Tiempo de Gorgonas

Capítulo 30. Cruenta es la verdad.

A medida que se acercaban al inminente peligro, igual que una inocente gacela que bebía descuidada del agua tan cerca al cocodrilo. Derán iba tomando más sensación de realidad, estaba seguro de una cosa: iba a meterse en problemas.

Cuando su padre se enterase, iba a colgarlo de los huevos y le rompería un par de costillas en el proceso. Le había recomendado usar al chico para subir en la escala jerárquica, no usarlo para terminarse de hundir en el lodo hasta la frente. Cuando la vieja Ekans se diese cuenta había sido él quien llevó a su recién despierto nieto a la frontera donde pululaba el peligro.

Oh, señor bendito. Iba a pegar el grito en el cielo y de seguro se le aceleraría el corazón como nunca. Esperaba no le diese un patatús, si semejante desastre ocurriese, le acabarían por echar la culpa a él.

La idea no pintaba para nada bonita. Sin embargo, no sería malo sacarle una arruga más a la vieja Ekans. A veces, solía ser una persona de lo más insufrible.

Derán condujo veloz, tanto como Dylon nunca en su vida había creído alguien pudiese conducir una motocicleta. Tuvo que apretar el abdomen y a Derán de paso —eso último lejos de incomodarlo, lo hizo sentir más cómodo—, el pelinegro era duro y macizo por todos lados, trozos de músculos prietos y firmes se sentían al pegarse a él.

Otro día a otra hora, Dylon hubiese sentido una particular extraña e inquietud por la situación. Sí, se hubiese vuelto loco de pensamientos vacíos o complicados, sobre dónde poner sus manos. Sin embargo, se había corrido en el abdomen de Derán, joder, si eso no le permitía tomarse una que otra confianza, entonces nada en la vida lo haría.

La motocicleta se detuvo fuerte y sentida, mientras Derán se quitaba el casco y observaba los vehículos no muy lejos.

—Escucha bien, princeso —su voz fue cruda y severa, para finalmente agregar—: Nunca olvides que no voy a poder protegerte, estoy aquí para ayudar a mis colegas, si te vuelves un lastre, te sacaré de combate y te pondré en un lugar seguro.

Dylon iba a discutirle, pero Derán saltó desde su asiento hacia arriba y cayó un par de metros más adelante. Agarró el bolillo de su cintura y al activarlo, la maza con picas flotantes se manifestó. Dylon escasamente pudo quitarse el casco, para cuando lo dejó encima de la motocicleta, Derán ya no estaba cerca.

Había tomado cuesta abajo para perderse de su visión a una velocidad apabullante.

Dylon no comprendió completamente la situación, sintió que había recibido un sermón innecesario, y muy grosero, además. No colgó su maletín en su hombro, prefirió dejarlo entre unos arbustos. Iba a descender por la cuesta, pero el sonido de motores lo detuvo, por alguna razón que no pudo explicar, se escondió detrás de un árbol.

Un jeep negro y dos motocicletas llegaron en contados minutos, dejando una nube de polvo por donde pasaron. En las motocicletas iban dos parejas, vestían el mismo uniforme que Derán y Alaster. En el jeep, por el contrario, se le apretó el vientre al reconocer al padre de Derán, acompañado por una mujer que cubría sus ojos con un paño y un hombre calvo con una cicatriz inquietante que le atravesaba la mitad de la cara.

Desde su lugar no pudo escuchar las indicaciones que les dio el pelinegro, pero los dos asintieron para irse por lados diferentes. Él se mantuvo quieto y en silencio, casi impidiendo respirar. El padre de Derán descendió por donde lo había hecho su hijo sin mirar alrededor.

Se parecían.

Derán de seguro sería igualito a su padre cuando tuviese la misma edad. Lo que significaba, estaría muy bueno. En defensa de Dylon, a él nunca le llamaron la atención los hombres mayores, no tenía delirio de daddy o demasiada necesidad paternal latente e inconsciente. Aquel esclarecimiento, no impedía admitir el padre de Derán estaba de muy, muy buen ver.

Era todo grande y fuerte, como un animal feroz. ¡Eso es! Se parecía a los protagonistas de las películas de hombros lobo, todo machote, pecho peludo, barba en la cara.

Dylon se rio para sus adentros. Tendría que contárselo a Daniele cuando la viese, estaba seguro de que ella recordaría el nombre del actor y la película que él tenía en su mente. Se estremeció ante el brusco sonido de una explosión, sus pies se despegaron del piso, pero no siguió el senderito.

En su lugar, bajó por un espacio apartado, no quería ser visto.

Los sonidos de combate se hicieron más claros a medida que avanzaba. Una rama lo cacheteó, pero continuó descendiendo cuidadoso, sin atreverse a pisar mal para no torcerse un pie. Ya había recibido la riña de Derán sin hacer nada malo, si lo hiciera, de seguro le diría que era un inservible y con justa razón.

Se detuvo tras un árbol y sacó su cabeza igual que un perro que montaba una camioneta por primera vez.

El grupo de uniformados avanzaba seguro en una formación cerrada, usaban lanzadas de un metal negro con puntas brillantes en dorado. Algunos de los hombres tenían los hombros y brazos rodeados de símbolos flotantes, brillantes y luminosos, que los dotaban de fuerza superior a la humana.

El devastador que quedaba, más grande que todos los que abatieron, mordía hacia adelante con intenciones de romper lo que atrapase entre sus fauces. Al dar un zarpazo con su pata derecha, huesuda y asquerosa, un hombre con un escudo se interpuso. El estallido brutal lo arrastró un par de metros hacia la derecha, pero el sujeto en ningún momento libero el arma con la que estaba emparejado.



#98 en Fantasía
#15 en Magia

En el texto hay: bl, gay, magia

Editado: 06.12.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.