Un par de días después de la noticia de la muerte de Henry Rocher, y a pesar de la conmoción primeriza que había albergado a la ciudad entera, los habitantes de Edher comenzaban a olvidar el trágico incidente y se centran en continuar sus labores cotidianas. Después de todo el tiempo pasa y no perdona, incluso si se trata de la muerte del hijo del millonario más importante de la ciudad.
Ese día, cerca de las nueve de la mañana, una joven de cabellos verdes e impresionantes ojos azules se apresura a llegar a la cafetería del centro, caminando por las calles a gran velocidad, esquivando peatones y corriendo entre avenidas.
La joven de cabellos teñidos, que responde al nombre de Henna Meyers, suspira con pesadez cuando ve las puertas de cristal del lugar destino, sitio en donde la esperan sus más allegados amigos.
Después de que se enteró de la muerte de su prometido, el 20 de julio, la joven Henna se había derrumbado emocionalmente y había resuelto encerrarse en su habitación, dentro de su tristeza, hasta que alguien pudiera decirle que Henry no había muerto por una sobredosis. Había suspendido sus cuentas en redes sociales y se había compadecido de sí misma con litros de helado y horas de llorar frente a las fotos de ellos dos, juntos.
Henna había comenzado los preparativos de su boda apenas algunas semanas atrás, seis meses después de que Henry le hubiera pedido matrimonio. A sus 22 años, incluso sin haber concluido la carrera, Henna pensaba firmemente que Henry era el amor de su vida. Ambos habían concluido que planearían su boda con antelación para que cada detalle fuera perfecto, incluso si estaba previsto que se casarían en cuatro años.
La joven no puede creer que esos sueños de permanecer juntos hasta la vejez ya no podrían cumplirse, sólo porque Henry no le había dicho que tenía un problema grave de adicción al alcohol.
Sin embargo, de alguna forma, un par de sus amigos más cercanos, los únicos que conocía desde la infancia, habían allanado su casa hacía cosa de unas pocas horas, convenciéndola de que saliera de su habitación y se reuniera con ellos en la cafetería del centro de Edher. A pesar de que Henna se había reusado y decidido que no iría, al final, cuando los vió marcharse para ir a recoger a su hermana de la estación de tren, Henna pensó que tal vez no sería tan malo dejar de sentirse miserable por unas cuantas horas.
Pero ahora, frente al recinto y observando a sus amigos reír en las mesas del fondo, Henna piensa que es una mala idea. Pensó que caminar hasta el sitio sería bueno para su condición física, pero el cansancio que eso le provocó comienza a hacer que se replantee su decisión.
Suspira, pero finalmente entra. El olor al café recién hecho la embarga en cuanto abre la puerta, junto con el olor del pan de mantequilla y el sonido de los cubiertos entre ellos. Las charlas de los comensales crean un agradable ambiente y Henna sonríe por primera vez, tratando de ser lo más natural posible.
Camina hasta la mesa donde se encuentran sus amigos, quienes se callan en cuanto la ven llegar.
-Buenos días- saluda Henna.
-Cielos, bella. Creímos que no ibas a venir- comenta Aideé, una chica rubia de ojos amielados con cientos de pecas adornando su nariz.
-Siéntate- ofrece Erick, un chico moreno de ojos oscuros y complexión robusta, levantándose de su asiento y cediéndoselo.
-Gracias- responde Henna, sentándose y observando a Erick pedir una silla en la mesa contigua.
Henna observa los frappes y chocolates calientes que pidieron junto con un plato de galletas y otro con rebanadas de pastel de chocolate y de yogurt de fresa.
-¿Cómo te sientes?- pregunta Itza, su hermana gemela, una chica de sedoso cabello castaño con luces rojas. A su lado está un chico de cabello rubio y ojos verdes, aceitunados, cuyo nombre es Leonel.
-¿Cómo crees tú que me siento después de lo que pasó?- cuestiona Henna con cinismo.
Itza arruga el ceño y aparta la mirada.- Pregunta estúpida, lo siento.
-Tranquila, no pienses en eso- dice Erick, a su lado.- Olvídate de Henry y de lo que le pasó y sólo trata de disfrutar el momento con nosotros. ¿Quieres beber algo, comer?
La chica niega con la cabeza. Henna duda bastante que aquello le ayude en algo, pero no dice nada y baja la mirada. Comienza a arrepentirse de haber salido de su casa, y siente como si estuviera en un limbo de indecisión, tratando de sentirse cómoda con la situación aún sabiendo que fue una mala idea.
Mientras Itza habla sobre su último viaje al país vecino debido a su trabajo de modelo, Henna se sumerge en los pensamientos que la han agobiado los últimos días. Todavía se le hace surreal la muerte de Henry, a pesar de que vió su cuerpo en la portada de los periódicos y aún sabiendo que había asistido a su funeral la tarde pasada.
¿En qué estaba pensando? No era el momento para salir a beber café y olvidarlo todo. Apenas ayer había sepultado a su amado y ahora estaba sentada escuchando cuanta ropa ajustada había vestido Itza durante sus sesiones fotográficas. ¿En serio había creído que ellos harían que olvidara su dolor? ¿Había sido así de ingenua?
Henna se siente incómoda con la situación. Y tal parece ser que esa incomodidad se refleja en su rostro porque justo cuando está pensando qué decir para escapar del lugar y volver a su habitación, Erick comienza a hablar.
-En realidad, no te invitamos sólo para charlar contigo- admite.
La joven lo mira extrañada.- ¿Entonces?
-El padre de Leonel dejó un par de archivos en su casa cuando fue a cambiarse de ropa- dice Erick.
-¿Qué?
-Bueno, estaba preocupado de que no hubiera ido a dormir en estos días, desde que se reportó el cuerpo de… Henry- habla el chico rubio. Su voz es profunda y rasposa, como si tuviera inflamada la garganta.- Mi madre estuvo llamándolo antier por la mañana para que fuera a cambiarse de ropa o para que al menos fuera a la casa y se asegurara de que estaba comiendo bien.