Rocas y pequeños objetos flotaron alrededor de Dylon. El brillo de su cuerpo fue solo más intenso en su mirada. Las pupilas siempre redondas tomaron la forma de un rayón, pequeño y delgado, igual que la luna cuando está en su fase más reducida. Las venas a su alrededor de hincharon ante la naturaleza que se desbloqueaba, mientras el mil pies se paralizaba desde la cabeza hasta la cola.
El color del animal fue reemplazado por el tono del cristal transparente que dejaba mirar diferentes formas de sus hexagonales ángulos. Ryker miró con asombro la escena, igual que los demás. No era roca sólida como la de una gorgona cualquiera, ni siquiera era algún de los tres metales pesados, parecía ser una aleación de cristal, uno duro y sólido.
Dylon quiso detenerse, el animal estaba inmóvil, pero la energía dentro de él continuó bailando como si fuese un cohete al que acababan de echarle fuego. Ni la gasolina hubiese ardido con tanta brusquedad y bravura como la energía en su interior. Se abrió paso desde su estómago hacia sus tripas, atravesó carne y huesos, corrió por su torrente sanguíneo con el fervor de una creciente y le quemó el bíceps derecho.
El grito del muchacho fue una advertencia, pero cuando la presión en sus dientes le hizo sangrar las encías, Ryker supo que había que ponerse a cubierto. Dio la orden, mientras la energía mágica se alteraba más y más, rodeando a Dylon en aros sobrenaturales como si fuese un planeta.
Derán intentó ponerse de pie, pero los dedos de Dylon se cerraron de repente y las chispas verdes viajaron rápidas hacia su cuerpo. El Centinel apenas fue capaz de cubrirse el rostro. La onda expansiva emergió con el poder soberbio de una explosión nuclear.
Derán fue aplastado hacia la corteza del árbol, unos cuantos Centineles fueron empujados hacia atrás, mientras el mil pies se rompió en miles de trocitos brillantes. El cuerpo de Dylon flotó inerte cuando perdió el conocimiento, pero su poder no se detuvo, lo envolvió como un capullo para mantenerlo a salvo.
Derán se puso de pie con dificultad, su audición dañada y el malestar en muchas partes de su cuerpo definitivamente no fue sencillo de manejar. Necesitaba atención de un sanador con premura, pero, también necesitaba ver a Dylon. Joder, sería su culpa si algo malo le ocurría, porque…
¡Porque había sido su maldita idea llevarlo allí!
Arrastró un pie y se sostuvo un codo, yendo hacia el muchacho. Toda acción se detuvo cuando una de las mangas de la camiseta de Dylon se quemó, un tatuaje de color caramelo se fue dibujando lento y preciso, como si lo estuviese delineando un tallador experimentado.
El símbolo quedó plasmado y en el suelo, la energía mágica invisible fue dibujando un círculo mágico alrededor. Haciendo saltar rocas y tierra, la magia antigua y siniestra emitió un zumbido bajo la capa terrestres que estremeció toda la ciudad y sus alrededores. Derán cayó de culo al piso cuando una gigantesca cabeza recubierta de escamas verdes como las esmeraldas, emergió desde el círculo mágico para conocer la libertad.
Los Centineles se encogieron ante la enorme titanoboa que se abrió paso, su largo cuerpo recubierto de escamas impenetrables por armas convencionales y su siseo mortífero que alejó todo sonido. Sus ojos azules como dos trozos de hielo polar observaron alrededor, rodeó el cuerpo flotante por mero instinto, observó con detalle la marca de invocación en el brazo de su nuevo dueño y señor.
—¡Apunten! —La orden provino desde arriba, la mujer con el paño en los ojos ordenó a un recién llegado escuadrón disparasen.
—¡Esperen! ¡Esperen!
Nadie atendió la intervención de Derán. Se cubrió cuando los misiles luminosos volaron hacia la serpiente y hacia él. Sin embargo, ninguno consiguió su objetivo. La titanoboa se removió con ferocidad y separó sus fauces, el silbido de su siseo fue tan portentoso que creó corrientes de aire.
—¡Retrocedan! —gritó Ryker.
No había forma de que pudiesen vencer a esa monstruosidad en las condiciones precarias en las que se encontraban. Sin embargo, Derán no pudo retroceder, su cuerpo se negó a levantarse, antes de que se diese cuenta, la serpiente lo estaba observando, la lengua bífida le acarició la piel.
Se quedó quieto, como si fuese a hacerse el muerto, porque… porque sinceramente esa mierda lo destriparía antes de que pudiese echar a correr como una rata asustada. No tuvo miedo, extrañamente, su corazón latía fuerte y le aturdía el cerebro, pero no estaba asustado.
Había muchas cosas que quería hacer, quería ascender. Aun así, moriría en el servicio, era lo que muchos Centineles llamarían el mayor orgullo, la mayor determinación, la mejor forma de despedirse del mundo. A pesar de que su nombre se escribiría en el sacro monolito en el cementerio, junto a los nombres de otros que murieron antes que él.
No fue feliz.
No sentía el mínimo atisbo de felicidad, porque… si moría, entonces todo habría acabado. Sus ideales, sus sueños, todo lo que alguna vez esperó, simplemente llegaría a su fin.
El choque contra el hocico de la bestia provino de un lado. El guante dorado con pequeñas púas hizo la cabeza del animal se alejase unos metros, sacudió su hocico, mientras Derán era atrapado por el cuello de su camisa. Miró a su padre hacia arriba, pero no consiguió entender lo que decía, tampoco hubo mayor explicación, ni tiempo para preguntar, su cuerpo fue arrojado hacia la barrera.