Derán estuvo en un buen y sano disfrute, la plática con Dylon fluyó con una facilidad inimaginable. No hubo una sola alma que los interrumpiera en ese lapso, como si las personas alrededor se abstuviesen de buscarlos. La sensación de quedarse solos en el mundo fue un disfrute que los dos se permitieron gozar, se sonrieron y contaron tonterías, bromas y chistes de mal gusto. Derán incluso le contó que cuando era pequeño había confundido la cera de peinar con un pegamento y tuvieron que raparlo, quedando pelón por completo.
Dylon se había reído hasta que le dolió el abdomen, el hecho de imaginarlo con la cabeza como un huevo lo dejó sin aliento.
—Estoy seguro de que tu te comías los mocos —apuntó Derán, sus brazos cruzados y una expresión tozuda en su cara, más bien, indignada.
—No, no lo hacía —dijo, limpiando las lágrimas de sus comisuras—. En realidad, no era muy mocoso que digamos, pero me costaba peinarme justo por aquí —señaló una parte de su cabeza—, tenía un mechón que siempre se salía, iba en contra de la gravedad, era tan molesto, algunos decían que me estaba saliendo un cuerno.
Derán le dedicó una mueca de preocupación para finalmente reír, aunque no tanto como Dylon cuando develó su secreto infantil.
—Odiaba ir a la escuela, creo que mi primer día fue horrible —dijo haciendo una mala cara—. Mi madre me peinó como un palurdo, y joder, lloré, era tan raro estudiar, estar en un lugar nuevo y desconocido.
Quizá por eso entendía y era comprensivo con Dylon. Nunca olvidó la sensación de abandono que experimentó aquel primer día de clase, nunca se había separado de su núcleo familiar. Solo entonces comprendió el significado de la verdadera soledad, aunque después de sufrir las primeras semanas, se acostumbró y acabó por ser quien pedía lo llevasen a la escuela.
—No me pasó lo mismo —le contó, jugueteando con botón de su pantalón—. Dani lloró un poco al principio, era extraño, pero habíamos tenido niñeras antes, entonces no era tan complicado para nosotros, no lloré, no quería que Dani me viera llorar, pero… me temblaban las piernas y quería mearme encima.
Derán detalló el color rojizo subiéndole por las orejas y las mejillas, miraba hacia el piso, mientras sonreía con una indulgente vergüenza. Fue inesperado para los dos, develar situaciones adversas y divertidas de su pasado. Los dos, sabían en secreto que, no le contarían esas cosas a otra persona nunca.
—Aguantaste bien, felicidades. —La mano de Derán cobijó la nuca de Dylon, este se tensó ante el inesperado tacto, lo miró de soslayo.
—Tú también; has sido un buen hermano mayor, ¿no?
Derán se rio sin ganas.
—¿Lo crees? Solo deja que mis hermanos te demuestren el dolor de huevos que pueden ser y, entonces, dejaré que sigas diciendo lo mismo.
Dylon se dejó amasar la nuca por Derán. Le invadía una sensación mansa y acogedora, los dedos que le frotaron por poco lo hacen ronronear como un gato desajustado. Estiró su brazo hacia un lado, mientras acomodaba las piernas a lo largo.
—Me hablaste sobre tu madre, tú, ¿la extrañas?
El toque se detuvo un instante, pero lo reanudó con prontitud, como si desease esconder su propia alteración.
—A veces, pero no la odio, sé que era muy infeliz.
Dylon atrapó la muñeca ajena, alejó el tacto y se acercó hasta sus caras quedaron muy cerca la una de la otra.
—No estaría mal extrañarla, Derán —le aconsejó quedito—. No tengo padre, así que también extraño lo que no tuve, irónico, ¿verdad? Entonces, si tú la tuviste, estoy seguro de que la extrañarías todavía más
Los labios de Derán se curvaron cuando Dylon le acunó una mejilla.
—Sé que eres bueno, muy bueno —le aseguró—. Solo, confía un poco en mí, haré lo posible por entenderte.
—¿Qué tipo de ataque es este? ¿Intentas engatusarme, princeso?
—¿Por qué no? —La nariz de Dylon empujó la de Derán—. Me gustas, por mucho que odie la idea de que te regocijes en ello, es la verdad. También me gustaría gustarte, Derán.
El pelinegro desvió la mirada un instante, Dylon lo dio un besito.
—No quiero ser un cabrón que impone sus sentimientos, Derán, solo quiero que lo sepas, porque he fingido toda mi vida sentir cosas que no sentía y decir palabras que ni quería decir, a la larga, viví en una mentira, no quiero seguir en ella.
La brillante luz en los ojos de Dylon fue avasalladora, tanto como para resecarle los labios y estimularle las pupilas.
—No estás obligado a darme una respuesta ya, ni siquiera mañana o en una semana, solo quiero que no te olvides, voy en serio contigo.
Derán solo rio desde su garganta.
—Eres todo un seductor —le dijo, fresco y relajado. Sin perder tiempo le sostuvo la barbilla y lo besó en los labios por dos segundos—. Es bueno ser entusiasta, princeso, pero ten cuidado, si me asusto huiré como un perro entre las patas.
—Te ajustaré bien el collar.
—Oh, no sabía que estabas metido en esos rollos. —Derán fingió un escalofrío—. No sé si me gusta o me asusta, qué ironía.
—¿Por qué no te tomas en serio mis palabras? —preguntó Dylon, su labio inferior sobresaliendo—. Haces esto de cambiar el tono de la charla a una broma que parece simple, pero estoy hablando en serio, Derán, quiero que lo tomes en cuenta, incluso si no me correspondes.