La piscina había llamado reverentemente la atención de Dylon, estaba diseñada para ser olímpica, eso significaba que podían nadarse distancias largas y entonces, competir de verdad, como si se estuviese en las olimpiadas. Su espíritu competitivo vibró dentro de su pecho, le fascinaba, lo suficiente como para inscribirse en algún equipo que estuviese disponible.
—¿Te gusta la piscina? —preguntó Huston, sobaba su propia nuca con pereza.
—Sí, joder, es enorme.
—Fue una inversión donativa de la familia Nosson.
Dylon estuvo chismoseando, específicamente a las personas que había en el agua, de repente, observó a un joven que emergió. Llevaba un pequeño bañador de color negro, dejaba descubierto todo su cuerpo, tenía un torso marcado y una perforación en su ombligo, debía de medir un poco menos que su estatura, al quitarse el pequeño gorrito de natación pudo apreciar su cabellera negra.
Sonrió amistosamente a una chica de rasgos físicamente parecidos, quien no estaba húmeda para nada.
—La familia de Candace Nosson, aquella pelinegra, fueron los donadores para la piscina, su primo, Ruv, está en el equipo de natación y es muy bueno en ello, aunque, también dicen que tiene un lío con el entrenador, pero eso no me consta.
Dylon miró con las cejas arriba.
—¿Eres amigo suyo? —preguntó y agarró su maletín con más energía, mientras pasaban por el bordo de la piscina.
—Él es amigo de todos, es parlanchín como un loro —contó Huston—, te lo presentaré más tarde, verás que te puedes llevar bien él, a veces, es un poco huraño, pero suele estar siempre de buenas.
Dylon oprimió sus labios entre sí, para después observar al chico nuevamente, se estaba secando los brazos, al sentir la mirada sobre su cuerpo levantó el rostro y como si fuese la cosa más natural del mundo, dio vida a una sonrisa que dejó ver su blanca dentadura, parecía un puto modelo de revista.
Él no podía ni comparársele, de verdad, el chico parecía etéreo.
El castaño volteó su rostro como si no hubiese visto nada, pero sí que lo había visto.
Un clavado en la piscina salpicó agua hacia los lados, mientras el pelinegro se secaba las piernas.
—¿Quién es el que está con Fidgerard? —cuestionó la chica a su lado.
—Mi chismografo con piernas dice que son familiares de Ekans.
—Oh, la vieja consiguió traer a sus herederos de vuelta —se burló Candace para tomar camino hacia los camerinos.
Conocía a una persona eso le haría sumamente feliz, después de todo, la bruja de Ekans tenía cosas muy especiales guardadas.
—Eso parece, espero sepan en lo que se meten, ya quiero verlos sufrir un poco al vivir lejos de este pueblo toda su vida.
—Ser perverso es bueno, pero ser perverso todo el tiempo te saca arrugas. —Su prima se llevó ambas manos a la cara, a la par que Ruv se reía.
Dylon ignorante de aquella charla continuó su recorrido, entró por fin al estadio de baloncesto y las canchas de voleibol.
Entre los deportes que había practicado durante su vida, encontró una sincera afinidad por el baloncesto. Era relajante lanzar y recibir el balón, también estaba la regla del tiempo límite al tener el balón en tu dominio, eso verdaderamente excitaba su espíritu deportista, era reconocer que en el mundo había márgenes los cuales respetar y que no puedes rebasar.
—Los chicos del equipo nos reuniremos más tarde, eso dijeron.
Huston le enseñó su teléfono móvil, estaba en un grupo del equipo y el entrenador avisó que no se podría encontrar con ellos por lo que la reunión se reprogramaba para la tarde.
—Lástima, quería conocerlos.
—Les caerás bien, seguro.
—¿Habrá una vacante para mí?
—¿Te interesa el equipo? —Se dejó ver la sorpresa de su nuevo compinche.
—Me gustan los deportes y me gusta mucho el baloncesto, si hay un lugar me gustaría aplicar, aunque, puedo no ser el mejor, aun así, me vendrá bien.
—Tendríamos que hablar con el entrenador, uno de los chicos está pensando en dejarlo, pero no se ha confirmado nada. —El ceño de Huston se desconfiguró.
—¿Por qué lo deja? ¿Se muda?
—No, no, su padre no está de acuerdo en que esté en el equipo, por eso considera el dejarlo, ya sabes, el típico listillo que piensa su hijo está para cosas más grandes como ser el genio número uno de la escuela, cuando el tío es más feliz con un jodido balón entre sus manos que con un lápiz.
—Carajo, eso apesta.
Dylon nunca se pudo imaginar que un padre no apoyase que su hijo hiciera deporte, cuando era pequeño se imaginaba a su padre sin rostro iba a animarlo a los partidos como a sus compañeros. Fue su anhelo contar con una figura paterna durante su niñez; tenía una madre, pero su madre no era la persona más presente de todas, para poner comida en sus estómagos tenía que trabajar largos turnos, él había entendido eso a una edad temprana, en consecuencia, había estado menos enfadado con ella cuando faltaba a cada partido.
Daniele también había sufrido, solía hacerlo saber con miradas ácidas o comentarios duros, eso hacía que él fuese el que callara para tolerarlo, porque de una manera que nunca entendía él se convirtió en el mediador, impidiendo la una se sobrepasase con la otra.