Tiempo de Gorgonas

Capítulo 14. Muchos dientes.

El ulular de un búho dotaba de cierto misticismo tétrico al ambiente al colarse entre las ramas y troncos del bosque. Era un aviso para los pequeños roedores estaba de caza, los cuales lo interpretaban como el cazador más temible; ingenuos, pues en el recodo más profundo, donde las ramas formaban marañas, un par de feroces ojos rojos brillaban cuales brasas ardientes, rasgando la oscuridad con penetrante y malévola intensidad.

Su columna torcida traqueó al desperezarse, la baba caliente y viscosa chorreó por sus comisuras negras, mientras sus garras curvas se clavaban en la tierra. El bosque mismo contuvo el aliento cuando el amenazante ser se estiró, rezongaba bajo como una tormenta a punto de desatarse.

Olisqueó el aire con peculiar intensidad, no fue difícil saberlo, el sol no estaba más y su estómago hambriento pedía la carne más fresca para ser saciado. Dio un salto y luego corrió a prisa por el bosque, el viento se rompió ante su brusquedad, la bestia estaba dispuesta a encontrar una presa de dos piernas para satisfacerse.

El sonido de la música retumbando desde un parlante interrumpía la paz natural, los jóvenes bailaban alrededor de la fogata, carcajadas y bromas flotaban de aquí para allá, el ambiente jocoso invadía cada instante. Las llamas que se agitaban con la caricia del viento las reflejaban los ojos azules grisáceos de Dylon, más que eso, parecía bailaban en su interior.

Su corazón infantil se había sentido siempre atraído por las llamas, no se consideró un pirómano, solo que halló el fuego tan deslumbrante, tibio, como si fuese capaz de brindar compañía.

Mezclaba colores gratos de la vida, cálidos. El ligero amarillo que destellaba en el centro, el naranja de los bordes y el tan poderosísimo rojo que imponente rodeaba toda la llamarada, escogía los sitios para abrasar. Era bonito, que hubiese tanta luz lo era, él no era el fanático más ferviente de los sitios oscuros.

En su niñez se quedó encerrado en el baño de la escuela; era una escuela pública, por lo que las instalaciones no eran las mejores, ni siquiera había servicio de energía en toda la institución. Creyó una vez acabase de hacer sus necesidades podía salir de ese pequeño y maloliente cuartito; no pudo y se angustió, gritó y lloró a moco tendido; estaba oscuro, olía a desaseo y él no tenía la fuerza necesaria para taclear la puerta.

La profesora se tardó dos horas y media en encontrarlo.

Fue su peor pesadilla.

Desde entonces evitó los lugares con poca iluminación.

Escoger quedarse cerca de la fogata no fue difícil, era cierto que podía esmerarse más en socializar, pero estaba más a gusto allí, el calorcito incluso le toqueteaba las rodillas y las puntas de los dedos.

No muy lejos, Huston bailaba con Miritta, él irradiaba un aura de felicidad, de gozo, se notaba de verdad le gustaba. Dylon halló curiosa la situación, no entendía qué impedimentos podrían existir para que formasen una pareja. Ella no parecía estar en una relación, así mismo, se notaba disfrutaba estar con él.

Fue triste, tenían tanta posibilidad de estar juntos y la estaban dejando escapar.

—¿Te gustó el chocolate? —Arabella se sentó no muy lejos, lo miró con su vista amistosa y sonrisa sosegada.

Estuvo platicando con un chico de cabello casi rapado, quien ahora no la miraba muy bien. Dylon no se imaginó qué le dijo para ganarse su resentimiento, pero ese no era su negocio.

—Sí, tienen muy buena mano ustedes.

—Verdad que sí —se rio animada, era una chica muy bonita, en ella habitaba una pureza distinta, como la de una niña buena—: De nuestro grupo Candace es la peor cocinera, pero Miritta y yo somos las que sacamos la cara por nuestro aquelarre, necesitamos mantener una buena fachada.

Dylon le mostró una buena cara.

—Eso suena bien, una cubre a la otra.

La joven se pasó las uñas su cabellera suelta.

—Dime, sisislindo, ¿cómo te sientes?

—¿Ah?

Arabella ladeó su rostro y sus pómulos se vieron más prominentes.

—Muchos te miran con curiosidad, creen que eres muy presumido para hacerse amigos, otros tienen hasta vergüenza y no se acercan porque creen que es imposible tener plática con un citadino. —El aire puro que mantuvo se esfumó y una expresión astuta quedó estampada en su mirar.

Dylon aplacó la situación riéndose.

—No soy presumido, bueno —se rascó la cabeza, pensativo—, creo que no lo soy.

Arabella le mostró una expresión de aprobación.

—Sabes, tengo un muy buen talento, pero no lo uso mucho, haré una excepción contigo. —Arabella extendió su mano abierta—. ¿Te gustaría que te leyese la palma de la mano?

Había querido hacerlo desde que lo conoció, pero sus hermanas estaban en contra, debió de esperar se entretuviesen en otra cosa. Candace andaba bien risueña con McTaylor, mientras Mirita no podía estar más encantada con Fidgerard, era el momento perfecto.

Dylon la observó dudoso durante un segundo, si bien, aclaró su garganta y se sonrió con más dudas que antes.

—¿Crees en esas cosas?

Arabella soltó una risita.



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En el texto hay: bl, gay, magia

Editado: 16.09.2024

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