Tiempo de Gorgonas

Capítulo 40. Frente a él.

En su vida, Dylon había tenido una buena cantidad de malas ideas. Ya sabes, de ese tipo que te hacen pensar: ¿por qué rayos hice eso? Por ejemplo: ¿por qué rayos practiqué aprender a besar con el espejo? ¿Por qué rayos contesté esa última conversación? Sobre todo, ¿por qué demonios le había dicho a Alaster que lo llevase con Derán luego de dejar a Daniele en casa?

Sí, a la mierda. Era una terrible idea, porque Derán podía sentir que lo estaba acorralando. Sin embargo, acorralar no es lo mismo que necesitar claridad, y sí Derán pensaba que lo estaba acorralando, quizá sí, una mierda. Estaba cansado de esperar pasivamente como una rosa plantada cuatro metros bajo tierra.

Si no actuaba, nadie cambiaría.

Se lo repitió todo el camino hasta las afueras del pueblo, donde se encontró con una edificación enorme de ladrillos grises. Había unos cuantos Centineles fuera de la edificación, montando guardia con sus armas en las cinturas y sus miradas bien despiertas.

—¿Seguro que quieres ver a Deri? —la pregunta de Alaster solo le causó malestar—. Está en modo perra gruñona, uh, me da escalofríos solo pensar lo maldito que puede ser.

Alaster se quedó pensativo y se apresuró en sacar su teléfono móvil.

—Lo maldito que puede ser, creo que pega para una de mis canciones —dijo y entonó con voz más clara—. Lo maldito que puede ser, el hombre que yo amo, sí, sí, sí, el hombre que yo amo es el maldito que puede ser.

Una risa nasal se le escapó al castaño. ¿Cómo demonios podía sacar un párrafo para una canción de solo una básica oración? Alaster de verdad, de verdad no era una persona ordinaria en absoluto.

—No sé si vaya a ser muy popular —le dijo tentativa, cerrando un párpado ligeramente.

—Vamos, Dyl, siente el ritmo. —Alaster iba a cantar de nuevo, pero Dylon levantó su mano y se desabrochó el cinturón, bajando primero.

Si tenía que escuchar otra canción de Alaster, se le iban a retorcer las tripas de verdad. Sí, era cierto. Le dolían las tripas, podía haber tenido un tremendo cólico. Su sistema de alerta se había disparado cuando puso los pies en la grava. Una cantidad de ideas pasaron por su mente, la enorme cantidad de cosas que podían salir esa noche, pero… y si le salía bien.

Tenía que hacerlo, porque si no lo hacía, entonces no iba a poder dormir, peor aún, nunca iba a aprender a tener valor y tomar sus propias decisiones. La señora Nosson no estuvo equivocada en nada de lo que le dijo, le daba nauseas admitirlo, pero estuvo cagado de miedo toda su vida.

Si hago esto me veré muy gay, si hablo así, me considerarán un marica, si me pinto una uña de negro seré tildado de un loco homosexual. Hubo tantas veces que se limitó de actuar de ciertas maneras, pero al final, a los heteros de verdad ni les importa si se visten de reinonas en un carnaval y hasta dejarían que les pintaran el pelo de violeta.

Al final, nada de esas boberías que a él le importaban definían la sexualidad. Prueba las estrellas de rock: llevan el pelo largo, se pintan las uñas de negro y usan sombra para ojos. Joder, podrían ser considerados homos de primera, pero a la larga, les vale una mierda porque no tienen heterosexualidad frágil.

Les gustan las chicas, lo tiene claro y joder si a las chicas no les encantan las estrellas de rock con aretes, uñas barnizadas y el cabello desordenado. Se arrojan a ellos como peces a la corriente.

Escuchando la horrible canción que Alaster cantaba al fondo. Dylon se dio cuenta de que, nunca se había pintando una uña porque tenía miedo de ser juzgado. Y, no lo había deseado mucho, pero cuando estaba más chico y veía a sus compañeras pintarse las uñas.

Había estado feliz si se hubiese permitido intentarlo, igual que el capitán del equipo de baloncesto, al que tenía las huevas bien puestas y no se acojonó para que su novia le pintase las uñas de rojo pasión.

Fue un tonto.

—Croow.

Uno de los encargados de la vigilancia ese día lo miró. No le sonrió ni fue especialmente amable, pero tampoco fue grosero. Aun así, en sus ojos se veía el juicio que lanzaba al cabello teñido del joven.

—Oi, viejo Billy, ¿qué cuentas? —Alaster le guiñó un ojo y fingió disparar con sus dedos.

—Creo que no estás de guardia esta noche, Croow —le respondió el tipo.

—Claro que no, pero soy un Centinel, igual que tú —repitió su movimiento con las pistolitas hechas con sus dedos—. Puedo venir cuando quiera.

El sujeto resopló.

—Sí, claro.

—Y no vine solo. —De improvisto, Alaster rodeó los hombros de Dylon y lo empujó hacia el frente—. Dylon Ekans vino a conocer los cuarteles.

Billy y el otro sujeto que había estado contemplando su celular con bastante interés, viendo un partido de futbol, al parecer, se pusieron derechos como barras de hierro frías. Juntaron sus piernas y llevaron las manos atrás, sacando pecho y enderezando hasta la barbilla.

—Buenas noches, señor Ekans.

Las cejas de Dylon se deformaron. Wow, wow y wow. Que lo llamasen señor era una de las cosas más irrespetuosas que le habían hecho nunca, ni siquiera había cumplido los veinte, cómo se atrevían.

—Dylon Ekans ha venido a verlos cuarteles, dije —repitió Alaster con una tos falsa y hasta dijo entre dientes—. Feos de mierda.



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En el texto hay: bl, gay, magia

Editado: 10.03.2025

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