Tiempo de Gorgonas

Capítulo 2. Silente.

Desde edad temprana, fue Dylon quien más madera tuvo para las aventuras. Meterse en más problemas lo llevaba en las venas, en comparación a su hermana, quien era más silenciosa y retraída, él era de los que acababa llorando por caerse de un columpio o chillando ruidoso cuando se raspaba las rodillas, se había lastimado un tobillo después de caerse en un hueco del parque.

Hasta se había metido en peleas por ayudar a otros niños de los matones.

Daniele creía en aquel entonces su hermano era un idiota, todavía lo pensaba, pues su ropa siempre acabó hecha girones, al crecer aprendió él solía hacer lo correcto, mejor decir, lo correcto para su corazón. Nunca olvidaría cuando los niños se metían con ellos por no tener padre, Dylon solía ser el que discutía y pataleaba.

Reconocer aquella verdad la hizo admirarle.

Daniele había sido más contundente, una vez golpeó con su oso de peluche a una niña por lo que dijo, hasta hacerla llorar. No había sido su intención hacerla berrear como un cachorrito abandonado, pero se había metido con su hermano llamándolo huérfano feo, nadie podía meterse con su hermano.

Era una regla no escrita: no permitir se metiesen con el mellizo del otro.

Su madre pasaba casi todo el día fuera de casa por trabajo, entonces solo se tuvieron el uno al otro durante su crecimiento.

Fueron los dos contra el mundo.

Los dedos de Dylon hicieron presión en la piel de su hermana, corrían tan rápido como podían, las ramitas y otros objetos le causaron malestar en sus piernas, incluso le fuetearon una mejilla. Dylon nunca había sido mordido por un perro, una vez lo había derribado uno en una feria, pero era un labrador dorado, jamás lo hubiese visto como una amenaza, no se comparaba con el horripilante animal que les pisaba los talones.

El cánido bruscamente la mandíbula, los largos colmillos se estrellaron entre sí al morder el aire y la sensación de miedo atravesó a los dos jóvenes.

Nunca vieron un perro tan anormal.

Sus extremidades delanteras eran más largas que las traseras, corría al galope y se estiraba exageradamente, al punto en que costaba dejarlo atrás. El inminente terror culebreó en Dylon, no podía imaginarse la cantidad de microorganismos y bacterias que dejaría la mordida de ese animal, seguro tendría la peste rabia y si se las contagiaba podrían morir.

Eso si no los mataba el primer apretón o los colmillos, ah, morir estaba tan cerca que le parecía no avanzaba nada.

El primer pie del joven atravesó el campo de flores, luego lo hizo su hermana, el perro que marchaba vehemente y agresivo se estrelló raudo con una pared invisible, la energía silente del área floral repelió al can y lo arrojó de lado sobre la hojarasca.

El perro chilló, los jóvenes se detuvieron a unos metros al oírlo; ambos respiraban agitados, sus pechos subían y bajaban. El más alto observó la confusa escena, entre tanto intentaba recuperar el aire perdido, podía sentir su corazón martillando a toda máquina.

—¿Por qué no nos sigue? —preguntó, su hermana inspiraba aire hasta por la boca, le temblaban las manos.

Por rebeldía contra su madre no había desayunado, ni siquiera había tomado agua, obviamente iba a sentirse mareada después de semejante agitación que le hizo parecer tenía un corazón en cada tímpano.

—Qué sé yo —la respuesta brotó en un jadeo, mientras mantenía una mano en el pecho y sentía el tamboreo de su corazón—, no puedo ni pensar bien.

El huesudo perro merodeó alrededor de las flores, los observó y rezongó con aparente odio frustrante. Dylon tragó pesado, no quería admitirlo, pero sí se le encogieron los cojones, esa cosa parecía salida a una película de terror de muy buen presupuesto. El animal mordió al vacío, dio una calada al aire y después levantó su cabeza como si hubiese captado ruido alguno con sus finas orejas, avivadamente se dio la vuelta y corrió, hizo crujir las hojas del piso para perderse entre los árboles.

La vista de Dylon no pudo seguirlo, tampoco quería hacerlo más, sus pies parecían pegados al suelo y su espalda estaba rígida.

Fue un alivio que el animal hubiese desistido de volverlos su almuerzo.

—Joder.

Sus piernas se doblaron y cayó de trasero encima del césped, soltó una risa nerviosa, sus patillas humedecidas por el sudor.

—Pensé que me iba a destrozar las piernas, ¿viste su hocico? Era tan largo como un zapato de cuarenta y tres, nos habría tragado en diez mordiscos.

—No es minuto para tus bromas —se quejó Daniele para ponerse en cuchillas, también le fallaban las piernas—, pensé iba a comernos.

No quería ser dramática, pero ese perro era más salvaje que doméstico; había leído suficientes libros sobre animales como para saber que, un animal salvaje podía fácilmente eliminar a un humano, incluso si eso había nacido de un perro doméstico, al vivir en la soledad del bosque podría convertirse en un problema.

—Vamos, Dani, ¿de verdad lo crees? Tu genial hermano mayor está aquí para protegerte de todo mal.

Daniele le echó un vistazo, estaba exhibiendo un bíceps como si fuese un modelo genial, pero la verdad, es que Dylon no era del tipo musculoso, era del tipo de cuerpo que tenía fibra bien proporcionada y mucha altura, se había estirado como una vara con el pasar de los meses. Era mucho más alto que ella, también muy apuesto, varias chicas intentaron salir con él, pero Dylon era más el chico que gustaba de estar con amigos, ir a reuniones, salir a tomar café o ir de juerga, cuando estaba bebido podía convertirse en el alma y el cuerpo de la fiesta.



#27 en Fantasía
#8 en Magia

En el texto hay: bl, gay, magia

Editado: 16.09.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.