Tiempo de Gorgonas

Capítulo 20. Hallazgo.

En Dylon no habitaba la más diminuta intención de enunciar ni media palabra en el trayecto hacia la casa Ekans. De ninguna manera tenía frase para decirle al conductor, exteriorizó antes todo lo que requería, pronunciarle luego de su arranque de valor podría sentirse inapropiado y sobrante. Por otro lado, el padre de Derán había sido lo suficiente inquietante y rudo como para robarle las ganas de discutir.

—Oye, sobre lo que pasó.

Que Derán tomase la iniciativa fue toda una cortesía.

—Las palabras sobran —repelió cortante. Derán lo observó de soslayo, mientras pasaba por un hueco mal arreglado intencionalmente, haciendo saltar el jeep y al copiloto.

—¿Por qué lo dices?

—No tengo nada más para decirte, Derán.

—Vamos, sé que puedo haber sido un poco mucho, pero al final me lo agradecerás, princeso, es mucho mejor de este modo.

—¿De verdad no vas a callarte? —Sorpresivamente no estaba furioso, era más bien una receta de incredulidad con una pizca de enojo.

—No me apetece callarme, te ves demasiado pálido como para dejarte tranquilo.

—¿Pálido? ¿Esa es tu excusa? —Dylon arqueó ambas cejas como víboras que se alzaban dispuestas a atacar—. Entonces, ya que te sientes tan conversador, déjame preguntarte, ¿alguna vez has tenido novio?

La frente de Derán fue colonizada por unas arrugas ligeras, despejó su garganta un segundo después para meter la próxima marcha.

—¿Es eso de lo que quieres hablar?

—Por supuesto, me encantaría saber si alguna vez en tu vida has sido capaz de conectar emocional y romántico, porque estoy seguro de que sexualmente debes tener una capacidad sobrehumana para conectar —dijo al echar un vistazo despectivo a la entrepierna ajena.

—Vaya, vaya, nunca me juzgaron tan cruelmente, no lo esperé de ti, no te veías como alguien capaz de expresar sus pensamientos.

Le enseñó una mirada incrédula y Dylon se preguntó si alguna vez, por asumo, alguien le había dicho a Derán lo idiota e infeliz que era cuando se comportaba como amigo de alguien a quien acababa de manosear.

—Puedo hacerlo —dijo, su mandíbula tensa—, pero prefiero callarme, pero sabes qué, estoy harto de hacerlo, es suficiente de ser lindo y aguantar, me duele la espalda de hacerlo.

Una risita más bien irónica abandonó a Derán, Dylon estrechó los párpados agudamente.

—¿Qué?

—Nada, Dylon, nada.

—Oh, vamos, te mueres por decirlo.

—En realidad no, no me muero por decirlo, solo… —Encogió un hombro—. Nunca he tenido un novio, no me veo comprometido ni con pareja, es demasiado trabajo, ¿estás feliz con la respuesta?

Extrañamente, no.

El enojo que lo agitó fue enfriado con brusquedad. Se culpó a sí mismo por sentir decepción, y sí, no debería de sentirla, pero nunca en su vida había tenido un contacto con alguien del mismo sexo, esperaba sinceramente tener la oportunidad de ser más que un nombre en un historial y de nuevo sí, era un romántico, le hubiese encantado que el primer sujeto con el que mezclase sus fluidos corporales fuese alguien con quien pudiese tener una relación a futuro.

Derán mató todas sus esperanzas como si fuese solo una mala hierba.

Más frío de mente, Dylon se relamió el labio superior.

—Supongo que debo darte las gracias.

—¿A qué viene eso?

Derán no estaba seguro de cómo comportarse, no tenía idea de cómo manejar a Dylon, así mismo, había sido un error, sí, el joven era todo su tipo en cuanto a hombres se refería, pero… era el nieto de la vieja Ekans y sería demasiado complicado, habría repercusiones si se enteraban, además, su padre se había percatado y había tomado interés en Dylon.

Era mejor mantener una distancia de origen prudencial.

—Solo gracias.

Dylon no ahondó, mucho más porque el vehículo se detuvo frente a la puerta de su nuevo hogar. No esperó respuesta alguna, descendió y cerró, miró a Derán sin emoción presente y se dio la vuelta, pasó por el florecido jardín para después empujar la puerta principal, podía sentir patentemente los ojos del pelinegro en él, se negó a concederle la más mínima atención.

—Buenas noches, princeso.

Dylon tensó con buena energía sus labios, no quería responder y no lo hizo, su pecho pesado le enmudeció.

Cerró la puerta y se apoyó en ella para soltar una bocanada.

Estaba incómodo.

Odiaba ese sentir, había estado atrapado dentro de su cuerpo durante mucho tiempo y de la nada, tenía la capacidad de liberarse, pero la incomodidad no provenía de ello, se trataba de expectativas, siempre era de expectativas.

Esperaba de los demás, esperaba correspondiesen lo que él daba y era absurdo, nadie puede corresponder algo para lo que no está preparado. Y, sabiendo que las personas no actuarían como él quería, todavía sabiendo aquello, estaba seguro de que, la bondad en su corazón revolotearía y se juntaría con la esperanza, haciéndolo pensar siempre en lo mejor.



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En el texto hay: bl, gay, magia

Editado: 21.11.2024

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