El ambiente en el banquete de los Betancourt es, sin duda, agradable. Las decenas de invitados charlan animadamente sentados a lo largo de las extensas mesas que están acomodadas intencionalmente para formar una especie de rectángulo. Hay dos verticales y dos horizontales, con espacios entre ellas para que los meseros puedan entrar a repartir los platillos a los comensales del interior.
Se escuchan pláticas amistosas, otras más bien sobre negocios y alguno que otro comparte anécdotas para el entretenimiento del resto. Margareth, Sebastian y Anders Betancourt comparten el final de una mesa entre ellos, con Sebastian sentado a la cabecera, su esposa a su derecha y su hijo a la izquierda.
Ambos padres, entre bocados de langosta y ostiones al vapor, y sorbos de vino vermentino, regañan a su hijo por haber dejado escapar a la mujer de sedosa cabellera rojiza. Anders escucha, con la cabeza gacha, a Margareth, quien se limita a decir lo hermosos que hubieran sido sus hijos.
De alguna forma, el joven puede sentir la penetrante mirada de Elliot sobre su cuerpo, aunque le da un poco de miedo devolverle la misma. Por su parte, el empresario y Fabien degustan un par de platos picantes de frutos marinos con un Grüner Veltliner con tonos de lima. Fabien aguanta la risa mientras consume un par de camarones envueltos en una gran variedad de especias, a su vez que Elliot toma sorbos del líquido espumoso en su copa.
El salón es vigilado por una docena de policías, además de Chester y Anthony, los cuales caminan a la par observando a los comensales.
-El hijo de la familia es sospechoso- susurra Anthony.- Lo ví en el pasillo de bambalinas con una mirada muy extraña.
-No me sorprende que fuese así- le responde Chester en el mismo tono.- Después de todo su chica entró para la subasta.
Anthony suspira.- Espero que sólo sea eso. ¿Encontraste a algo?
-Bueno, los chicos han estado hablando con casi todos los invitados- comenta.- Parecen ser bastante sociables, aunque bueno, pertenecen a familias de élite. Me costó un poco seguirles la pista, pero no creo que estén en peligro.
-El comerciante- menciona Anthony de pronto.- Se fue después de la subasta de la joven. En otra circunstancias no me preocuparía, pero ¿no crees que fue muy repentino?
-También lo creo- afirma Chester.- Pero no podemos hacer mucho con suposiciones. En cualquier caso pedí a una patrulla que lo siguiera, aunque no estoy muy seguro de… Oye, mira ahí.
Chester apunta con la cabeza a uno de los invitados sentados en las largas mesas. Su mirada es aterradora, y observa fijamente a alguien sentado en la cabecera de otra de las mesas. Por la forma en la que sostiene su copa, los detectives sospechan que planea algo.
-¿A quién está mirando?- cuestiona Anthony.
Los detectives siguen su mirada hasta que desembocan en Anders Betancourt. De inmediato, ambos intercambian gestos de afirmación antes de proceder a ejecutar la orden de registro silencioso con el resto de sus compañeros.
Skyller entra al salón, por la entrada de la cocina, cargando una charola con platos de pasta con camarones y copas de ostiones al vapor. Mientras recorre el borde de las mesas, escucha hablar a los detectives por el radio, así que dirige su mirada a Elliot y chasquea la lengua.
-Hermano, haz algo con tus gestos- anuncia el chico, apenas articulando con los labios.- Creo que los tipos van a sacarte.
Elliot retira la mirada de Anders para observar a su alrededor, y se da cuenta de que un par de policías, vestidos elegantemente con trajes oscuros, caminan hacia él. Le lanza una mirada a Fabien, quien sólo se encoge de hombros, mientras sutilmente se quita el auricular del oído izquierdo y lo deja oculto debajo de su servilleta.
-Mierda- susurra, fingiendo que no ve a los hombres que arriban por su espalda.
-Señor, ¿podría acompañarme un momento?- pregunta un hombre moreno de cabello rizado.
Elliot les dirige la mirada.- ¿Ocurre algo?- cuestiona con el tono de sorpresa y preocupación más realista que puede.
-Hay un inconveniente con su automóvil, acompáñeme por favor- se excusa el otro, un sujeto alto bastante pálido.
-Oh, el auto. Discúlpeme, señor Luthegui- le dice Elliot a Fabien a la vez que se pone de pie.- Volveré en un momento.
-No se preocupe.- Fabien le dirige una mirada de “te lo buscaste” mientras Elliot es escoltado fuera de la estancia.
-Que hombre tan poco paciente- se queja Maureen.- Sólo debía esperar unos minutos más.
-¿Cómo va?- susurra Fabien, fingiendo beber de su copa.
-Un poco lento, sinceramente- responde la mujer.- Ya que los dueños no están en la bodega, conseguir que la policía entre se está volviendo más difícil. Tuvieron que ir a la comisaría a hacer papeleo y bueno, todo se alargó más de lo esperado.
Justo en ese momento, Skllyler se acerca a Lord Rocher con un teléfono particular. El hombre lo toma y despide al chico, quien permanece tras él a la espera de tomar el aparato. La sonrisa de Lord Rocher poco a poco va menguando, hasta que su gesto se torna entre la molestia y la indignación.
-¿Qué sucede?- inquiere Fabien, observando la escena y comiendo de su langosta.
-Envíe varios reportes a la estación de policía, y agregue la foto de la chica de nuevo. Así que hay una patrulla frente a la puerta de su bodega en el centro para revisar el área, y le han llamado para decirle que entrarán en ella.
-¿Que eso no es contra la ley?- cuestiona Skllyler, mirando la espalda de Lord Rocher mientras este le grita al teléfono que el allanamiento de propiedad privada es un delito.
-Me parece que tienen una orden de cateo, así que es demasiado amable de su parte siquiera avisar.
El alboroto de Lord Rocher pronto comienza a llamar la atención del resto de invitados, por lo que su esposa se apresura a calmarlo y tratar de desviar las miradas. Anthony se acerca al hombre y se detiene a su lado.