Tiempo de Gorgonas

Capítulo 36. Franqueza letal.

Las horas transcurrieron, mientras Daniele se iba sintiendo mejor a cada momento, su cabeza estaba más despejada y sí, estaba fúrica como un coala al que le quitan su preciado eucalipto, sin embargo, podía pensar con mayor claridad que antes. Se pasó la mano derecha por el cabello varias veces y estuvo mejor para comprobar su reflejo en el espejo.

Fue diferente mirarse, hubo un tenue brillo a su alrededor que no había visto antes. A pesar de verlo, no podía identificarlo, tampoco expresar con palabras qué era. Definitivamente era distinto a las emociones que podía ver en otros, así mismo, cuando pasaba su mano por su cabellera, los pelos se crispaban y seguían su mano como si se adhiriesen.

Quizá era fuerza estática producida por el poder.

Se le revolvía el estómago como a cualquier cuando descubre una cosa nueva e incontrolable, pero, a su manera, dentro de su corazón, también había un cierto placer que no podía describir con palabras exactas ni con pensamientos esclarecedores. En su corazón latía la certeza de que, si gozaba de dicho poder, ningún hombre iba a poder dañarla como en el pasado, nadie se aprovecharía de su estado de debilidad ni podría reducirla.

Podría valerse por sí misma y el mundo, por fin, dejaría de parecerle un lugar tan aterrador. Estaba cansada de desconfiar y de sentirse insegura, de caminar con miedo de noche y de revisar dos veces hacia los lados cada vez que iba a meter la llave en la puerta de casa. La magia era una respuesta, una respuesta que necesitaba para sentirse tranquila, incluso más tranquila al saber que podía inferir algunos de los sentimientos y pensamientos de las personas al notar su aura.

—Dylon, ¿qué estabas haciendo allí? —la exigente pregunta provino desde fuera, Daniele cerró el grifo y salió a prisa, encontrando una concurrencia mayor en la habitación—. ¿Por qué no estabas en el instituto? ¡Debías de estar a salvo allí!

Fue la primera vez que Daniele pudo ver los colores de su madre; rojo, azul y gris. Variaban como el fuego cuando lo empuja el viento, sin embargo, era la primera vez que veía a alguien con tres emociones fuertes encima la una de la otra, al observar al hombre acuerpado cerca de la puerta, se dio cuenta de que no podía percibir su aura. Estrechó los párpados para intentarlo con más ganas, pero fue inútil. No había forma de que todo acabase tan fácilmente, al final no podía jugárselas todas, no sabía cómo controlar eso, quizá con más práctica pudiese hacerlo mejor, después de todo, sus primeros vestidos fueron horribles.

Nada sale muy bien al principio, pero se va tomando práctica.

—Su ayuda fue indispensable para cubrirnos, nos salvó la vida —dijo el padre de Derán, consiguiendo Carol solo respirase más pesada y lo señalase con brusquedad.

—Esta charla está fuera de tus capacidades, Ryker, mantente fuera de esto.

—Carol, tu hijo nos ayudó mucho, aseguró la vida de mis hombres.

—¡Mi hijo no es un guerrero como los tuyos! —le siseó—. La vida de mi hijo vale más que cualquier cosa, sé que tienes una manera diferente de pensar sobre tus hijos, ya que los entrenaste para convertirse en máquinas de matar, pero sobre los míos decido yo.

—Ah, eres tan pesada como te recuerdo —dijo el pelinegro.

—Es cierto, soy una pesada —espetó con la respiración pesada—. Pero no estoy loca como tú, no por nada Melody te abandonó.

La cara del hombre se distorsionó y sus dientes se apretaron, fue ese instante, el preciso, en que Daniele notó el aura de enojo burbujeando de él.

—No tienes ni idea de lo que estás ladrando, Carol.

—Claro que lo sé, mantengo contacto con Melody todavía —dijo, y Daniele supo con claridad hubo un gran placer al decírselo y recibir el rostro desorientado de Ryker—. Es feliz sin ti y no la culpo, la hubiese dejado a su suerte si con eso hicieras feliz a esta gente, siempre has sido el perrito faldero de las familias principales.

—Mamá, es suficiente, déjalo en paz —pidió Dylon. Él no miraba a Ryker, sino a Derán, quien observaba con los ojos bien abiertos a su madre, debe de haber sido un choque para él.

Derán no podía creer lo que escuchaba, por mucho que intentó averiguar respecto a su madre no hubo forma, ni siquiera con los contactos y los archivos de los Centineles pudo hacerlo, aunque le faltaban personas fuera de la ciudad, su madre solo se había esfumado como si nunca hubiese estado allí, dejándole una carta y dinero. Lo peor de todo, era que Derán sabía ella no se había llevado nada, ni su ropa, ni su teléfono, escasamente se llevó un portarretratos y sus documentos, junto a un bolso de mano marrón.

Era todo, hasta las pantuflas con estrellitas que solía ponerse todas las noches las dejó al lado de la puerta. Su boca se llenó de un sabor agrío y pesado, sus intestinos se apretaron y se activó el reflejo vomitivo, quiso preguntar más, moverse o simplemente espirar fuerte, pero no pudo hacerlo, solo se quedó allí, intentando hacerse a una idea de que su madre estaba viva, estaba bien y de que, nunca en todos esos años se le pasó por la cabeza siquiera llamar al teléfono de casa para preguntar cómo estaba, cómo estaba él.

—¡Contigo no he terminado, Dylon! ¡Te has escaqueado de clase!

—¿Quiénes eres para cuestionarlo? —preguntó Daniele, interponiéndose entre Dylon y su madre, mirándola a la cara—. No te metas con él.



#48 en Fantasía
#5 en Magia

En el texto hay: bl, gay, magia

Editado: 13.01.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.