Dylon no estaría a favor de seguir a Derán nunca más, no después de esa noche, claro estaba cuando la situación hubiese acabado, porque lindo sí, pero tonto no. Derán demostró ser capaz de defenderlos a ambos de esa monstruo deforme. Una peculiar sensación lo invadió, ese perro mutante era más peligroso que cualquier cosa que Dylon se hubiese encontrado
Sin embargo, Derán demostró podía ser más peligroso que el perro, al menos para su corazón.
Pasaron varios minutos, pero él no podía borrar la sensación de los labios ajenos en los suyos, mucho menos aquella forma tosca y dominante en que la que lo besó, no, no lo besó, barrió su boca sin piedad, como si le perteneciera. Le sacudió no solo el cuerpo, también el alma, incluso podía atreverse a afirmar que había un calor encendido dentro de su pecho que no podía apagar.
Igual que el hambre, se podía sentir y si comía se eliminaba, pero eso… era de una naturaleza diferente, como una mariposa queriendo salir de una crisálida o una fogata que se aferraba a la vida para carbonizar el entorno. Desconoció si la comparación podía ser la más adecuada, pero sintió su cuerpo era más grande que su piel.
—No te resbales. —La repentina advertencia le tensó los hombros.
En segundos estarían descendiendo por una cuesta, no tan empinada, pero sí muy rocosa. El musgo verde había cubierto la mayoría de las piedras, ocultaba sus verdaderas formas, se podía percibir la humedad en cada rincón, resbalarse sería más fácil que sonreír, más para un citadino como él.
Se le puso la mente turbia ante el apodo que Derán le designó, lo peor de todo, llevaba mucha razón. Su aventura ecuestre más salvaje, fue dar un paseo por encima del prado del parque cercano a la avenida principal.
—No lo haré.
No quería cruzar demasiadas palabras con Derán, lo encontraba un peligro para su estabilidad mental, mucho peor, era una amenaza para la persona que Dylon había construido durante todos esos años.
Las paredes que se tardó tanto en levantar fueron violentamente agrietadas por Derán en solo un instante, lo asustó, acababa de conocer el tipo y ya le había hecho cuestionarse hasta su nombre. Alguien que lo sacara de su zona de confort representaba todo un peligro, se sintió como una tortuga a la que sacaban de su caparazón y obligaban a ver el sol.
No le gustó.
Halló inquietante la influencia del pelinegro, se prometió a sí mismo no volver a encontrarse con él, la distancia ayudaría un montón.
—Oye, ¿crees que ese perro nos persiga? —Cambiar el tema siempre fue su fuerte, mientras descendía con cuidado de no romperse una pierna.
—Esos malditos son unos mierdas insistentes, una vez captan un olor de seguro te quieren perseguirlo —su respuesta estuvo cargada de fastidio—, es mejor matarlos.
Dylon tragó y un jadeo nada masculino salió de su garganta.
—Espera, acabas de pluralizar, ¿hay más?
—Obviamente, pero no es muy usual verlos tan cerca de la ciudad.
—¿Qué cosas son esos? —Dylon se oyó agitado.
Derán le echó una despectiva mirada por encima del hombro, luego regresó su vista al camino.
—Pregunta a tu familia, no tengo porque meter mi cabeza en asuntos de otras familias.
—¿Mi familia?
Dylon estuvo más confundido a cada segundo, de verdad, Derán podía convertirse fácilmente en su persona menos favorita de todos los tiempos. El pelinegro avistó la carretera principal a solo unos metros, ah, rayos, eso le venía bien, una vez pasasen el límite del pueblo no tendría que preocuparse por si el puto devastador quería descuartizarlos.
Además, debía de asegurarse de cuidar de Dylon en el proceso, quién sabe, la vieja Ekans estaba algo loca, pero siempre era generosa cuando recibía un favor, no solo eso, tal vez su tío y su padre viesen él ya tenía las capacidades suficientes para asumir misiones como líder y no como un maldito seguidor.
Proteger a Dylon le sería conveniente, aunque, lo encontró arrogante como todo citadino, tenía un lado inesperadamente inocente. Fue divertido tomarle el pelo y sus labios estaban muy bien.
Su apariencia también resultaba ser bastante buena, lo que más le gustó a Derán fue el hecho de que su propia energía se sacudió cuando besó a Dylon, le trastornó aquella sensación desconocida de placer peligroso; podría querer repetir, pero desconocía las habilidades de Dylon y según la incapacidad para protegerse del devastador, estaba seguro de que el propio Dylon tampoco tenía idea de cómo gestionarse.
Derán era audaz, pero no imbécil, si toreaba demasiado al animal podía enterrarle un cuerno, era igual como Dylon, si lo hacía descontrolar sus emociones podía ser que la tomase contra él y le convirtiese en un feo adorno de jardín en el que se cagarían las palomas.
—¿Por qué mencionas a mi familia? —insistió Dylon.
—No me preguntes a mí, no tengo porque darte respuestas, ve y habla con tu familia, así se hacen las cosas aquí.
—¿Qué dices?
Derán se volvió, disgustado porque Dylon no sabía cómo callarse cuando evidentemente debían de estar guardando silencio. ¿Es que no se daba cuenta que hasta hacía pocos minutos estuvo en una situación de peligro mortal? ¿Cómo un ser vivo podía ser tan ignorante? Hasta un perro dejaría de ladrar si se enteraba que estaba entre la vida y la muerte.