En pocas ocasiones Dylon había tenido dificultades para descansar, había sido de los que caía como tronco nada más pegar la cabeza a la almohada. Tal parecía que esos eventos tan de buena raza quedaron solo en el pasado. Dormir se había convertido en un lujo que sus preocupaciones no le permitían. Su corazón se aceleraba a mitad de la noche, lo despertaba varias veces en la madrugada, a veces estaba empapado en sudor y respiraba agitado.
Su mente se había atascado en un bucle de pensamientos oscuros. La motivación y energía que antes poseía, parecía haberse esfumado tan fácil como el hielo en verano; solo le quedaba una pesadez en el pecho y en los hombros, incluso parecía haber un susurro constante que le decía, era mejor si se quedaba en silencio con los párpados cerrados, incluso si no dormía.
No sabría si llamar a eso culpa, depresión o ansiedad. Solo… se sentía mal por su madre, por lo mucho que debería de estarlo pasando mal. Sin embargo, no dejaba de resentirla y esa ambivalencia le estaba pasando factura. Al mirarse al espejo, se preguntaba si era su reflejo. Su cabello desordenado, la mirada apagada y unas terribles ojeras. Seguro sí era culpa, porqué esperó su madre lo confrontase y le dijese lo muy decepcionada que estaba de él.
Eso no pasó.
En su lugar, la dinámica familiar cambió por completo en una dirección que no pudo prever. Su abuela y su madre no estaban en casa la mayor parte del día; llegaban tan tarde en la noche que solo se escuchaban los vehículos que iban a dejarlas, unas horas más tarde, temprano en la madrugada, los mismos vehículos iban a recogerlas. Cinco días pasaron, y su madre no habló con él o Daniele.
No sabía si eso era bueno o malo, por lo más, no era el único en ser ignorado. A pesar de eso, luego de que Derán se fue esa noche luego de dejarlos, no volvió a contactar con él. Intercambiar números no sirve cuando ninguno de los dos se escribe. Dylon supuso muchas cosas, y esas suposiciones podían ser el origen de todos sus tremendos malestares.
Quizá Derán se cansó de él, quizá no era nada serio. Sí, sabía que desde el principio Derán dejó muy en claro no era nada serio y que, no quería una relación; además, bastante herido se notaba cuando escuchó lo de su madre. Debía, como él, tener sus propios problemas emocionales, también podría estar ocupado.
No tenía idea alguna, solo…
Se asfixiaba en la agonía más pura y quería revolcarse en el suelo. Estaba enredado en un problema y el otro, al final, se sentiría muchísimo mejor si gritaba. Rodó en su cama, habitando en la quietud amarga y fría, mantuvo sus ojos cerrados hasta que alguien tocó la puerta.
Respondió con un ruidito, fue cuando Daniele asomó la cabeza.
Los dos estuvieron alejados del instituto y, como animales heridos, se escondieron en sus respectivas habitaciones. Aun así, ella había salido más que él, por lo más, merodeaba por los alrededores y esculcaba la biblioteca de la casa, buscando información. Él no tenía tanta energía, solo quería volverse uno con el aire.
—¿Hasta cuándo estarás encerrado aquí? Si los vampiros existen, creo que les gustaría vivir así, rodeados de oscuridad —apuntó Daniele, señalando las cortinas bajadas.
—¿Qué quieres, Dani?
—Verte, te estás asfixiando aquí y no entiendo la razón.
—Aparte del hecho de que, salí estrepitosamente del closet frente a mamá, el padre del tipo que me gusta y del tipo que me gusta, creo que se me permite estar procesando cada hecho.
—Pensé que estarías feliz de decírselo a Carol.
—Me hubiese gustado que mi salida del closet fuese menos dramática, hostil y ruda. —Por fin lo decía en voz alta—. Esperaba hacerlo en un entorno de comprensión y calma, no escupirlo sin más, me siento horrible conmigo mismo.
—Ah, era eso. —Daniele fue hacia las cortinas y las abrió, la luz del sol entró y Dylon se quejó, sin embargo, lo peor fue cuando su hermana abrió las ventanas—. Necesitas aire puro, huele a hombre sudado y deprimido aquí adentro.
—Sí, probablemente soy yo.
—Sí, eso debí suponerlo. —Daniele tomó la silla de rodachinas y se sentó. El aroma dulzoso de su champú y el perfumo tocaron la nariz de Dylon, para ese momento justo fue capaz de percibir su hermana tenía buen olor y él, definitivamente no.
—¿A qué has venido? —preguntó desde su garganta.
—No puedes quedarte encerrado todos los días, estás irreconocible —dijo, arrugando su nariz—. ¿Por qué estás tan desecho?
—Tengo mis razones.
—¿Sí? Creí que estarías mejor después de decirle la verdad a Carol, no es tan grave, ella no puede decirnos que hacer, somos mayorcitos ya.
—Y lo estoy, pero, no tener reacción alguna por su parte me ha sentirme extraño, desnudo y abandonado, además, no puedo creer que haya dicho todo eso respecto a la madre de Derán, es increíble. Entonces, la resiento por eso también. Ah, estoy hecho un lío.
Se pasó las manos por el rostro para luego quedar inerte.
—Me sorprende más que mamá se mantuviera en contacto con alguien de su pasado, nunca la vimos siendo amiga de otras personas, solo siendo educada.
—Su culpa por enseñarnos a no hacer amigos.