El agua recorría el cuerpo de Dylon, tuvo un leve encogimiento en sus hombros, estaba fría. Probablemente se debiese a la hora y al hecho de que su habitación no tenía un calentador, debería de pedirle uno a su madre, no sobreviviría en invierno sin un calentador de agua, más teniendo en cuenta que él perdía calor como perder pelo cuando se está estresado.
Se sobó la nuca, una sensación incómoda le detuvo al acto.
De nuevo, pudo sentir los labios de Derán allí, sus dientes raspando la noble carne en algún punto. Su corazón comenzó a acelerarse y su polla a cosquillear, era demencial, nunca había estado tan atraído carnalmente por ningún otro tipo. Sí, como todos había tenido sus pequeños deseos perversos con alguien, por ejemplo, con el profesor de idiomas.
Mirar ese traserito bien enfundado en sus pantalones cuando escribía en la pizarra había sido uno de sus gustos pecaminosos y uso para sus jaladas placenteras en la soledad de su habitación, pero se limitaba a eso.
No quería poner sus manos sobre el profesor, no había tanto valor en él, se conformaba con admirarlo, pero… con Derán, ah, demonios, Derán resultó ser la cerilla que había caído en la gasolina que era él. Creó una flama, luego un incendio y finalmente, cuando las llamaradas fueron tan abrasadoras, quedaron solo unas brasas que se negaban a extinguirse.
Podía ponerles nombre a esas brasas: Poder desbordante del placer, ese placer que solo había obtenido con Derán.
Recordaba su boca suave, perfecta con esas mínimas hendiduras, la sombra color azulado del bigote pulidamente cortado, la mirada ambarina tan intensa, turbia y obnubilada por la lujuria. Un estertor lo recorrió, sus pezones endurecieron mientras los acariciaba el agua.
¿Por qué lo deseaba con tal fervor?
Era insano, acababa de tenerlo y de la nada, estaba como un perro en celo queriendo más. Su calor corporal, las manos callosas, el aroma ácido y estimulante, su boca traviesa y esa lengua blanda, húmeda, que entró en su boca para moldearlo como se le antojó.
Fue como experimentar un vendaval, llegó rápido, fuerte y catastrófico, dejando descomunales secuelas que no estaba preparado para manejar.
Apoyó su frente en el mármol frío.
Se frustró consigo mismo.
¿Con qué valor le había dicho a Derán que lo más prudente era mantener la distancia? Ah, sí, eso seguramente no fue valor, sino su tonto orgullo herido.
Cuando no obtenía lo que quería solía ser mezquino y malcriado.
Era su primera vez deseando a un hombre con tal fervor, sí, no tenía ni idea de la vida de Derán, de sus gustos, pasatiempos, amores, deseos, anhelos, defectos o inseguridades. Todo cuanto sabía era que: ¡podía ser un cabrón insoportable! Sin embargo, era el cabrón insoportable que lo había besado como nadie en su vida, que lo había tocado haciendo vibrar hasta la médula en sus huesos.
Derán había sido su primera vez, probablemente fuese la razón que no podía sacarlo de su mente por más que quisiera.
Solo imaginar podían habar ido a la segunda fase, sin importar quién le metiese qué a quién, él de seguro se hubiese encaprichado mucho más.
Lanzó un suspiro.
Agarró el champú y lo dejó caer en su cabellera, necesitaba refrescar su mente rápido o treparía por las paredes cual araña. Se dio cuenta al refregar su pelo que tenía tierra, trocitos de ramas y otras pequeñas partículas que no sabía de dónde salieron, esperaba que no fuesen caca de polilla, eso le disgustaría.
Se lavó bien, salió y se secó.
Rebuscó un pantalón de pijama cómodo y un saco delgado de mangas largas. Se sentó a secar su cabellera cuando Daniele irrumpió en su habitación, con orgullo agitaba un periódico.
—¿Volviste a asaltar la biblioteca familiar?
—En absoluto —prometió, arrastró una silla para sentarse frente de él—, lo encontré debajo de unos libros que están al lado de la silla donde la abuela se sienta.
Lo abrió, la fecha delató era de dos semanas atrás.
—Mira: «preocupación en nuestra preciada comunidad».
Daniele puso voz de locutora barata, él solo se rio, pero no la interrumpió.
—«Los últimos hechos violentos en los alrededores hacen cuestionar a los comprometidos vecinos sobre la seguridad; seguridad que se paga con los impuestos cobrados a todos y cada uno de los pobladores. Este noble periódico no pretende acusar a ninguna familia, no obstante, aquí todos conocen muy bien sus derechos, pero más importante es recordarles cuáles son sus deberes».
Daniele le enseñó una imagen a Dylon, era la zona acordonada de un crimen, para su suerte no hubo imágenes siniestras.
—«Algunos padres temen dejar ir a sus hijos fuera de los límites, es bien sabido que, los jóvenes parecen ser los favoritos en los incidentes sangrientos recientes, la preocupación no cesa cuando el oficial a cargo de todo da evasivas y cuando la familia EFE, encargados de la seguridad en los bosques, asegura no ha encontrado vestigios de los criminales. Esta fuente, que no juzga, pero sí cuestiona, se permite preguntarse: ¿Lo están contando todo o nos mienten descaradamente bajo la excusa del secreto legal? Bueno sería tener una respuesta, por ahora, todo lo que puedo ofrecerles, leales lectores, es un consejo».