Las risas y el ambiente festivo continuaron alrededor de Dylon, sus pupilas dilatadas y el foco de su atención solo se interrumpió por Ruv. En una pataleta impensada se liberó de quien lo sostenía cuando su hermano atendió una llamada, acto seguido se tambaleó y estuvo a escasos centímetros de meter la cabeza en la chocolatera de bronce.
La veloz mano de Huston lo agarró de la cazadora y la de Dylon de un brazo, tiraron de él hacia atrás, obligándolo a recuperar la compostura. El tonto apenas rio quedito, se apoyó en ellos para después abrazarlos y mecerlos como si estuviesen por cantar villancicos. La leve acidez revoloteó en la lengua de Dylon, por culpa de Ruv el cautivador hechizo se rompió.
—Cómo los quiero, chicos, los quiero tantísimo.
Dylon le dedicó una mirada incrédula, se conocieron ese mismo día, no podía quererlo, se negó a refutar pues el tufo saliente de la boca de Ruv solo le hizo tensar la mandíbula, olía tanto a licor, lo suficiente como para que la coherencia de quien lo oliese también se viese afectada.
—Este idiota, pudo haber regado el chocolate, eh, tú, me avergüenza que seas mi primo. —Candace lo miró ceñuda, incluso le chasqueó los dedos, pero Ruv no borraba su sonrisa.
—¿Eso es lo que te preocupa? Se pudo haber quemado gravemente. —Dylon podía entender el gusto por el chocolate, pero la integridad física de cualquiera estaba primero.
Ruv se impulsó hacia adelante y tuvieron que agarrarlo más fuerte, pues intentó atrapar los dedos de Candace.
—No le pasaría nada —dijo la pelinegra, si bien, Arabella le golpeó la cintura disimulada—. Ah, es cierto —resopló sin mucha gana y pestañeó hacia el rubio—, Huston, cariño, llévalo por ahí y métele la cabeza en el agua, así tal vez recupere la conciencia y se ponga bonito.
—Candace, tu novio te va a poner los cuernos. —Ruv le manoteó al arrugar la frente y arrastró las palabras de su última oración, la cual dijo con una sonrisita perversa—, aquí todos, ¡todos! De nuevo, todos, sabemos que tienes tetas de goma.
—¡Ruverth!
El chillido de Candace los hizo encogerse, iba a ponerle las manos encima, no obstante, el joven delgado fue arrebatado de los brazos de los chicos, escasamente gimió cuando su cabeza se agitó. Dylon tuvo que mirar hacia arriba, el tipo de la cazadora roja de cuero, esa prenda era lo más emblemático de él.
Podía jugar al caperucito rojo, tal vez.
—¿Quién me coge así? —refunfuñó Ruv, estrechaba la mirada hasta enfocar algo y pronto sonrió—. Ah, sí es mi lindo hermanito menor —Ruv le sostuvo las mejillas y lo mostró hacia los otros—, ¿a qué Tris es lindo? Mírenlo, pero es mío, porque si consigue novia ya no me llevará a caballito ni me defenderá de los matones.
El joven apartó las manos heladas de su hermano.
—Ya cállate, tú y tu culo bebido dan pena. —Tristán no escondió su fastidio. Agarró ambas muñecas de Ruv antes de inclinarse y echárselo al hombro como un costal de patatas.
—¿Peleó con su novio? —le preguntó Miritta, mientras arrugaba la nariz.
Dylon viró su cabeza, sus ojos más abiertos de lo usual, lo había preguntado sin nada de tacto.
—Nah, lo dejaron de nuevo —espiró Tristán, lo acomodó en su hombro y escupió hacia un lado. Sus iris eran peculiares hasta el punto que Dylon se los quedó mirando más del tiempo pertinente—. Hasta entiendo a esos pobres tipos, ¿quién en su sano juicio se metería con este psicópata posesivo?
—Pobrecito, debe ser difícil para él. —Arabella mostró una expresión suave y compasiva, por su lado, Candace rodó la vista.
—Bueno, tiene muy mal gusto para escoger hombres.
—¡Eso es mentira! ¡Yo soy el que mejor viste! —refutó Ruv de cabeza.
—Sí, viste ropa, pero de novio te vas por lo más imbéciles —decretó Tristán, se dio vuelta y levantó su mano libre—, volveré una vez lo ponga a dormir.
—Suerte, Tris —canturreó Maritta con buena cara.
—Te guardamos tu parte —le prometió Arabella, los dos se alejaron por la cuesta y se perdieron entre las sombras.
—Ruv es de lo que no hay —manifestó Huston, divertido con la situación.
—Cae primero que las hojas de otoño en cada fiesta —les recordó Candace y abrió el paquete de latas de cerveza que compró.
—¿Él tiene pareja? —preguntó Dylon a Huston en un tono reservado.
En su mundo la orientación sexual no se hablaba abiertamente, principalmente, porque él provenía de un hogar donde lo sexual era un tema más bien vetado y censurado. Su madre había enseñado a ambos distintos temas de protección contra las ETS cuando de milagro tenía espacio en su ajetreada vida laboral; no obstante, para el infortunio de ambos lo que sabían sobre la sexualidad o sus gustos sexuales lo aprendieron en la escuela, también de sus amigos de instituto y de internet.
Aun así, los temas relacionados al autoconocimiento, el placer y otros asuntillos no estuvieron muy abiertos para ellos. El acompañamiento no había existido, su madre siempre evadió esa rama de la educación, él nunca entendió del todo la razón.
—Salió con uno que se graduó el año pasado, pero acabaron mal, decían que estaba saliendo hace poco con un tipo de la estación de gasolina, pero no me preguntes, Ruv a veces cuenta mucho y otras es peor que un mudo —acuñó Huston en un encoger de hombro.