Tiempo de Gorgonas

Capítulo 44. Privada petición.

¿Diamante?

Los labios dibujaban la palabra una y otra vez. No había prestado una gran atención a lo que había dicho Harvi luego del descubrimiento; sin embargo, todo fue sobre ciencia y lo increíble que parecía ser él para usar un poder sin entrenamiento previo.

Dejaron el reducido espacio cuando Derán se cansó de escuchar los parloteos demenciales de Harvi, pero fue la petición del hombrecito de que Dylon convirtiera un conejo en diamante lo que lo llevó a terminar la plática justo antes de que quisiera pedir más rarezas.

Dejar la base de los Centineles atrás fue más relajante de lo que esperó Dylon. Las cámaras de seguridad sin duda no fueron una cosa buena para su salud mental y tranquilidad, pero le gustaba que Derán estaba a su lado durante todo el camino.

En el recorrido a la salida, algunos se despidieron de Derán y chocaron puños con él. A Dylon le dirigieron miradas más respetuosas, inseguros de saber cómo tratarlo. Él no les dio importancia, no quería hacerlo porque muchas otras cosas más importantes rondaban por su cabeza.

—Eres todo un princeso —le dijo Derán cuando se acercaban a su jeep.

—¿Qué? Vamos, cállate —le objetó, empujándolo amistosamente del hombro.

La risa ronca de Derán llenó el aire, y Dylon, Dylon mantuvo las manos en sus bolsillos, encogiendo ligeramente el hombro. Derán era un imbécil, pero ese imbécil solía ayudarlo siempre a estar muy relajado.

—No puedo, quiero decir, las gorgonas tienen el poder de convertir a todos en roca; piensa en ellas como criaturas que pueden llenar un jardín de bonitas estatuas para que las palomas se caguen en ellas.

Solo Derán podía decir tal idiotez.

—Pero, tú, mi querido Príncipe de Ekans, usas el diamante, eres todo un princesito de sangre real, ¿a qué?

—¡No me hables como si fuese un crío, tú, cabrón! —Derán quiso patearlo, pero Derán era rápido y listo.

Acortó la distancia y le pasó el brazo por encima del hombro. Le lamió la mejilla derecha como si fuese un perro y luego lo besó.

—¡Qué asco! —Dylon quiso quitárselo de encima, pero Derán se lo quedó mirando, esos ojos suyos encendidos y juguetones.

—Lo piensas todo mucho, princeso, y eso es bueno, pero no siempre.

—¿Qué dices?

—Tienes un poder fuerte, joder. —Derán arqueó una ceja—. Ni entrenando toda una vida me podría hacer con un poder semejante, pero tú lo tienes solo con nacer, no te asustes, úsalo como si fueses un puto pavo real y esa fuese tu cola.

La carcajada de Dylon llenó el aire y meneó la cabeza.

—Joder, ¿un pavo real? ¿De verdad, Derán? —Dylon se lo quitó de encima y abrió la puerta del Jeep para subirse al asiento del copiloto.

Ninguno de los dos habló al respecto de lo natural que se sentía eso para ambos esa pequeña acción. Derán no disfrutaba que cualquier se subiera a su jeep; la razón era sencilla: el olor del otro quedaba impregnado y algunos tenían la puta costumbre de quitarse los zapatos y ponerlos en el salpicadero.

Ah, cómo le rompían los nervios.

—Cinturón —le recordó Derán, y Dylon lo buscó para acomodarlo sin dilación.

—¿A dónde vamos?

—Solo dime y conduciré para ti, princesito.

—Deja de llamarme así, lo haces solo para molestarme. —La sonrisa de Derán no escondían su arrogancia genética.

—Un poco, sí, pero eres un princeso, ¿qué puedo hacer?

Dylon rodó la mirada y se enfocó en la estructura que era la base de los Centineles. A la luz del sol vespertino parecía un bunker secreto de una organización secreta. Tal vez, no era tan secreto, pero lo de bunker, sin duda lo era.

—Tengo hambre —le avisó Dylon, bostezando.

Había sido una noche llena de emociones y descubrimientos. Comer un desayuno caliente, descansar y luego, ah, ¿tenía que ir al instituto? Joder, qué agobio. Sería todo tan fácil si se quedara durmiendo.

—Tengo un buen trozo que te puedes comer —le dijo, mirándolo de soslayo.

Dylon le enseñó el dedo del medio y Derán se rio alto. Pocas veces Derán había tenido la oportunidad de ser tan contundente y burlón con alguien, le gustaba ese lado de Dylon. Aguantaba bien su palabrería y, sin duda, eso lo hacía todavía más atractivo.

—Prefiero algo cocido, la carne cruda no me apetece ahora.

—Conozco un lugar.

—Suena como un plan, entonces.

—Sí, supongo que sí.

El jeep se puso en marcha. El silencio reinó entre ambos, pero Dylon estaba más cansado que Derán. No estaba seguro de la razón, pero… se agotaba mentalmente, tal vez, sí le vendría bien dormir un buen rato.

—Dylon.

Ser llamado por su nombre sonó bastante impersonal después de que lo estuviese llamando princeso a cada oportunidad. La sensación de inconformidad floreció en Dylon, pero sería inmaduro de su parte quejarse por tal pequeñez.

—¿Qué sucede? ¿Otro menú que quieras ofrecerme? —La cara de Derán mostró una seriedad más inmersiva.



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En el texto hay: bl, gay, magia

Editado: 06.11.2025

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