Tiempo de Gorgonas

Capítulo 32. Rupturas y fisuras.

Dylon tuvo que ser cargado al hospital. Sus piernas se sentían adormecidas, igual que las puntas de sus dedos. El frío se había apoderado por completo en la punta de sus yemas hasta el punto de robarle la sensación. No estuvo muy enfocado en todo lo que le dijeron los médicos que lo examinaron, por momento, encontraba sus ojos con los de Derán.

El pelinegro se había sentado en una pequeña silla de madera y mantenía una pierna estirada. Se había herido, porque cada vez que se movía con más energía hacía alguna mueca, tampoco se había parado desde que llegaron allí. Por otro lado, Dylon recibió una intravenosa con suero y prometieron llamar a alguien para ayudarlo con sus dedos.

Dylon se había quedado mirando hacia el techo tan blanco como la nieve en invierno. Su mente estaba cubierta de una capa brumosa de muchas ideas. Por primera vez entendió mucho de lo que dijo Derán, quizá por terquedad o implícita necedad, había creído le mentía sobre lo peligroso que era para él estar en ese lugar.

Verlo era muy diferente a imaginarlo.

Los Centineles no estaban jugando en ningún momento, luchaban con sus cuerpos y exponían sus vidas al peligro a cada movimiento. Esos perros pútridos y ese milpiés gigante eran amenazas dignas de un libro mitológico, sin medir en eso, personas morían porque era el deber que les asignaron, no eran diferentes a los policías u hombres de la armada, quienes ponían sus pechos para proteger a la humanidad.

Dylon descansó uno de sus antebrazos encima de su frente, lanzó una espiración al vacío y pensó en lo mucho que desconocía. Se le apretaban las tripas al pensar en todas las cosas aterradoras que podían pasarle, y él… de alguna manera irresponsable y descuidada había salido de su escondite para proteger a Derán.

—¿Te duele la cabeza? —El hablar de Derán se oyó distante, pero lo ronco de su voz fue inconfundible.

—No, no me duele nada —contestó.

—Eso es bueno.

Dylon retiró su brazo y rodó la cabeza. El cuerpo de Derán fue víctima de varios golpes que se convirtieron en raspones, cortadas y hematomas. Su aspecto no era bueno, podía decirse pasó por mucho, sobre todo, su pelo estaba revuelto y empolvado, su ropa tampoco estaba en el mejor estado.

—Sí fui yo quién te salvó el trasero.

Derán se rio entre dientes.

—Irónico. —Iban dos veces, pero el Centinel no le diría nada.

—¿Verdad? Pensar que este ignorante en la magia saldría allí y lo daría todo sin saber cómo.

Derán apretó los labios y dio un diminuto asentimiento.

—Lo que hiciste fue valiente, muy valiente, pero muy irresponsable.

—¿Por qué tú debes proteger y yo ser protegido?

—No eres muy diferente a los otros civiles, al menos no hasta ahora —aceptó Derán con franqueza—. Salir a luchar sin saber cómo tomar el arma puede ser un peligro, podrías acabar hiriendo a aliados y a enemigos por igual.

—¿Es un sermón todo lo que tienes para decirme? —preguntó encumbrando las cejas.

—No, princeso, no lo es. —Derán echó la cabeza hacia atrás y la conectó con la pared, cerró un ojo ante el dolor en su hombro, pero continuó hablando—. Fuiste valiente y nos salvaste el culo allá, pero es mi deber decirte cuando cometes una imprudencia.

—Mi vida no es más valiosa que la de ustedes, Derán, no es más valiosa que la tuya.

La frente de Dylon se arrugó con mas énfasis, mientras Derán espiraba al mantener sus manos cruzadas cerca debajo de su ombligo.

—En raciocinio humano, estoy seguro de que tendrás la razón, pero aquí, Dylon, tú haces parte de las cinco familias que mantienen el orden en la ciudad, si acabases herido o muerto, quienes estaban a cargo de tu seguridad, no tardarían en seguirte al más allá.

Dylon se sentó con lentitud, su rostro más relajado que antes, pero francamente confundido.

—¿Estás de broma? ¿Por qué lo harían?

—Porque así son las normas —le espetó en una exhalación larga—. Los Centineles protegemos, si un Centinel entrenado y graduado no cumple su objetivo, entonces significaba que es una pérdida, un inservible, que no merece llevar el título de Centinel y mucho menos ocupar el cargo, por lo tanto, te expulsan o te matan, dependiendo del crimen.

—No es un crimen no poder proteger a alguien —aseveró—. Ni tú ni esas personas son dioses, no son omniscientes ni omnipresentes, no pueden ir por la vida esperando que ustedes salven a los otros, Derán, ustedes también sienten.

Los bombillos del techo se encendieron y apagaron, fue entonces cuando Derán echó su cabeza hacia el frente. El ceño de Dylon estaba fruncido con mucha fuerza, las dos arrugas eran profundas entre sus cejas. Los ojos mostraron un aspecto nublado por la rabia contenida y las pupilas estaban ligeramente dilatadas, demostrando su tensión latente. Los labios se habían apretado y la mandíbula, joder, estaba muy rígida, hasta les marcaba los músculos tensos a ambos lados de su rostro.

—¿Por qué estás tan molesto por eso?

—¡Porque hablas de ti y tus amigos como si solo fueran servilletas de papel a las cuales desechar! —espetó en voz alta y una de las luces chirreó—. ¡Tanto tú como ellos tienen derecho a vivir, Derán, nadie puede quitárselos ni nadie tiene el derecho de decirles que deben de morir por otro!



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En el texto hay: bl, gay, magia

Editado: 13.01.2025

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