Derán se quedó sentado dentro de su cómodo jeep, no sentía frío, realmente estar sin cazadora no hacía mucha diferencia para él, gracias a su herencia genética contaba con un potente calor interno que solo al exponer a un frío desmedido lo haría tiritar descomunal, por otro lado, una buena sensación le recorría la espalda.
No se comprendía.
Entender las situaciones lo hacía sentirse más despierto, más vivo y más en control, pero habiendo conocido a Dylon y tratando con él, ponerle las manos encima, hizo que todo ese manto de orden se destendiese como una cama recién usada —probablemente, la suya—, por otro lado, le gustaba esa mezcla de inocencia pícara de Dylon.
Duda no tuvo de que él era su primer hombre.
Besaba con mucho diente, aunque, no era brusco, solo descuidado y no sacaba suficiente la lengua.
A pesar de ello, disfrutó aquella particular confianza descarada como para quitarle la cazadora, se veía bonito y altanero, no al punto de hacerlo enfadar, acababa siendo lo más inesperado, él nunca había sido el sujeto más tolerante del mundo, muy por el contrario, era bastante agudo con los tipos con los que salía.
El romance se le hacía insultante, eso de que lo abrazasen después del sexo podía causarle alergia, que le buscasen después de una cogida o que intentasen dar el saltito hacia el arcoíris para convertirse en pareja lo hallaba insufrible, por Dios, lo enloquecía. Solo se le antojaba follar, así, crudo, llano, sencillo y sin sentimientos complicados de por medio.
Él mejor que muchos, sabía cómo dichos sentimientos podrían convertirse en un lastre, en una cárcel.
Desde entonces concibió esmerarse por crear conexiones profundas no servía para nada, no eran necesarias, a pesar de eso…
Siempre había una primera vez para cada cosa.
Primera vez para montar bicicleta, la primera vez que te vistes por tu cuenta, la primera vez que pierdes un ser querido y la primera vez que sientes un verdadero interés por algún fulano.
Podía ser más un deseo de conocimiento respecto a Dylon, pero Derán conocía su puesto en la jerarquía de la ciudad. La vieja Ekans pertenecía a una de las familias principales, un verdadero coñazo, era una harpía de primera. Sin embargo, estuvo diezmada por su salud y por su hija. Se desconocía por qué Carol, la hija de Ekans se marchó, pero su padre se lo dijo:
Carol Ekans no era una amenaza para nadie.
Por alguna razón anónima, la mujer sacrificó todos sus dones para proteger a sus hijos, aunque, Derán no tenía ni idea de qué, además, era solo información a medias, los archivos de las familias principales no estaban al alcance de un vano Centinel como él. En todo caso, era cierto que la mujer no tenía poder alguno, lo supo al verla de lejos en el hospital.
Más lo intrigaba a profundidad el hecho de que, Dylon pudiese eliminar a un devastador solo con su mirada, era un don potente, no muy común.
Bien desconocía cuáles fueron los poderes de Carol cuando estaba en su mejor momento, pero cuando quiso indagar, su padre lo amonestó y le ordenó parar. Aun así, les advirtió estuviesen atentos, no lo entendió del todo, joder, su padre era una tumba cuando quería.
Como fuese, si Dylon era poderoso, seguramente se debía a su sangre Ekans, pero lo poco que sabía, las Ekans no usaban poderes visuales.
Derán estaba muy seguro de que, ninguna bruja o elfo podría hacer eso con una mirada, en su lugar, las gorgonas sí que podían. Los libros que leyó dedicado para pasar su examen de Centinel, nunca hablaron de una gorgona o gorgón que tuviese la habilidad de explotar cosas con la mirada, por el contrario, sus poderes no iban tan allá.
Los textos y pergaminos más antiguos que databan respecto a los poderes de las gorgonas, afirmaban sus miradas podían convertir cualquier objeto en roca, pero eso era particularmente ambiguo, solo las gorgonas de estirpe común petrificaban. La reina gorgona podía convertir cualquier ser vivo que quisiera en una estatua de oro puro.
Sonaba ridículo, pero entre más alto era el rango de la gorgona, un mineral más denso podía crear con su mirar.
Eran solo textos académicos e históricos, sin embargo, el pasado no puede ser subestimado. Derán sabía que las gorgonas fueron reducidas exponencialmente, su especie se paró muy cerca de los límites de la extinción, no obstante, la vieja Ekans de alguna manera tenía relación con esas personas y por ello su magia de venenos era tan poderosa.
Como fuese, Derán no podría averiguar mucho más por parte de su padre, definitivamente no confiaría en él como para develar asuntos frágiles que solo a los altos mandos se les permitían.
Derán solo esperaba que Dylon no lo pasase mal, seguramente en algún momento le dirían la verdad sobre quién era y lo que era, para entonces solo seguiría vigilándolo de cerca justo como hacía el puto orejas largas de Fidgerard.
Dylon entró en la casa con una sonrisa de autosuficiencia, dándose cuenta Derán no era el único que podía ser todo arrogante le permitió regodearse. Había querido portarse mal y por primera vez en su vida lo había conseguido, pudo sentirse más ligero que con años de meditaciones baratas.
Mudarse tenía su lado bueno.
—¿A quién le robaste esa cazadora?