En su vida, Dylon había visto a u par de hombres gritar como niñitas. Solía ocurrir mucho en deportes cuando había alguna que otra lesión, no podía culpar a nadie por expresar abiertamente su dolor. Sin embargo, los pujidos de Derán cuando le reacomodaban el hueso eran más parecidos a los de un bisonte enojado, le apretaba fuerte la mano y tensaba tanto la mandíbula que sus dientes rechinaron.
Fue una escena nueva, Derán agitado y sudoroso, descompuesto por el soberbio malestar. Una sensación fría e incómoda, casi vacía se instaló en el vientre alto de Dylon. No le gustó, ser testigo de tal sufrimiento, a pesar de eso, se consoló a sí mismo diciéndose que lo mejor que podía hacer era acompañarlo hasta que el proceso se diese por terminado.
El tobillo fue solo el inicio, Yeline le reacomodó una escapula y le examinó la cabeza, le sobó las heridas con un ungüento de color maíz y para cuando hubo terminado, tres horas habían pasado. Derán retiró las piernas de encima de Dylon y se quedó sentado, sabía que no debería de moverse bruscamente por las próximas cuarenta y ocho horas.
—Eso ha sido todo, guapo, la próxima vez asegúrate de no ser el saco de boxeo —aconsejó Yeline, con acciones lentas y habituales guardó sus frascos uno por uno en el maletín que llevaba.
—No fue mi elección, señor Yelina, ¿cree que dejaría me pateasen así por gusto? —preguntó con las cejas arriba.
—¿Quién soy yo para juzgar los fetiches de cada uno, cariño? —replicó audaz.
—Ja, ja, muy graciosa —dijo Derán, pero Dylon sí se rio. La mano de Derán se instaló en su cabeza y lo despeinó con más fuerza.
—Tú no te rías, de seguro tienes fetiches bien raros.
—Oh, no, a mí no me metas en tu saco —pidió Dylon, sin dejar de sonreír—. No soy el que le gusta lo vuelan polvo.
—No, a ti te gusta echar polvos —dijo Derán en un rodar de ojos.
—Eh, no seas asqueroso —se quejó Dylon—. Menos delante de la señora.
—¿De ella? —Derán paladeó—. ¿Por qué crees que se sorprendería? Tiene dos hijos, no los hizo orando de rodillas, o sí, ¿señora Yeline?
—Creo que debí retorcerte un poco más el tobillo, déjame comprobar si necesitas otro masaje. —Derán negó con su cabeza, rápido y sin freno. Dylon se rio bajito, la señora Yeline también soltó una risa tenue.
Derán despeinó de nuevo a Dylon, esta vez el castaño no se quedó quieto y le dio varios piquetes con sus dedos en el abdomen. Yeline los observó sin alejar su mirada ni esconder su sana curiosidad. Había cercanía, también vibraciones en el aire, los poderes de cada uno respondían a sus emociones y sus emociones eran buenas cuando estaban cerca el uno del otro. Esa fue la razón por la que el tratamiento de Derán no tardó seis horas como de costumbre, estando cerca de alguien con quien vibraba, su poder de regeneración trabajaba con más prisa.
Yeline formó una línea con sus labios, estaba segura de que a muchas personas no le parecía adecuada la cercanía entre un Centinel de bajo rango y uno de los herederos de las familias principales, su deber dictaba que informara, pero conocía a Derán desde hacía mucho tiempo, también conoció a la pobre madre de este. Sin duda, Derán era alguien que había sufrido más pérdidas que ganancias a través de los años, como si no fuese suficiente tener un padre como Ryker, quien era todo un ogro exigente y demandante.
—¿Saben bien lo que están haciendo ustedes dos? —preguntó Yeline, su voz más evaluativa.
—¿Hacer? —Dylon la miró con la frente arrugada, incapaz de entender lo que le trataba de decir.
Derán se la quedó mirando, sus ojos ambarinos más intensos.
—La señora Yeline solo pregunta.
—No solo pregunto, cariño, pregunto si saben lo que están haciendo ustedes dos. —Dio dos pasos lentos que sonaron más alto que antes—. Un Centinel y un hijo de Ekans, es una cosa que nunca se ha visto antes.
—¿De qué habla? —preguntó Dylon, sus cejas se arrugaron con pesadez y su espalda se enderezó, precisando desde el inconsciente una posición más defensiva.
—Derán, sé que él no sabe tanto, pero tú eres muy consciente de los problemas que puede acarrear para ti y tu familia si ese nexo que están creando llega a más. —Yeline lo miró con cierta compasión—. Sabes que Miranda y el resto de los ancianos no permitirán un Centinel sea más que eso.
—¿Por qué lo dice como si fuese lo obvio? —preguntó Dylon, su voz más ronca.
—¿Disculpa?
—¿Quién tiene el poder para decidir quién me gusta o quién no? —Se puso de pie, sus cejas fruncidas y sus ojos, sus brillando en luces amenazadoras—. No sé cómo hacen las cosas por aquí, usted muy bien lo ha dicho, señora, pero si me gusta Derán o si hacemos un nexo, eso, eso es algo muy mío, ni mi abuela, ni mi madre, ni siquiera mi preciosa hermana tendrán voz ni voto, estoy cansado de seguir la corriente, ha sido verdaderamente extenuante.
—Ir en contra de la corriente, puede ser todavía más agotador —dijo Yeline.
—Es verdad, puede serlo, pero soy más feliz así. He pasado mi vida entera actuando como creía que los demás esperaban que actuara, nunca me permití preguntarme cómo quiero actuar yo, cómo puedo actuar para ser feliz. —Derán se lo quedó mirando, la espalda de Dylon se veía más ancha que nunca—. Todavía no estoy seguro de las respuestas, pero sí sé una cosa: no volveré a ir con la corriente solo porque creo eso hará felices a los demás, es demasiado asfixiante, y ahora, por fin puedo respirar por mi cuenta.