La frente de Dylon se estrelló contra el pavimiento, hizo lo posible por evitarlo, no lo consiguió, el escozor lo alcanzó en segundos.
Derán también se aporreó. Su rostro se estrelló de frente al sólido como si fuese a besarlo, la nariz se llevó la peor parte, aunque él estaba entrenado para ser lo suficientemente resistente, maldijo por dentro, pero no berreó como en los tiempos que era un muchachito. Soltó la cintura delgada y rodó, necesitaba comprobación visual de la situación.
El devastador no estaba por ningún lado, tampoco había señas de sangre o cualquier elemento semejante, en su lugar, un polvillo dorado semejante a la arena estaba recubriendo algunas zonas de la carretera, el viento lo agitaba hacia las cunetas y se iba perdiendo a cada segundo. Derán se rascó un lado de la cabeza, frustrado, no comprendió bien qué ocurrió, si su experiencia no estaba mal, Dylon Ekans usó sus poderes, pero: ¿qué demonios fue lo que hizo?
Dylon se quejó desde el piso, Derán estiró un brazo, poniendo una mano cerca del rostro ajeno.
—Ponte en pie, tenemos que irnos.
Pese a que una esquina de su frente le sangraba, Dylon sostuvo la mano extendida y se paró. A diferencia de Derán, él no buscó el perro porque vio exactamente lo que le sucedió, sin embargo, no quería preguntar nada al respecto ni mencionarlo, dentro de él sintió que había sido su responsabilidad.
—Tenemos que movernos, a veces esos malditos andan en grupos.
Solo esas palabras lo sacaron de su aturdimiento.
—¿Bromeas? ¿Qué especie son o qué? —preguntó, mientras se obligaba a distraerse de lo verdaderamente inquietante.
Dylon podía ser bueno para ignorar las cosas a pesar de tenerlas en frente.
No se sentía orgulloso de ello, en realidad, se sentía muy patético e indefenso cuando lo hacía, pero era la única manera de protegerse que conocía, de proteger su integridad mental y sí, podía ser cobarde, pero nadie iba a sostenerle la mano y decirle que todo estaría bien.
No cuando él se mentía tanto y entre las mentiras que se decía, se causaba heridas lacerantes que sangraban, pero nadie las veía, incluso, Daniele quien era su melliza no podía sentir su dolor, y era mejor, ella no se merecía llevar una carga que no era suya.
Y de nuevo lo estaba haciendo, ignorando su propia situación real para concentrarse en cualquier otra cosa, porque a veces, es mejor la ficción, allí todo va bien, aunque, se vea muy oscura, cuando sueñas o ves películas, sabes muy dentro de ti que tendrán un buen final o un final merecido, pero…
Su realidad apestaba.
—Muévete.
Derán lo sostuvo de la muñeca y tiró de él, estuvieron conectados de esa manera hasta que pasaron el aviso del pueblo. Dylon no dijo una sola palabra y Derán, tan áspero como era también se quedó mudo.
Le sangraba la nariz del golpazo que se dio, pero estaría bien en un rato. Halló más preocupante que un devastador se pasease por los límites de Bauston Three, era una cosa que sucedía ocasionalmente, quizá una o dos veces por mes, pero se volvieron más activos desde hacía seis meses.
Se desconocía el motivo de ese anormal comportamiento, tampoco se tenía claridad de qué manera se reproducían esos bastardos, pero su aumento podía considerarse preocupante. Era complicado luchar contra ellos, más que todo con los sabuesos devastadores, esos malditos quemaban cualquier cosa que mordiesen.
Derán tenía que informar a su padre y sería bueno que el concejo de viejos se reuniese, seguramente la familia de Fidgerard sabría algo, esos orejas en punta siempre sabían más de lo que decían.
—¿A dónde vamos?
Solo después de decirse que todo iría bien y tragar mucho aire para relajar su acalambrado abdomen, pudo abandonar el estado de ensoñación en que se sumergió.
—A mi casa, cogeré mi auto y te llevaré a la mansión Ekans, estarás bien con tu abuela.
—Ya.
Derán miró soslayadamente, se percató del contacto y decidió soltarlo, no se había quejado, pero no había necesidad de sostenerlo más, estaba grandecito como para andar sin ayuda.
—¿No tienes curiosidad? —Tuvo que cuestionarlo, otra persona definitivamente hubiese estallado en preguntas.
Él había tenido que lidiar con muchos idiotas que preguntaban más de lo que debían para una sola vida.
—Hay cosas que es mejor no saberlas.
La respuesta de Dylon fue sencilla pero cargada de sentimiento.
Derán pestañeó con incredulidad, no podía creer lo que escuchó.
—Ya, qué extraño eres, centellita.
Dylon no respondió la provocación con ese nuevo apodo, en su lugar, encendió el piloto automático: podía escuchar patentemente cada pisada suya, hasta la más pequeña inhalación, su corazón regulando las palpitaciones, una gota de sudor cayendo por encima del puente de su nariz, y finalmente, podía sentir un calor dentro de su pecho.
Era extraño, como una flama que vibraba en cada movimiento, pero había más.
Sus vistas, sentía las mejillas mojadas y era por la sangre que le salió de allí, se había limpiado, pero…