antes de casarse, nunca le gustaba hablar de cosas que no estuvieran a la vista. Tú abuelo era diferente y creo que lo que le pasó la hizo cambiar o endurecerse más. Él siempre hablaba de sueños y de lugares que se esconden a la vista, deseosos de ser encontrados. Soñar no es malo, pero no a todos les parece lo que sueñas. Un día el amo lo escuchó hablando de volar a esos lugares, de no volver atrás, apenas naciera tu padre. Después de eso, lo mandó llamar sin ninguna explicación, tu abuela tampoco sabía qué había hecho. Lo mataron en la plaza pública y el amo dijo que no perdiéramos el tiempo en pensar, que pensar es una amenaza que siempre trae la muerte; también que qué tan difícil era cargar la carreta con carbón y regresar a la mina. Dijo que los pensamientos fueron puestos en nuestra cabeza por error, los brazos era lo único importante. “Si pudiera los traería sin cabeza, pero miren lo que pasa”, dijo y le cortó la cabeza a tu abuelo, “¡Lo demás ya no responde!”. Tu abuela comprendió todo y después protegía a todo el mundo de las ideas insanas.

     —Pero tú no pensabas igual.

     —No. Ella no me educó, aunque era muy joven cuando llegué con tu padre. Yo siempre creí que los sueños eran el lugar donde se puede ser feliz. Al contrario de tu abuela, para mí son un regalo de la selva, una oportunidad de huir de un mundo que no quieres. Por eso, cada mañana me levantaba con mucha energía, porque había soñado; entonces trabajaba duro, muy duro para regresar por la noche a ese momento de calma. Si no me cansaba durante la jornada, no soñaba. Y aunque yo no había nacido para trabajar, sino para soñar, por eso fui tan buena trabajadora.

     —Madre. ¿Fuiste feliz?

     —Ay, corazón. Yo no sé para qué te enseñé esa palabra, es confusa y te recuerda momentos bonitos, pero también te enseña momentos horribles antes de llegar a un buen recuerdo. Sólo te diré, mi vida, que fui tan feliz como las cosas me lo permitieron y como yo le permití a las cosas hacerme sentir.

     ”Los sueños en los que sabes que sueñas son la oportunidad para hacer lo que quieras, para ser quien quieras. No los desperdicies con una vieja como yo, busca el amor, nada en el viento, conviértete en una nube y vuelve temprano para el trabajo… Ahora, creo que debes despertar, no quiero verte tan pronto en el mundo de los espíritus”.

 

33

La lluvia no ha parado. El agua ya me llega a la cintura y mis piernas siguen atoradas, la desesperación se apodera de mí. Mis piernas luchan por salir, pero es inútil.

     ¿Sabes qué es lo que más me pesaría de morir aquí? Que posiblemente nunca sabrás de mi lucha por ti. Formaré parte de la selva, como siempre fue mi destino, pero no seré una parte visible a la que las personas vivas puedan dedicarle un pensamiento. Me duele imaginar que si no sabes de mi muerte, puedes perderte en la espera, como yo lo hice, por el tiempo que dure tu vida. Eso no te lo deseo. ¿Sabes que te amo? Te amo, te amo con algo que es más grande que yo. Como si mi cuerpo fuera pequeño para contener todo esto.

     —¡Te amo!

     Es la primera vez que no sólo lo digo para mí y para ti. Si me van a encontrar, que me encuentren, antes o después de morir, ya no importa. Deseo que muestren mi cuerpo y que la siguiente persona que escape te lo cuente. Quiero que sepas que ya no debes esperar. Que busques otro camino, otros brazos. Yo te apoyo y te perdono por el coraje que te tengo, no sé de qué. Que no puedo ponerlo en palabras. Porque sabes que te odio tanto como te amo y que sentir para mi pecho hacia ti, siempre era la regla. Te culpaba de muchas cosas, pero ahora sólo quiero agradecerte, porque no importa lo que aquí pase. Por ti ya viví más de lo que merecía.




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