Sentado en una roca lisa, desgastada y cubierta de musgo en su base, Dylon estuvo a la deriva. Los codos apoyados sobre sus rodillas y las manos entrelazadas a la altura de la barbilla, mientras veía al horizonte sin mirar en realidad. Su expresión resultó sombría y compungida, como si tuviese mal de tripa. Se mantuvo encorvado y suspiró a cada minuto, como si el peso de lo que llevaba en su cabeza lo estuviese sometiendo.
Se halló incapaz de concentrarse en el mundo exterior, su mundo interior lo estaba sofocando vivo.
El cielo encima de él estaba cubierto por nubes densas y grises, que impedían el paso de los rayos del sol. Las corrientes de aire que iban hacia el norte, arrastraban hojas secas de distintos tamaños y colores, así mismo, su cabello castaño se despeinaba y la sensación melancólica que divagaba en él, se acrecentaba.
Siempre quiso conocer más de su padre, pero recibir esos disparos de información fue tan… cruel, que una puñalada en el abdomen de seguro hubiese dolido menos. Por qué su madre no le habló al respecto, por qué no les dijo nada… por qué se quedó callada todos esos años y permitió viviesen en la ignorancia.
Tantas situaciones, tanto malestar pudo haber sido evitado si su madre se hubiese quedado en la casa Ekans. Los expuso al peligro, Daniele… todo lo que vivió, su trauma, él y su sensación de soledad, de no encajar. Cómo podía ser tan desalmada, ja, quizá lo era por sí, se dice que las brujas no tienen corazón.
Su corazón palpitó violento, doloroso y áspero, el aguijón del resentimiento le atravesó la carne y el venenoso enojó se regó por su cuerpo, el resentimiento se hizo campo en él. Lo toleró todo durante toda su vida, lo aceptó siempre sin rechistar, pero eso… eso era imperdonable.
Su padre estaba muerto, no solo eso, al parecer era un ser extraño, su madre no había hecho más que guardar secretos durante todo ese tiempo y los alejó de su abuela, los alejó de una vida segura.
¿Cómo pudo ser tan egoísta?
Los pelitos de Dylon se pusieron en punta, la vibración sutil recorrió sus brazos, su espalda, sus hombros y se acrecentó detrás de su ombligo. El aire a su alrededor también vibró, fue difícil de percibir en un principio, pero entre más fuertes eran sus emociones y más subía la cadencia, la fuerza invisible se tornaba más intensa, más rústica, como si pudiese cortar el mismo ambiente; sin embargo, la reacción fue distinta.
Enfrascado en su mundo, los párpados de Dylon se entrecerraron y la energía sobrenatural afectó el entorno: Los objetos más próximos a su ser; hojas, ramitas y pequeñas rocas; comenzaron a elevarse con lentitud, giraban en un menguado remolino. La hierba y el monte se aplanaron ante las ondas mágicas de bajo alcance, las aves y otros seres huyeron en distintas direcciones, alterados por el don que rechazaba hasta el mismo viento.
La presión fue llenando cada recodo del espacio, el propio ambiente retuvo la respiración, las rocas más grandes vibraron una a una y se desprendieron en cámara lenta del suelo, dejando caer granitos que también son afectados por el orden superior. Cada objeto quinientos metros a la redonda fue influenciado, pero Dylon ni siquiera lo reparó, todo lo que sentía era… pesadez, furia y angustia.
—Diría que eres una mezcla perfecta de caos y control. —La voz reconocida lo sacó de su estado; el sonido raudo de todos los objetos cayendo le causó un calambre de susto en el estómago.
Dylon encogió la cabeza, miró a su alrededor el polvo que se levantó. El silbido le hizo buscar al hombre hasta encontrarlo.
—Derán.
—¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en el instituto? Wow, qué es esto, evasión de clases, tendré que arrestarte.
—Ya quisieras ponerme las esposas —replicó burlón, pero toda su sorna se desapareció al percibir el uniforme del varón.
En azul turquí, la piernera atada en su muslo derecho y el bolillo negro colgando de su cintura. Fue una imagen distinta, curiosa, pero se le veían los hombros más anchos y la camisa bien planchada le lucía muy bien, cada músculo escondido debajo de su ropa llenó las prendas a perfección. Incluso su cabello alborota o quizá, perfectamente peinado a gusto de Derán lo hacía verse increíble.
Que injusticia ser tan guapo.
—¿Por qué no estás en clase? —preguntó, las botas hicieron crujir las rocas a medida que eliminaba distancia.
—De nada me hubiese servido ir, hoy no puedo concentrarme. —A Derán le pareció irónico, bastante concentrado había estado como para crear un campo gravitacional de buenas a primeras—. ¿Qué haces tú aquí?
—Te eché en falta y vine a verte —dijo guiñándole un ojo.
Dylon torció los labios, pero no fue una sonrisa dulce la que creó, fue más bien arrogante.
—Se te nota la mentira en la cara.
Derán se paró al lado de la roca, se miraron cara a cara y le sonrió, fue un delito se viese tan bien al sonreír, era como una mezcla entre pecado y sensualidad viril, podía haberle saltado allí para besarlo, eso sin duda le alejaría de sus preocupaciones.
—Estamos patrullando, es hora de la patrulla más calmada del día —no escondió el tedio en su hablar—, pero fue una ganancia inesperada, un estudiante saltándose la clase, después de entregarte, seguro este mes me gano la medalla del mejor empleado.
Dylon apenas movió los hombros.
—Es bueno por ti.
—Y no deberías de ir haciendo eso por ahí, ¿no te enseñaron nada?
Los ojos de Dylon no auguraron buenas emociones, por el contrario, la sensación que emanó fue corrosiva.
—Tú lo sabías desde el principio, pero no me dijiste nada.
Derán alzó sus palmas en son de paz y ladeó la cara para luego silbar, como si no fuese asunto suyo.
—Mis labios siguen estando sellados.
—¿Por qué? —No fue una demanda más brusca, por el contrario, fue más bien agónica.
—Hazme espacio.
Dylon resbaló su trasero por la roca y Derán se trepó de un salto, sus piernas se rozaron, no fue durante mucho tiempo, pero fue el suficiente para que Dylon se sintiese a gusto. Derán era tibio, al menos, su temperatura corporal lo era, su temperamento y personalidad, definitivamente no.