La empleada doméstica de la señora Nosson le abrió la puerta sin que él tocase el timbre. No había manera natural de que lo estuviese viendo, al menos no desde dentro. Entonces, debió de haber otra manera en la que lo hubiese percibido. Dylon se preguntó qué tipo de ser sería.
Se rio de sí mismo.
Fue todavía más irónico darse cuenta que nunca antes pensó que podía hacerse es a pregunta. Posiblemente, su ego fue tan grande como el mar y asumió que, en el vasto mundo, todo lo que había eran humanos. Después de todo, le gustaban cosas muy distintas a las fantásticas, después de todo, si buscaba fantasía era porque quería huir de la realidad. No obstante, la fantasía se volvió parte de su realidad.
Atravesó el umbral sin temor.
Había estado allí hacía solo un puñado de horas, pero… en ese lugar había obtenido más respuestas que de su madre y de su abuela. Había aprendido y, sería muy necio no regresar al lugar donde obtuvo claridad, una que despejó las nubes complicadas que obstruyeron su amanecer.
Entró en la antigua casa. El decorado prolijo y ancestral lo recibió, pasó hacia la sala y se sentó donde la empleada le indicó con una ligera muestra de su mano. Dylon se recostó en el sofá y bostezó; la falta de sueño y ser deslechado por Derán estaba llegando a él con la fuerza de un derrumbe.
Soltó el aire y miró el techo rústico de madera nacarada. Se percató que podía ser grosero presentarse sin avisar, pero Dylon no tenía la manera de avisar su visita.
—Por el momento, solo la señora Nosson está en casa. Ella bajará tan pronto como termine de prepararse.
Dylon cabeceó para aceptar la amabilidad que le ofrecía la mujer. Esta se retiró y desapareció por una puerta, yendo a hacer lo que tuviese para hacer.
Evitó husmear por ahí, estaba seguro de que la astuta señora Nosson se daría cuenta de ello. Tampoco le interesaba mucho. Las chicas no estaban y el resto de la familia había salido mucho más temprano a sus trabajos. Al parecer, fue una buena idea presentarse en ese momento; sería incómodo hablar con las demás y tener que decirles por qué estaba allí.
—Ahora entras aquí como si esta fuese tu casa.
Dylon volvió hacia la mujer que se acercaba en silencio. La silla de ruedas se movía sin tocar el suelo y ella controlaba muy bien su respiración; quería pillarlo en algo inadecuado, pero estar sentado allí como un buen chico definitivamente fue lo mejor a hacer.
—Siento venir sin avisar, pero no tenía su número.
—Sí, sí, lo imagino.
La silla de ruedas flotó hasta ubicarse en un espacio destinado para ella.
—Parece que hoy estás mejor que ayer.
—¿Disculpe?
La bruja esbozó una sonrisa más audaz y se sostuvo de los descansabrazos de la silla.
—Tu semblante y tu aura no están revueltos —dijo luego de mirarlo un momento—. Dime, ¿a qué has venido? Debe de ser algo bueno siendo tan temprano.
—En realidad, sus palabras me ayudaron, quería darle las gracias.
—¿Gracias? —Agnosia estiró su cuello y miró al lado de Dylon—. ¿Sin galletas? ¿Pan horneado? Qué decepcionante.
—No conocía sus gustos.
—Tienes una respuesta bien preparada para todo.
—¿Le parece?
—¿Te das cuenta de que eres más descarado hoy que ayer? —le preguntó mientras se sobaba la barbilla.
—¿Lo cree? —Dylon miró hacia la mesa ratonera y se rio—. Sus palabras me ayudaron, se lo dije.
—¿Mis palabras? Mis palabras son solo eso, a menos que sean un embrujo y, como no te he lanzado alguno, todo lo hiciste tú solo.
—Las palabras pueden dar valor.
—Mentira. Una palabra es solo una palabra, lo verdaderamente importante es el significado que se le da. —Agnosia sobó el anillo dorado que tenía entre sus dedos—. Estás mejor porque el significado de las palabras en tu cabeza provocó un impacto emocional fuerte y, como estás creciendo, haz hecho que las piezas en tu cabeza se acomoden y amolden para formar la personalidad que tendrás.
La anciana le mostró una sonrisa más desinteresada que antes. Sin embargo, Dylon le mostró una cara más honesta que antes.
—Me gustan los hombres —dijo en voz alta—. Y, tenía mucho miedo y mucho afán, no quería quedarme sin la persona que me gusta. Pero nunca he sido muy valiente, quiero decir, es más fácil caminar por la orilla que meterse a la piscina.
Le pasó mucho antes de aprender a nadar.
Le daba mucho miedo hundirse y no poder salir.
—Me asustaba no poder dar un paso atrás, quiero decir, si lo decía en voz alta retractarse no sería una opción.
—Bueno, si te gusta que te respiren en la nuca, supongo que es cosa tuya.
Dylon se rio con suavidad.
—Sí, es cierto. Es mi asunto y solo mío.
—Una pena que la familia Ekans no se reproduzca por tu lado, pero todavía está tu hermana y me he enterado está siendo muy amistosa con un chico.
—¿Un chico?