Las chicas Nosson eran tan habladoras como Dylon podía recordarlas, a pesar de eso, él no tenía deseo alguno de hablar con ellas. Sus planeas psicodélicos y por más distópicos se vieron truncados por la soberbia ausencia de Derán.
¿Era tan difícil si quiera encontrarse?
Al parecer, sí. Era muy difícil coincidir, eso le gustaba decirse, pensar que Derán lo hubiese estado evitando intencionalmente, podía ser todavía más desastroso. Prefería pensar que no había manera alguna de que eso pasase, eso quería pensar, pero se le arrugaban las tripas y se encontró suspirando de vez en vez.
Echó su mirada hacia las chicas reunidas. Daniele y las jóvenes brujas herederas de Nosson estaban sentadas en la sala, ocupando esos asientos de cuero blanco traído de Egipto, bebiendo jugo de fresa en vasos con decorados de corazón, mientras una de ellas dejaba libros con tapa desgatada encima de la mesa ratonera.
La magia no era para nada el interés de Dylon en ese momento, su mente estaba más enfocada en cosas que ni estaban presentes. Sin querer se le escapó un suspiro que pudo haberlo desinflado, pero no tenía otra forma de sentirse.
Ese nudo en su garganta y esa pesadez en su pecho no lo dejaban tranquilo. ¿Era así el amor siempre así? Si era así, era una mierda, prefería no volver a enamorarse nunca. Las contadas veces que alguien le gustó, nunca acabó bien para él, porque definitivamente todo se estaba yendo al carajo.
Se enamoraba de heterosexuales declarados y machones, también de hombres mayores que estaban casados y servían a las fuerzas armadas —como su vecino del prescolar—, ah, podía recordar esos bíceps y pectorales, era todo un manjar a la vista. En ese entonces no lo miraba con ojos lascivos, solo le parecía que era el hombre más increíble que había visto nunca.
Resultaba evidente nunca sería para él, porque evidentemente estaba casado y evidentemente, era heterosexual.
Una injusticia, pero la vida no solía ser justa.
—Dylon, ¿no te unes a nosotras? —preguntó Candace.
Se veía provocativa como de costumbre, sus labios brillaban con ese labial escarchado y sus pestañas, de seguro pasó horas encrespándolas. Su melena negra siempre estaba suelta y usaba ropa que dejase contemplar su figura, no por nada era la abeja reina del instituto.
—¿Me enseñarán a escupir burbujas de colores?
—¿Burbujas de colores? —Arabella preguntó con tonito divertido.
—Es ironía, ignóralo, está deprimido —dijo Daniele, sosteniendo un libro en su mano derecha y apoyando otro encima de sus muslos.
No fue un reto para Dylon darse cuenta de lo profundamente emocionada que su hermanita por aprender magia. Si no era usual en ella ser tan querida con otras chicas, pero al tener la brujería y la magia en común con las Nosson, indiscutiblemente se convirtieron en amigas a primera vista.
—¿Por qué estás deprimido? —preguntó Miritta, sorbiendo de su vaso con una lentitud agobiante.
¿Tanto le costaba dar sorbos largos? Dylon meneó su cabeza, se estaba poniendo insufrible, hasta él podía saberlo.
—No pasa nada —dijo, se paró desde el alfeizar donde estaba sentado y anduvo a pasos lentos—. ¿Qué hechizo tienes ahí?
—Hay de todo un poco —respondió Candace—, sin embargo, podemos hacer cosas de brujas malas y divertirnos un poco.
—No creo que sea buena idea —corrigió Miritta, su voz más sabia—. ¿Recuerdas lo que pasó la última vez?
—¡Fue un error de cálculo! —se defendió en un gritito agudo para luego cruzarse de brazos y piernas—. No sabía que, si agregabas dos ramitas de sauco en lugar de una, el efecto sería un cambio colateral.
—Dile eso al señor Morris, tuvo que vivir con el pelo rojo dos semanas.
—Hasta sus cejas se volvieron rojas.
—Por eso no debemos de tomar los encargos de la abuela —concluyó Arabella.
—Niñatas, nunca aprendemos de verdad si no nos arriesgamos —dijo Arabella con la nariz arrugada—. Aprendan en esas pequeñas cabecitas, que practicando es como todo funciona, si nos quedamos solo mirando desde atrás a la abuela hacer los brebajes y no los hacemos nosotras, no tendremos destreza y al final, lo mío es la magia de ataque.
—¿Hay alguna diferencia? —preguntó Daniele, acomodando el otro libro encima de sus piernas.
—La hay —dijo Arabella con una voz más metódica—. Las brujas como Miritta, tiene magia y pueden usarla para atacar, pero su empatía mágica está implícita en las pócimas. Candace, como se ha sentido humilde de comunicarnos, es talentosa con la magia de ataque, su poder es más ofensivo, mientras tanto, mi empatía mágica está ligada a la defensa, puede que no lo parezca, pero soy muy buen dibujando círculos mágicos para proteger los hogares, también hago limpiezas de malas energías, más información en mis redes sociales.
Le guiñó un ojo al público, consiguiendo una exhalación burlona de Dylon.
—Nadie va a contratarte, la última vez que prendiste un incienso, quemaste la cortina de la señora Dawson.
—Fue por descuido —dijo con un orgullo más bien descarado.
—Entonces, ¿qué tipo de bruja soy yo? —El interrogante de Daniele generó un indeliberado silencio.