Tiempo de Navidad

Tiempo de Navidad - partes 3 y 4 de 8

Parte 3 de 8

La tarde caía y el cielo encapotado amenazaba nieve.

  • ¡Qué frio! – dijo Pacino, esperando a sus amigos – Y bueno ¿Qué hacemos? –

Ya no quedaba nadie en el ministerio, luego de esperar infructuosamente el regreso de Salvador, uno a uno, todos los que tenían donde, se habían ido retirando.

  • Esto es lo que más me molesta de la navidad, con Maite solíamos irnos a Canarias, unos días en las playas, lejos de este frio de mil demonios – acotó Julián.
  • Pues nosotros no salíamos de casa. Cuando era niña me gustaba mucho estar cerca de la chimenea – comentó Amelia.
  • En mi caso, si andaba la calefacción, todo estaba bien – afirmó Pacino.
  • Mientras no faltara comida y vino. Todo bien – agregó Alonso. – Aun en las trincheras, si era necesario –

Conversando salieron a la calle.

  • Vamos a por unas pizas aunque sea. Suban – pidió Pacino al tiempo que habría su último modelo de alta gama, que llevaba ya varios días en la playa de estacionamiento, desde que lo había estacionado allí, antes de la última misión.

Le dio contacto y trato de ponerlo en marcha. Pero nada. Probo de nuevo y…tampoco, solo ver como la luz de cortesía casi se apagaba.

  • ¡La puta madre! Con la pasta que me ha costado y se queda sin batería – insultó muy enojado.
  • Vamos muchachos, bajaos y dadme una empujón –
  • Sea, por lo menos servirá para entrar en calor – dijo Julián, mientras todos descendían del auto y se acomodaban para empujar.
  • Tú no Amelia, no hace falta, nosotros dos podemos – Fanfarroneo Alonso trabando los músculo como si fuera un físico culturista, en una alarde de fuerza física que Amelia no dudo en calificar de machista mientras volvía a abrir la portezuela para subir al auto.

Cuando se hubieron puesto en movimiento, ya todos en viaje, sonó el celular de Julián, leyó el mensaje que le había llegado, lo apago y pidió.

  • Déjame en la otra cuadra por favor –
  • ¿Qué ha pasado? –
  • Nada, nada, solo que ha surgido algo, discúlpame –
  • Está bien hombre – aceptó Pacino y se detuvo en la esquina pedida.

Un par de cuadras más lejos Amelia decidió ir a de sus padres, y se bajo cerca de la puerta que la llevaría hasta ellos, por ultimo Alonso se quedo en la iglesia y Pacino, ya solo, termino yéndose a su casa.

Dejo el auto en el garaje, subió a su departamento y encendió la televisión mientras ponía algo al microondas. Como de costumbre no había nada para ver, probo con el canal de series y películas e intentó prenderse con la trama de alguna – Feliz Navidad – se dijo así mismo y se quedo dormido de puro aburrido no más.

Entre sueños volvió a su casa, cuando era niño y aun su familia era su mundo, pero el padre no estaba, el servicio lo era todo, y, a pesar de que había mucha gente se sintió muy solo, y se fue a sentar al lado de la puerta, a esperar que el padre llegara, sabía que llegaría y le traería el regalo que el niño Dios le había dejado en la jefatura….cerró los ojos y rezo, como le había enseñado el cura, con las manitas juntas y el corazón puesto en Jesús, pidió, con todas sus fuerzas para que él apareciera….y, entonces sonó el timbre de la puerta ¡había llegado! ¡Era él! ¿Quién si no?, pero, ¿Por qué seguía tocando el timbre? ¿Acaso no tenia llave de la casa para entrar? Debería levantarse para ir abrirle

Dormido aun se calzó las pantuflas y fue a abrir, pero allí no estaba su padre.

  • ¿Qué haces ahí dormido? – le espetó a boca de jarro Alonso.
  • ¿Por qué no contestas el móvil? – le preguntó apuradamente Julián, que había entrado sin esperar permiso y ya había agarrado el aparato que estaba sobre la mesa.
  • ¡Sin batería! – dijo tras mirarlo, y lo volvió a su lugar.
  • Vamos viste pronto, tenemos un auto afuera, nos esperan en el ministerio –
  • ¿En el ministerio? ¿a esta hora? – Preguntó tontamente – ¿Qué ha pasado? –
  • No sabemos, pero nos están llamando urgentemente y el único que no contestabas eres tú. Vamos –

Y salieron rápidamente.

Al llegar, en la oficina de Salvador, ya estaba Ernesto, Angustias con una cafetera llena, Amelia, con abrigo sobre el vestido de fiesta, y dos personas más, que no eran muy conocidas.

Al verlos llegar Salvador se levantó y hablo.

  • Bueno por fin están todos, gracias por venir, y mis disculpas por interrumpir sus celebraciones de navidad, pero hemos encontrado el origen de la señal de la llamada que hiso Irene y la cosa se ha tornado…complicada – dijo mientras movía la mano derecha en forma oscilante, señal inequívoca de que “complicada” era COMPLICADA.
  • ¿De qué se trata Jefe? –
  • Pues, de la vendita puerta Nueva esa, otra vez ha hecho de las suyas, no sabemos cómo Irene ha pasado a través de ella –
  • ¿Están seguros de eso? – consultó tímidamente Amelia.
  • Sí, lamentablemente si, pues la señal de la llamada viene de un lugar donde el ministerio jamás ha tenido una puerta, ni cerca – todos se quedaron esperando.

Salvador desplego un mapa en la pantalla táctil que recientemente habían instalado tras de su escritorio

  • ¿Para eso si hay presupuesto? – preguntó irónicamente Ernesto recordando que no lo había habido para tapiar la puerta.
  • Pues sí, lo de las partidas asignadas y eso – excusó Salvador, igual de molesto que Ernesto.

En la pantalla tomo forma una vista satelital de la zona de la triple frontera, entre Paraguay, Brasil y Argentina, pero no era vista actual, pues la selva se veía intacta.

Con el puntero Salvador indico un punto amarillo que titilaba, algo al sur de las cataratas del Iguazú.

  • Otra vez Argentina – dijo Julián al reconocer el lugar – ¡Pero ¿Qué pasa ahí que aparece de nuevo?! –
  • No sé – fue la respuesta sincera de Salvador.
  • Quizás sea que el escribiente es Argentino – acotó irónicamente Ernesto. (Nota del autor, las primeras historias las escribía bajo ese seudónimo)
  • Como sea, estamos hablando del 1600, y en esa época todo eso era España, o casi, y por tanto esta dentro de nuestra jurisdicción y nos corresponde a nosotros ir hasta allí y traer de regreso a Irene –
  • ¿Pero que le ha pasado a Irene? – quiso saber Pacino.
  • No lo sabemos, pero lo sospechamos, porque ha pedido que vayamos con refuerzos, por eso están los señores aquí – dijo señalando a las otras dos personas – Son miembros del ejército y la marina, normalmente tenemos prohibido recurrir a ellos, mi buen trabajo me ha costado convencer al gobierno para que me permitan llevarlos con migo – (Nota del autor, al momento de escribir esta fanfic no sabía de la existencia de Ambrosio Spinola y sus tercios)



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En el texto hay: fan fic del ministerio del tiempo

Editado: 20.12.2024

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