Tiempo de Gorgonas

Capítulo 18. Princeso.

Besar.

Es de conocimiento general un verbo representa una acción y toda acción, tiene diferentes tiempos verbales. Besó para el pasado, besar para el presente y besaré para el futuro; sin embargo, parecía que los tres tiempos verbales se unieron en uno y estaban atacando a Dylon con toda la ferocidad que conocían.

Besar, besó y besaré.

Quería hacerlo más y más, más de los labios suaves y aterciopelados de Derán, más de esa delictiva forma en que encajaban perfectos con los suyos, mejor que dos piezas de un rompecabezas; sí, sus labios eran lo que los conectaba a perfección, justo como el dos lo hacía con el H2O.

El modo decidido y dominante en que Derán le succionó su labio inferior hasta hacerlo hincharse, la forma posesiva en que lo sujetó de la cintura como si quisiera mantenerlo ahí mismo a su disposición para convertir de él un desastre, y ni qué decir, de la forma lujuriosa cargada de pecado con la que le succionaba la lengua como si fuese una paleta con relleno extra cremoso.

Lo calentó más que un horno.

La sangre viajó hacia el sur y su pene hinchó dentro de sus pantalones hasta volverse incómodo. Sus pulmones protestaron incómodos, pero no les hizo caso y a él, quien siempre le había importado respirar bien para tener todas las funciones corporales al cien, de verdad, no pudo importarle menos.

Por qué… pues porque si respirar significaba apartarse de los mejores besos que había recibido en su vida, entonces él no quería hacerlo.

La insaciable hambre de contacto masculino había explotado como una bomba nuclear, le invadió hasta la última célula y se hizo con él, cegó su juicio y dio paso a su lado más primitivo. Si pudiese comerse algo, seguramente sería a Derán, quería succionarle hasta la vida.

—Ah.

Su jadear masculino, que sonó más al de un actor porno que al de un joven inexperto, lo sacudió.

—No habrás la boca demasiado, no es necesario a menos de que te meta la lengua, entonces ábrela toda para mí. —Recibir aquella amonestación lo hizo sonrojarse. Deseó haber sido bueno al besar desde el principio.

—Me mordiste —refutó solo por defensar mental, probó su labio inferior, hinchado por el roce y la mordidita propinada por Derán.

—Cada que te pases la lengua por tu labio me recordarás un poquito —Derán introdujo una de sus manos bajo la camiseta y como si fuese su cuerpo, le recorrió la línea de la columna—, vaya, vaya, tienes una piel muy suave, como un princeso.

—Para, deja de ponerme apodos idiotas y no me toques así. —Su protesta cayó en oídos sordos, en su lugar, Derán se puso de pie y los llevó hasta el bordo la cama, era lo suficiente amplia para dos personas.

Dylon lo miró con las cejas arriba, los ojos brillantes de un placer recién encontrado y con los labios enrojecidos. Derán lo empujó y él se dejó caer, su trasero tocó el blando colchón, después su espalda se fue acomodando encima de la ropa de cama, mientras Derán se metía entre sus piernas como si estuviese acostumbrado a ello.

Era una bestia salvaje que cazaba a su presa.

En otro tiempo, en otro momento y tal vez, en otro lugar u otra circunstancia, Dylon hubiese tenido sumo cuidado de con qué persona se estaba metiendo, a saber, con cuántos tipos de había enrollado Derán en el pasado, podía ser un historial largo y turbulento, lo suficiente como para espantarlo; pero ese día, dicho historial de seguro iba acompañado de una gran experiencia y dicha experiencia, podría propiciarle a él gran conocimiento, sobre todo, un gran placer.

Y, de todas las formas humanas conocidas, deseaba obtener placer de Derán.

—Deberías de ver lo que yo veo. —El pelinegro lo cubrió con su cuerpo, descaradamente le mordió la mandíbula, haciéndolo vibrar.

—¿Qué ves? —preguntó, inseguro de dónde poner sus manos.

—Un princeso hermoso que me ha puesto muy, muy cachondo, tengo la polla a reventar. —Acompañó su declaración de un roce descarado.

Los ojos de Dylon se abrieron y su espalda se arqueó en el segundo que, deliberadamente Derán restregó su erección contra la suya. Su miembro lloroso se sentía extraño atrapado dentro la ropa, pero el calor ardiente del pene ajeno atravesó las prendas. De sopetón Derán se retiró y apartó su camisa, fue la primera vez de Dylon teniendo un tipo encima suyo y cuando admiró el abdomen plano con ondulaciones marcadas, las tetillas marrones oscuras en contraste con la piel más clara y el camino de pelos que comenzaba desde arriba del ombligo, sintió una ansiedad caótica dentro de él.

Su cuerpo, más sincero que él mismo reaccionaba a cada mínimo detalle.

Derán se dejó caer nuevamente y lo besó.

Sus besos eran como él: rudos, posesivos, ardientes y macizos.

El chasquear de sus lenguas, sus escasas exhalaciones y el inconfundible sonido de la tela rozándose repetitivamente tuvo a Dylon en el éxtasis de la locura. No sabía por qué razón estaba en eso, por qué dejaba a ese práctico desconocido llegar tan lejos, por qué se permitía que sus manos tuviesen vida para tocarlo por la espalda, y de la nada, presionarlo de la espalda baja para aumentar la fricción.

Jadeó y Derán aprovechó para meter su rostro entre su cuello.



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En el texto hay: bl, gay, magia

Editado: 21.11.2024

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