La nueva habitación de Dylon nunca estuvo tan animada, Daniele y Dylon compartieron hasta altas horas de la madrugada, hacía tanto tiempo que no lo hacían. Tenían para charlar, en un principio no fueron temas sustanciales ni mucho menos profundos, solo sus primeras impresiones de las personas del instituto, de las clases e incluso de Huston, quien parecía particularmente amigable y de buen corazón.
—Entonces, ¿el chico del auto? —Daniele no escondió más la curiosidad.
—Es el hermano de uno de nuestros compañeros —le contestó con la cabeza hundida en la almohada—, es tremendamente apuesto, también es un cretino.
—Mm… —Daniele no verbalizó algo sustancial, se ocupó detallando a su hermano menor—. Él te atrae.
—Lo hace —Dylon no pensaba esconderlo, no había tenido idea cuán bien se podía sentir admitirlo en voz alta—, la verdad, es muy apuesto y tiene su lado valiente, aunque, es más bien un cretino apuesto.
La risita traviesa de su hermana lo hizo sentirse todavía más en confianza.
—No te enganches con alguien que no está listo para querer, puede ser una putada para ti. —Fue el mejor consejo que se le ocurrió, una parte de sí misma temía por Dylon.
Él nunca había salido oficialmente con alguien, es más, era el tipo de chico que siempre tuvo amigos y amigas, nadie dudó nunca de sus habilidades sociales, sin embargo, nunca hubo una relación amorosa de por medio, era ignorante al respecto.
—No estoy enganchándome. —Tal vez un poco, pero no se lo diría a Daniele, se pondría pesada de hacerlo—. Solo estamos conociéndonos, quizá ni me vuelva a hablar, será feo, pero creo que me ignorará cuando nos crucemos en la calle.
Se sonrió pesaroso, no mentía en absoluto, estaba apenas conociendo a Derán, eso significaba que no había ningún tipo de fidelidad o responsabilidad del uno para el otro, en todo caso, solo eran dos tipos que se besaron profundamente hasta contarse los dientes con sus lenguas y se corrieron juntos en una felación particularmente buena.
Esa era toda la historia que los unía.
—Es bastante triste si lo digo así, ¿no? —La risa entrecortada delató su latente nerviosismo.
—No lo es, si no te vuelve a hablar, déjame saberlo, cuando esté de espalda le patearé la entrepierna —prometió solemne. Dylon rodó la cabeza, sus miradas se encontraron y luego rieron.
Sonaría como una promesa en el aire, pero Dylon lo creyó, bien sabía si por una persona Daniele lucharía, sería por él.
—¿Por qué nunca hablamos así? —Dylon se acostó de lado luego de preguntar.
Él y su hermana fueron muy cercanos durante toda su vida, honestamente, tuvieron muchísimo tiempo para estar a solas, pero a medida que crecieron cada uno comenzó a guardarse cosas, cosas que no pudieron decirse a pesar de estar siempre juntos.
—No lo sé, pero me alegra hacerlo —afirmó ella—, te ves más relajado.
—Sinceramente, lo estoy —Dylon mostró un rostro más orgulloso—, no sabía que decir la verdad podía hacerme sentir tan bien.
—Es verdad, tienes toda la razón.
Daniele continuó mirando hacia el techo.
—¿Estás todavía resentida con mamá?
—Ahora mismo, ni siquiera sé cómo estoy con ella.
La rubia se pasó ambas manos por el rostro, echando hacia atrás unos pelitos que le molestaban.
—No creo que mamá quiera hacernos daño, solo le cuesta hablar y siempre quiere que todo se haga a su modo, pero… —Dylon inspiró lo suficiente como para relajar su abdomen—, a su manera, mamá nos ama.
Los labios sin maquillaje de Daniele se volvieron una línea.
—Sé que mamá es todo cuanto tenemos, cuando pienso en todo lo que tuvo que hacer como madre soltera, de verdad, pienso que es una persona impresionante —admitió de buena gana—, pero… hace siempre lo que quiere, nos arrastra donde se le pega la gana y no importa si queremos ir o no, no tenemos la más mínima opción de decir cualquier cosa al respecto, aunque la digamos, no nos toma en cuenta, lo odio.
Dylon hundió un codo en el colchón y se sostuvo la mejilla con su puño cerrado.
—Me encantaría decir que no tienes razón, pero mamá hace lo mejor que puede. —Hizo lo mejor que pudo por ser equitativo—. Esta vez no nos mudamos por ella, sino por la abuela y he de decir que la abuela nos está dando mucho gusto.
No pudo discutirle, él llevaba razón.
Su abuela era una persona aparentemente condescendiente, lo suficiente como para darles grandes habitaciones con baños propios, así como una asignación mensual para gastos, asimismo les había ofrecido dinero para cualquier necesidad decorativa. Sí, una persona bastante generosa.
—¿Sabes qué enfermedad tiene la abuela?
—Leí en un correo que es algo relacionado con el corazón.
No había sido intencional, pero su madre dejó el correo electrónico abierto en su computadora y justo dejó descargados unos documentos sobre la patología de su abuela. Él no era médico, no lo entendía por completo, pero en la parte final había un resumen elaborado para personas como él, ignorantes de la medicina, en donde se explicaba brevemente una afección al corazón.