Tiempos de Gloria

XI: La Carta

-Son ellos.

El restaurante Fiori di ciliegio se encuentra abierto de lunes a viernes desde las 10 de la mañana hasta las 11 de la noche, el sábado abre sólo de 11 a 8 y los domingos cierran completamente. Son esos días los que utilizan para organizar las bodegas, limpiar a fondo y atender cuentas pendientes. Como en ese momento.

Muchos han sido los comerciantes, mercaderes, inversionistas y empresarios que pretenden hablar con el dueño de tan importante institución, y todos fallan en el intento.

La gran mayoría de los habitantes de Edher desconoce al dueño oficial del recinto, pues este nunca ha salido a la luz pública. Conocen al asistente general del restaurante, al personal de distribución, a los cocineros, los chefs, los meseros y cada miembro del personal que trabaja o colabora con la empresa, pero nadie tiene una fotografía del verdadero dueño. Una razón más para que los paparazzis merodeen el sitio día a noche, las 24 horas del día, los siete días de la semana.

Hay muchos rumores extendidos en Edher sobre la razón por la que el dueño nunca se ha presentado públicamente. Unos dicen que tiene una rarísima condición en la piel que le impide salir a la luz del día, esto apoyado de las declaraciones de los trabajadores de limpieza, quienes afirman que la oficina del gerente tiene gruesas cortinas que cubren los ventanales.

Otros afirman que, en realidad, el dueño es un reptiliano que no puede dejarse ver y exponer los secretos de su orden. Algunos más apuntan a que el gerente no existe, y se trata de una de las múltiples inversiones de Lord Rocher. Y unos pocos, aferrados al hecho de que el restaurante en sí conforma una gran mafia, proponen que el gerente nunca se ha dejado ver para no exponerse ante su competencia, pues tiene a muchos cabecillas de la mafia tras él.

Estos últimos no son tomados en serio, después de todo lo que importa en Edher son las apariencias y, evidentemente, el más refinado y exclusivo restaurante de la ciudad no puede ser liderado por un ser ruin y sin escrúpulos.

Si tan sólo la gente de la ciudad supiera lo que en verdad ocurre dentro de las paredes del recinto.

Skllyler bebe de una copa de cristal un exquisito vino de alguna cosecha francesa. Se encuentra sentado sobre su escritorio con una postura desentendida y relajada. Su oficina entera está sumida en la oscuridad, a excepción del rayo de sol que se filtra por las cortinas ligeramente recorridas.

El hombre mira con desagrado al par de jóvenes postrados a sus pies, iluminados por la única luz de la estancia, quienes arrodillados en el suelo suplican por misericordia.

-¡Se lo juro! No teníamos idea de que era su territorio. Por favor, ¡se lo ruego!

Detrás de los chicos que suplican por sus vidas se encuentra Jorge Estrada, un hombre en sus cuarentas, fornido de rostro apático y mirada asesina. En su juventud había formado parte del ejército, desempeñando el cargo de general espléndidamente. Hasta que un día decidió fugarse con un camión de armas pesadas y unirse a la mafia de Edher. La razón es desconocida para todo aquel que ha trabajado con él, pero sirve fiel y ciegamente al hombre sentado en el escritorio.

Tras la puerta cerrada está Inoue Aki, un hombre japonés con dominio de una de las más antiguas y complicadas técnicas de kendo. Es un sujeto marcado en cuerpo y alma por su dedicación al deporte con espada, de sonrisa burlesca y ojos perspicaces. El hombre espera pacientemente, haciendo las veces de guardaespaldas y evitando que cualquier persona irrumpe en la estancia.

Skllyler suspira de resignación, harto de escuchar rogar al par de "bravucones" que imploran clemencia arrodillados en el suelo.

-Es suficiente- dice llanamente, a lo que Jorge responde pateando a los muchachos para que se callen. Estos parecen entender el gesto y se limitan a gimotear y rezar entre murmullos.- Eso no te servirá de nada, niño. Aquí ni Dios puede ayudarte.

Skllyler se levanta y camina a una de las vitrinas de la estancia, a su izquierda, evitando la luz. Camina por la habitación con maestría, reconociendo cada uno de los muebles aún sin verlos. El hombre destapa una botella de ron y se sirve en la copa. 

-Parece ser, entonces, que tenemos un problema- afirma, percatándose de la gran cantidad de alcohol que suele ingerir en un día.- Me han robado clientela, mercancía y poder en mi propio territorio. Eso no lo puedo permitir. Pero, para suerte de ustedes, es fácil de resolver. 

-¡Se lo juro, señor! No teníamos idea, ¡el Cazador dijo que era seguro!- exclama uno de ellos, el más joven, de cabello oscuro y rostro repleto de pecas. Jorge le coloca el pie sobre la cabeza y lo aplasta contra el suelo.

-No dijo que podías responder- dice antes de soltarlo. El chico escupe sangre.

-Ustedes decidieron entrar a este juego. Que sepan las reglas o no, no me interesa. Lo que importa es qué van a hacer ustedes para compensarme- resuelve Skllyler, paseando por la estancia detrás de los muchachos y de Jorge, eludiendo a toda costa ser tocado por el sol.

-Lo que sea, ¡haremos lo que sea!- grita el otro chico, el mayor, con el cabello teñido de rubio y los ojos verdes. Jorge le propina una patada en la cara.

-No prometas algo que no puedas cumplir- advierte Skllyler con tono amenazador.- Pero ya que insistes...

Sky chasquea los dedos, y al instante entra Aki a la estancia, dejando la puerta entreabierta. El gerente se encuentra recargado contra uno de los libreros a la derecha de la estancia, bebiendo ron, completamente fuera de alcance de la luz del corredor.

-Pagaran con sus vidas lo que han hecho- declara Skllyler, mientras Aki y Jorge toman a los muchachos y los levantan a la fuerza del suelo entre sus gritos y miradas de absoluto terror.- Pondré sus cuerpos en los límites de mi territorio para que a ese idiota no se le ocurra mandar mocosos a molestarme de nuevo.



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En el texto hay: crimen, romance, venganza

Editado: 16.11.2020

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